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Estoy feliz y no quiero dejar que nada me lo empañe, pero después de llevar cerca de 10 minutos buscando a la mujer que supuestamente me ha llamado empiezo a sentirme víctima de un niño.

Me paro justo en el medio de la cocina. Desde mi posición puedo ver perfectamente el salón de la abuela de Elia, el cual es enorme, y la entrada principal de la casa. El concepto abierto hace que el espacio esté muy iluminado, tal vez por las puertas de cristal correderas que dan con el patio donde la fiesta continua. Miro a mis costados, tratando de buscar a la abuela de Elia por alguna parte, pero parece que no está, que no ha entrado aquí.

¿Habré sido engañada por un niño de 6 años?

Eso es lo que me cruza la mente antes de caminar por la estancia, tal vez buscando un poco más antes de decidir volver con el resto de la gente sintiéndome un poco tonta por caer en una mala broma.  Ahora mismo me siento muy feliz, lo cual era algo extraño para mí, y no quiero dejar que esto lo fastidie, así que camino un poco por el salón, asomando mi cabeza por los pasillos en un intento de escuchar algún ruido que me dijera que la mujer estaba por aquí.

No había ningún ruido que me dijera eso.

Suspiro negando con la cabeza y me doy la vuelta. Es en ese momento donde noto que la puerta principal está abierta, no del todo, pero sí hay un buen hueco que deja que la luz de fuera se refleje directamente en los azulejos de la entrada.

Tal vez ha salido afuera.

Me encamino hacia la puerta y la abro por completo. Varios coches están dispuestos en fila en la entrada de gravilla de la casa hasta pasar más allá de la portilla de acero que da con la carretera general del pueblo. Todo parece muy tranquilo y silencioso, sin la mínima posibilidad de que alguien esté por aquí afuera.

Sí, creo que un niño pequeño me ha engañado completamente.

Pero, supongo, que antes de rendirme del todo salgo un poco a la entrada para comprobar que realmente la abuela de Elia no está por ninguna parte. Paso entre los coches, mirando por encima esperando encontrarme a la señora que me ha tenido dando vueltas de un lado para el otro durante todo el día.

Efectivamente no está por ninguna parte.

— Nada Jana, un niño te ha gastado una broma— hablo para mí misma, como si de esa manera pudiera ver el lado divertido de esto.

Bueno, no es divertido, pero no dejo que me domine, no quiero perder el buen rollo y la emoción de antes.

Vuelvo sobre mis pasos hasta la puerta de la entrada dejando todos los coches a mi espalda. Me vuelvo a girar para poder cerrar la puerta y volver a la fiesta con todo el mundo, pero antes de cerrar atisbo algo raro en el parabrisas de mi coche.

¿Qué es eso?

Frunzo el ceño y salgo otra vez. Las piedrillas crujen bajo las suelas de mis converse blancas cuando me paro a un lado de mi coche. Hay un sobre marrón, que contrasta con el color blanco del coche, bajo uno de los parabrisas. Con cuidado lo cojo y miro a mi alrededor. No hay nadie, absolutamente nadie, pero no me fío.

Me encamino más allá de la portilla abierta de la casa. Me paro sobre la acera y miro a los costados, esperando ver algún coche que sobresalga del resto o me resulte ligeramente familiar. No hay nada, solo más coches pertenecientes a otras personas que también habían sido invitadas a la fiesta.

Bajo la mirada para observar el sobre en mis manos. En una de sus partes pone mi nombre y no me gusta, hay algo aquí que no me gusta nada. Decido abrirlo, solo por mera curiosidad, y tal vez con algo de miedo, pero no soy muy consciente de esa emoción por el momento. Dentro hay fotos, muchas fotos, y no tengo la más mínima idea de que significa esto.

EL ARTE DE SABER AMAR: PERFECCIÓN - RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora