Mis dedos volaban por las teclas de mi ordenador tratando de terminar lo antes posible uno de los muchos capítulos que completaban mi tesis doctoral. Mis ojos se habían pasado las últimas cuatro horas de la tarde vagando en línea recta por la pantalla confirmando que lo que tecleaba no tenía faltas de ortografía. Pulsé la tecla del punto y suspiré pesadamente mientras volvía al principio del capítulo para repasar lo que había escrito. Agarré mi cantimplora para beber agua y aliviar la sequedad de mi boca.
— No queda nada — desvié la vista de la pantalla para dirigirla hacia la botella. La moví de un lado hacia el otro comprobando que no emitía ningún sonido que probara que había líquido dentro— Me muero de sed.
Resignada dejé la botella a un lado de nuevo, y con pesadez devolví mis ojos al ordenador. Comencé a leer de nuevo, por décima vez, todo lo que había escrito. Sobé mis ojos cansada y traté de terminar la lectura del capítulo de la tesis que me estaba llevando a la locura.
Bufé. Esto no era bueno, había partes salvables pero tendría que rehacerlo otra vez. Tapé con mi mano derecha el bostezo que escapó de mis labios. Miré la hora en el reloj de mi ordenador, las 20:15 de la tarde.
Giré mi cabeza hacia el ventanal de la biblioteca de la facultad de derecho de mi universidad. El sol todavía era visible, pero ya comenzaba a esconderse. Los estudiantes paseaban por el campus o simplemente se sentaban en la terraza de alguno de los bares para tomar alguna cerveza en compañía de unas buenas risas. Me fijé en la larga cola que formaban los estudiantes para comprar un café o algo para comer.
Menuda envidia.
Suspiré cansada y devolví mi vista a la pantalla de mi ordenador. Las 10 páginas de word que había escrito esa tarde sobre la cultura y racismo se burlaban de mi. Llevé el cursor al botón de guardado, y lo pulsé sabiendo que esa noche tendría que volver a abrir el archivo para hacer algo más decente que eso. Apagué el ordenador y lo guardé en el bolso negro que acostumbraba a llevar en mi paso por el grado universitario. Cogí los tres libros que había usado para recolectar parte de la información y me acerqué al mostrador de la biblioteca.
— Hola Jana, ¿qué tal lo llevas?— el bibliotecario, Carlos, me sonreía como siempre lo hacía— ¿Estos tres serán?
— Si, serán esos tres— dejé los libros en el mostrador y rebusqué en mi bolso otro de los que ya había cogido prestado hacía una semana— Te vengo también a devolver este, gracias por recomendármele.
— No hay de qué — sus ojos se achicaron tras sus gafas de media luna— Este lunes recibiremos alguno más, por lo que he visto en el papel, creo que tienen que ver con la cultura oriental.— asentí observando como sus manos tecleaban en el ordenador los ISBN de los libros— Pásate el lunes a echar un vistazo, puede que te sirvan.
— Eso haré Carlos, siempre me salvas la vida— sonreí sincera mientras estiraba mis brazos para coger los libros que él ya había pasado.
— Sabes de sobra que no me importa— sonrió de nuevo. A este hombre nunca se le acababan las sonrisas— Aunque ya sabes mi condición.
— Sí — reí metiendo los libros en mi bolso— Quieres que te deje leer mi tesis doctoral.
— Menos mal que te acuerdas— el hombre rió y dedicándome una última sonrisa se despidió— Pasa buen fin de semana Jana, te veo la semana que viene.
— Igual Carlos, dale recuerdos a tu mujer— me despedí con la mano mientras me alejaba.
— Eso haré, adiós— se despidió con la mano.
Me giré comenzando a bajar las escaleras que daban hacía la puerta de salida de la biblioteca. Ajusté mi chaqueta de cuero en los hombros para acomodar el asa de mi bolsa que se tornaba pesado.
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EL ARTE DE SABER AMAR: PERFECCIÓN - RM
FanficMis pies habían avanzado el camino de mi vida hasta este punto, donde ya no sabía quién era o qué me gustaba. Siempre en busca de unos estándares que relamente no valían nada, al menos no para mí, no para él. Acogidos bajo los brazos llenos de espin...