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Namjoon

Trato de mantener mis ojos cerrados para no tener que ser consciente de mi alrededor. Me siento ansioso, demasiado, y no veo el momento para que el avión aterrice de una vez, en suelo español, y hacer que todo esto termine.

Llevamos cerca de trece horas de vuelo, y todavía falta más de una hora interminable para poder aterrizar. No he dormido nada, aunque he pretendido hacer que sí, pero tengo muy claro que no he engañado a nadie, ya he dejado de hacerlo. No he dejado de removerme en mi asiento, y sé de sobra que todo el mundo lo ha notado, porque era imposible pasar por alto todos mis movimiento sin sentido en mi asiento. No duraba más de diez minutos en una misma postura, y aunque he intentado reclinar mi asiento hacia atrás y cerrar los ojos para dejar de agobiarme nada ha surtido efecto.

Mi corazón estaba empeñado en latir con brusquedad haciendo que mi sangre corriera al galope por todo mi cuerpo. La cabeza no dejaba de dar vueltas al mismo asunto, y sí, tengo muy claro el por qué de ello.

No puedo dejar de pensar en todas las consecuencias que esto podría tener.

Al principio las había pasado por alto, no había tenido muy presente los costes de todo esto, pero Elia se había encargado de bajarme a la tierra de un plumazo. Debía de admitir que ella tenía razón, que ir todos a España era la idea más estúpida que se nos había ocurrido, pero era lo único que sonaba viable en el momento. Cuando todo lo empiezas con una mentira es asombroso la facilidad con la que puedes seguir mintiendo, inventándote excusas baratas que avalen una coartada falsa para perseguir un objetivo. Yo tenía el objetivo muy claro, pero estaba pasando por alto los costes que eso conllevaría. Quería solucionar todo a cualquier coste, sin importar el precio a pagar, pero era un ignorante desesperado que, sin saber, por mí obcecación, podría empeorarlo todo.

Elia tenía razón en ese sentido.

Puede que me haya convertido en un loco desquiciado que ha dejado de razonar lo que antes revisaba tres veces sobre el guión. Había llegado a un punto en el que ya no me importaba nada. Sólo quería que los de mi alrededor estuvieran bien, un bienestar que por mi culpa se había quebrantado hasta hacerse añicos.

Ella subió a la primera cima.

Y yo la hice caer de golpe, sin paracaídas.

Nadie me reconocía, ni si quiera yo sabía que esta persona estaba muy escondida dentro de mí. Siempre tuve un sentido por la familia, puramente inculcado por mis padres, pero nunca a este nivel. Puede que, tras mis días depresivos, algo nuevo haya nacido dentro de mí. Una nueva persona dispuesta a luchar por lo que quiere sin amedrentarse contra el miedo que la vida imponía, y aunque el primer reto ya se antojaba vertiginoso, esto nunca lo vi venir.

Nadie espera, en los tiempos que corren, que una persona se sacrifique por otra sin pedir nada a cambio.

Hasta en la adversidad ella tenía algo para enseñarme. Lo fácil hubiera sido dejar que esto saliera a la luz, protegerse a sí misma antes que pensar en mí y en lo que me hubiera podido pasar.

Lo fácil nunca fue con ella.

Jana era muy diferente a todo lo que me había encontrado en la vida.

Ella había sido el oxígeno por el que tanto había suplicado.

Pero ahora solo suplicaba por su bienestar. Esa nueva parte de mí que se preocupaba por su familia había salido a flote con una fuerza desmesurada, gritándome un montón de órdenes que mi cerebro todavía se estaba esforzando por asimilar. El primer paso estaba hecho. Me había montado en un avión tan pronto tuve los billetes en la mano, y debía de agradecer a Bang por todo lo que había hecho para que esto estuviese sucediendo.

EL ARTE DE SABER AMAR: PERFECCIÓN - RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora