Negro

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Gilbert.

—Opino que deberíamos llamarlo Neptuno.

Tomé mi mentón, pensativo.

—¿Pero lo llamaríamos así por el dios romano o por el planeta?

—Puede ser por ambos.

Mostré mi mejor sonrisa a la imagen de Anne en la pantalla de mi portátil.

No había mejor forma de comenzar un sábado por la mañana, que conversando con Anne sobre el nombre que le daríamos al primer gato que adoptaremos cuando vivamos juntos.

La pelirroja se quitó los lentes, masajeándose el tabique.— Y si en lugar de un gato, adoptamos dos.

—Siempre pensé que eras más una persona de perros que de gatos.

Ella se encogió de hombros, las ondas de su cabello saltaban de un lado al otro.— Soy más de caballos, pero dudo que me dejes adoptar un caballo.

Alcé las cejas.— Mentira, tú adoptarías a todos los animales callejeros si pudieras.

—Todos ellos merecen un hogar.— dijo, haciendo un puchero.

Qué injusticia no poder apretarle esas mejillas y llenarle la cara de besos.

—¿Y consideras que nuestra casa será tan grande como para albergarlos a todos?

—Confío en que ganarás un buen sueldo como médico cirujano.— masculló, sonriéndome y alzando sus pulgares en señal de ánimo.

Solté un par de risas, a las cuales la ojiazul se unió al instante.

—Creo que mejor volvemos a lo de dos gatos.

Anne alzo las cejas.— ¿Neptuno y Júpiter?

—Hecho.

Estuvimos charlando un par de horas más, aprovechando que ya había culminado mis exámenes y solo estaba a la espera de recibir mis notas para considerarme un universitario libre.

Al menos de este primer semestre.

—Ya cuento las horas para tenerte aquí.— musitó, viéndome con cariño.

—¿En Avonlea o en tu cama?

—En ambos. Tal vez un poco más en mi cama.— respondió, coqueta.

Esta mujer me fascina.

—Te dejó.— avisó Anne, escribiendo algo en su móvil.— Quedé de verme con las chicas en casa de Diana para almorzar.

Asentí, dejando mi laptop a un lado y buscando también mi celular.— Me hiciste acordar que con los chicos y Minerva saldremos a un restaurante.

—En ese caso, hablamos después. Te amo.

—Te amo más, guapa.

Apagué la laptop apenas se terminó la videollamada.

Revisé los mensajes antes de salir, recordando que tenía que pasar por la habitación de Minerva y luego en la entrada nos veríamos con Ronald y Andrew. Moody llega directo al restaurante.

Caminé con una sonrisa de oreja a oreja por el campus, saludando a uno que otro compañero y disfrutando del hermoso día soleado. Entré a la residencia de mi amiga, subiendo las escaleras y dirigiéndome a su alcoba.

—¡Déjame ir, bastardo asqueroso!

Mis sentidos se pusieron en modo alerta al escuchar los gritos de la castaña. Corrí a su puerta, tratando de abrirla, pero sin éxito. Estaba trancada.

Colors[2] | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora