Marrón

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Anne.

Querido Gilbert.

Siendo sincera, uno de los colores que más luce contigo en el interior, es el marrón.

Y no lo digo solo porque me recuerde al tono avellano que poseen tus ojos, culpables de hechizarme en cuerpo y alma.

Lo digo porque simboliza estabilidad, honestidad y fiabilidad. Siempre he admirado la forma en que ayudas a las personas, en que los aconsejas y los reconfortas. En el pasado, hiciste lo mismo por mí y desde entonces no he podido dejar de estar agradecida contigo.

A tu lado, quiero apreciar las cosas más simples en la vida, si me lo permites.

Eres mi polo a tierra, Gilbert.

Con amor, Anne.

Es increíble. En todo lo que va del año, es la primera vez que puedo darle personalmente a Gilbert una de las cartas, viendo su reacción en vivo y directo al instante de leerla.

Debería de estar feliz por ello, ya que, desde la primera carta, he querido ver cómo se le iluminan los ojitos al leer el contenido.

Excepto que el mundo parece estar en mi contra porque no encuentro la carta por ningún lado.

—Reina de las nieves, ¿por qué me hiciste tan despistada?

Continué con mi búsqueda, la cual, había iniciado desde las siete de la mañana cuando me desperté, dispuesta a colocarle la clásica estampilla de corazón con el color correspondiente —aun si esta carta no fuese a enviársela por correo—.

Pero no la encontré.

Muy bien, Anne Shirley-Cuthbert, tú en muy pocas ocasiones piensas con la cabeza fría, sin embargo, en estos momentos debes hacerlo.

Comencé a recordar lo que hice el día anterior.

Apenas terminé de redactar la carta y guardarla en un sobre, me levanté del suelo de la sala de estar, para dirigirme a buscar la estampilla. Antes de que pudiera lograr ese objetivo, Matthew me interceptó, invitándome a ir con él a Carmody.

Fuimos a ver caballitos, vaquitas, pollitos... ay, había unos cerditos también muyyyy adorables, sus narices redonditas se...

Sacudí mi cabeza, volviendo a concentrarme en mi verdadero objetivo. Encontrar la carta.

—De acuerdo, aún tenía la carta cuando subí a la camioneta, así que de seguro la dejé allí.

Eso tenía sentido, ¿cierto?

Caminé hacía el garaje, pasando lo más silenciosa que pude al pie del estudio de costura de Marilla, en donde ella y Rachel estaban platicando, con la esposa del señor Thomas dando risas escandalosas, siendo contrarrestadas por las risas suaves de Marilla.

Abrí la puerta, soltando un suspiro de alivio al ver que Matthew aún no se había ido a Charlottetown.

Busqué las llaves encima del escondite de la otra vez, cuando quise escaparme para viajar hasta Toronto a ver a Gilbert.

Bingo.

—Anne.

Me sobresalté al instante, perdiendo el equilibrio, casi cayendo de espaldas, pero siendo salvada por mi héroe amante de los rábanos gigantes.

Colors[2] | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora