Namjoon
Llevar una persona hasta su límite puede ser muy difícil. Requerir de todas las virtudes que exasperan a una persona hasta el punto de explotar su carácter podría ser de las cosas más retorcidas que el ser humano posee, pero no por nada somos la peor especie de todas, la más cruel.
No me creo nadie para hablar sobre esto, puesto que hace a penas unos segundos acabo de aterrizar de nuevo en la realidad después de mi pérdida de contacto. Balancearse en el borde es una especialidad a la que ya me he acostumbrado y eso, por muy triste que suene, me ha dado habilidades extra para poder reconocer a otros que se balancean de igual forma que yo.
Todas las personas caen por lo menos una vez. Es utópico eso de vivir en la plena felicidad perpetua, es algo que no es cierto y que no se acerca ni un ápice a la realidad. Caes, te levantas y luego vuelves a caer, así es como funciona.
Y estoy viendo como Irune cae en estos momentos.
No pensé que esto fuera algo que me tocaría ver, pero las circunstancias han erosionado todos sus bordes hasta llegar a la carne viva. Se resquebraja y lo muestra, porque es humana y también tiene su punto de quiebre.
Como todos.
Pasa como un rayo por nuestro lado después de soltar lo que parecía ser un grito de guerra. Creo que es la primera vez que escucho el nombre de la madre de Jana salir de sus labios de una forma tan clara, sin sobrenombres, pero tampoco es algo que me reconforte demasiado.
— ¡Qué alguno la pare!— Elia grita y nos mira a nosotros con sus ojos muy abiertos. Puede ser la primera vez desde que salimos que la veo quitar ese temple de impasibilidad que parece llevar siempre.
Tardo unos segundos de más en reaccionar mientras mi mirada ha corrido a seguir el paso arrollador que lleva Irune. Me muevo, tan rápido como puedo, y consigo alcanzarla antes de que su puño muy bien cerrado impacte contra la cara de la mujer que la observa con diversión desde los perfectos 15 centímetros de más que sus tacones le otorgan.
— ¡Hija de puta! ¡Te voy a matar asquerosa remilgada de mierda!— aprieto mi agarre en la cintura de Irune en cuanto noto como se revuelve con fuerza. Está decidida a agredirla, y con gusto la dejaría, pero soy consciente de que este no es el momento ni el lugar para hacer eso—. ¡Suéltame joder! ¡Deja que la suelte la ostia que se merece a la zorra estirada esta!
Doy un paso atrás para poner distancia entre Irune y la mujer. La pelirroja no para quieta y me supone una misión muy complicada eso de retenerla, pero puedo suspirar tranquilo cuando los refuerzos llegan. Jungkook me ayuda a sujetarla y entre los dos conseguimos bajarla al suelo y mantenerla retenida para que no salte sobre la rubia que tenemos enfrente.
— Irune, haz el favor de calmarte— Elia llega a nuestro lado con sus ojos muy bien puestos en la pelirroja que no hace más que resoplar—. Si montas un espectáculo aquí nos van a echar, entonces ella gana.
— Pero...¡ugh!— Irune bufa y Elia le entrecierra su mirada.
No sé que dicen, no entiendo nada, pero supongo que consigue tranquilizar lo suficiente a Irune como para que no vuelva a enloquecer. Miro a Elia esperando a que me diga que se han dicho, pero lo único que recibo es una mirada junto con un asentimiento para que soltemos a Irune.
No sé si debamos, pero lo hago.
— Tan ordinaria como su madre— el tono no es agradable, casi parece que las palabras salen de sus labios como si fuera una víbora expulsando veneno.
Aprieto los puños a pesar de que no he entendido lo que ha dicho. El español escapa de mi comprensión, pero soy meramente consciente del tono de voz que emplea.
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EL ARTE DE SABER AMAR: PERFECCIÓN - RM
Fiksi PenggemarMis pies habían avanzado el camino de mi vida hasta este punto, donde ya no sabía quién era o qué me gustaba. Siempre en busca de unos estándares que relamente no valían nada, al menos no para mí, no para él. Acogidos bajo los brazos llenos de espin...