Morado

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Anne.

—Abre la boca.

Gilbert hizo caso a mi petición, dejando que le diera a probar el nuevo postre que Mary me había enseñado.

Su cara pasó de pánico a deleite ante la primera mordida.

—Joder, esto está delicioso.

Sonreí, victoriosa.— Te dije que esta vez salió bien.

Él asintió, ignorando el comentario y tomando el trozo de pastel de limón de mis manos.— Lo que tú digas, guapa.

Continuó comiendo como si no hubiese un mañana mientras lo observaba, complacida.

—Por poco pensé que me intoxicarías con linimento como en tu primer intento.— dijo, a los segundo de haber terminado, dejando el plato a un lado.

Estábamos en nuestra casita del árbol, haciendo un último picnic antes de que volviera a irse a Toronto. Viajarían con Moody, Minerva y Royal en un par de días.

El mayor de los Gardner era como el chófer asignado entre nosotros, después de todo, era el único con auto.

—A la próxima te intoxicaré a propósito.

Blythe me guiñó un ojo, sonriendo coqueto y tomándome de la cintura.— Me amas demasiado como para querer envenenarme de verdad.

Le saqué la lengua en un gesto infantil.— Sigue así, que cuando menos lo esperes, estaré soltando lágrimas de cocodrilo en tu funeral.

—Ajá.

—Te odio.— farfullé, fingiendo molestia.

—Te amo.

Posterior a esas dos palabras que derretían a mi alma cada vez que salían de sus exquisitos labios, Gilbert se dispuso a tomar mi rostro y empezar a repartir beso tras beso por toda mi cara.

Es que si no he muerto de amor es porque él se encarga de revivirme con cada dulce beso que me da.

Momentos como estos me reconfortan antes de que llegue la hora de su partida.

No me sentía tan nostálgica como la primera vez, en la cual, hice todo un melodrama cuando iba irse a su casa.

Me había sujetado a su pierna derecha con toda la fuerza que poseía mi pequeño y delgado cuerpo, con tal de no dejarlo.

Cosa que no sirvió de mucho porque en un segundo logró librarse de mí haciéndome cosquillas.

—¿Por qué estás poniendo tu cara de cosquillas ahora?— preguntó Blythe de repente, trayéndome a la realidad.

Solo procedí a reírme, sacudiendo la cabeza para dar a entender que no era importante.

—No es nada, solo recordando.

—¿Recordando que estoy loco de amor por ti?

Mi sonrisa se ensanchó al ver el brillo en sus ojos avellanos.

¿Cómo es que había personas que temían mirarlo directo a los ojos?

—Yo estoy más loca de amor por ti.

Él se mantuvo en silencio, sin continuar nuestro usual protocolo de competir por quién quería más al otro.

Sí, hasta en temas respecto a nuestra relación competimos. Eso no debería de sorprenderle a nadie.

De un momento a otro, puso un mechón rojizo que tenía suelto, detrás de mi oreja, pasando desde su raíz hasta la punta.

—En serio sigo sin creer que un ser tan bello como tú sea real.

Colors[2] | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora