Capitulo 24

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-Despertador-

A las cuatro sobre la aguja del reloj, él llamaba a su hermano por el teléfono de la cocina, apoyándolo entre su mejilla y hombro, teniendo libres las manos para hacer café; y ella devoraba el mismo libro de tapa azul con el que vino la casa, sentada en el escritorio junto a la ventana con las fosas nasales invadidas por el olor a cebada tan fuerte que despedía la casa del frente y que invadía su habitación.

Una separación necesaria, sana.

El malestar había acogido a la Teniente con una canica en su cabeza que rebotaba a casa paso que daba tras salir del cuartel el día de ayer, temblándole la vista si se movía muy rápido, rayándole cada que alzaba rápidamente la visión o miraba su caminar. Ayer cometió un error que le saldría muy caro: relajarse. No era un catarro, se trataba de un tema de estrés donde su sistema finalmente rezó "Okay, paró de llorar por el muchacho. Habrá que golpearle la cabeza para que no se lo olvide" y así fue.

Al bajar la guardia, los dolores de migraña la atacaron un momento durante la noche, entre las sabanas de su cama que tanto la envolvían a ella como al joven a su lado quién no se percató en ningún momento que Bree habría tomado turno al sentarse sobre su sitio a sostenerse las sienes con cuadro dedos, dos de lado y lado, intentando detener la sensación de que la cabeza le rodaría en cualquier momento hasta tocar suelo. La paz de Alphonse dormido a su lado le daba tanta envidia porque ella lo último que podía era imitarle en aquel momento, viéndolo allí, con dos cobijas hasta la nariz y el cabello revuelto en una almohada gris. Lo observaba con el filo de su mirada y sus ojeras se acentuaban en su rostro entre más fruncía el ceño ¿Quién era él para dormir así? Ella que trabajaba todo el día tenía que lidiar con una migraña y él, quién supuestamente lo único que hizo fue salvar a la humanidad, dormía como roca.

Nada justo, si se lo preguntaban.

Por la mañana tuvo un breve episodio donde el dolor casi la tumba al caminar, bastando un segundo para no fijarse que Beatriz batallaba con subir al sofá, tropezando con ella en un desliz y haciendo que revoloteará como una gallina. Su pareja vio eso y el cómo se brotaba los ojos a ratos por el calor que sentía en ello, producto del mismo agobio que detectó pronto como la causa a sus problemas de salud que por cierto, la traía con un genio que ni ella sola se aguantaba.

– ¿Qué hiciste? –Su parpado izquierdo tembló en el transcurso de la pregunta y el hombre que la recibió en la puerta al llegar del trabajo, frenó el beso que le daría en la mejilla al sentirse intimidado– ¿Por qué?... –Negaciones cortas con un movimiento de cabeza y vocalizando sin sacar las palabras del todo como si tuviera tanto que decir y tan poco que pudiera expresar– ¿Por qué tú... por qué moviste todo?

Bienvenido a una vida con una Teniente de guerra, Elric. Este sólo es el segundo día.

–Moví un poco para limpiar y olvidé de ponerlo todo de vuelta –Contestó con una risita nerviosa, acallada por ver cómo el rostro de su mujer no cambiaba en lo absoluto– ¿Quieres que lo haga?

–Me voy a cambiar –Arrugó la nariz como si hubiera un mal olor en la habitación y llevó una mano a su frente, presionando ante el avistamiento del cuarto dolor en el día.

– ¿Estás molesta conmigo? –La siguió como un cachorro, midiendo su distancia con cuatro pasos de por medio.

Lo ignoró hasta que tocó la perrilla de la puerta.

–No fue una invitación –Dijo por encima del hombro–. Voy a quitarme el uniforme y no quiero que entres.

¿O es que realmente quería lo contrario?

MAPS | Alphonse Elric [FMAB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora