54

136 22 0
                                    

Última semana de septiembre
Madrid, España

Una semana ya había pasado desde que huí de mi casa.

Una semana desde que esta tortura comenzó.

Y yo solo necesitaba verle el final.

Había perdido la cuenta de todas las cosas que había hecho solo por complacer a mi madre. Me había vuelto a humillar públicamente, algo con lo que pude lidiar a la perfección, porque era a lo que ya me tenía acostumbrada, pero esta vez se había vuelto mil veces peor a lo que solía.

Me había arrastrado a todos sus asquerosos eventos de ricos, exhibiéndome en público de una forma que odiaba y tratándome como una basura. Las pastillas para vomitar se habían vuelto frecuentes de nuevo y sentía que mi cuerpo iba a colapsar de un momento a otro.

Esta noche no era muy diferente de las otras. La carpa estaba perfectamente iluminada, dejando ver el gran espacio que el club de campo de mi madre había montado para juntar a tantas personas aquí. Todo el mundo estaba vestido con trajes de fiesta muy caros. Parecía una batalla por ver quien se había vestido mejor, por ver quien había escogido el traje más costoso. No había echado para nada de menos estas fiestas llenas de sonrisas fingidas y risas forzadas. Me repugnaba estar aquí, pero debía de hacerlo para tener contenta a Marta, quien parecía mostrarme demasiado feliz, aunque esa no fuera la verdad.

Solo era una mentira más de su parte.

Todavía no tenía ni la menor idea de lo que quería de mí. Tan solo me limitaba a dejarme manipular a su pleno antojo para no enfadarla de más, y lo odiaba. Mi pecho reburbujeaba en asco, y mis manos picaban por arrancarme el vestido y el peinado que llevaba para despojarme de una vez por todas de este disfraz que me habían obligado a ponerme. Tal vez podría lanzarlo lejos de mí y huir a algún lugar donde Marta nunca me encontrara, pero todas las ilusiones de mi cabeza se ven irrumpidas por la realidad que me rodea, por la realidad que vivo y no evito sumirme en una profunda tristeza.

¿Namjoon estará bien?

Quiero pensar que mi esfuerzo está sirviendo para algo, pero a veces dudo si está mereciendo la pena. Llevo días sin comunicarme con mi padre, pero sé de primera mano que Marta ya se ha encargado de ello en sus ganas de quitarlo de su camino. Siento que me estoy muriendo poco a poco, pero al menos necesito asegurarme de que nadie más está saliendo herido con esto.

No quería que nadie más saliera herido por el egoísmo de mi madre, si alguien debía sufrir esa sería yo.

— Tienes una hija muy guapa Marta— mis labios se tensan y sujeto muy fuerte el bolso de mano que llevo.

Marta sonríe encantada y responde al alago con algo que no quiero escuchar. Para este momento yo estoy mirando a mi alrededor como una loca, ubicando todas las salidas de emergencia a mi alcance para salir corriendo cuanto antes, aunque sé que ese solo es un sueño que está muy lejano a mis posibilidades.

Ellos siguen hablando como si yo no estuviera presente, ignorándome por completo, y eso lo agradezco. No quería escuchar nada de lo que tuvieran que decir de mí, nada de nada, porque ya estaba harta de escuchar todo el tiempo lo mismo.

Cuando se acercaban los hombres toda la conversación rondaba sobre lo joven y guapa que era, las posibilidades que tenía y lo buena que sería el día que me casara como ama de casa. Me sentía como un pedazo de carne en el mercado, y me daba asco a mí misma. En cambio, cuando las mujeres se acercaban, sobre todo las del entorno de mí madre, la cosa cambiaba. Ya no era sobre mi belleza de lo que se hablaba, sino de mi torpeza y estupidez. Solo resaltaba que era muy callada, como si esa fuera mi mayor virtud, pero el resto de la conversación fluía entre humillación y humillación hacia mi persona.

EL ARTE DE SABER AMAR: PERFECCIÓN - RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora