Cɑρíτυlo 2

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Gray realizó un largo, profundo suspiro. Con agradecimiento, el sonido alejó sus tontas reflexiones.

—Si estas esperando la perfección —dijo—, me temo que estas condenada a la decepción.

—¿Te burlas de mí? —Aunque interiormente estaba divertida por su suposición, parecía correctamente disgustada—. Ya sé que no existe ningún hombre perfecto. Mis hermanos me enseñaron esa lección muy bien.

—Sabihonda.

—Tomaré mi cuarto de dólar, muchas gracias. —Sonriendo abiertamente con aire de suficiencia, Lali ofreció una mano, con la palma hacia arriba. Sólo tenía cuatro monedas más, y no creía que le duraran todo el día, ni siquiera otros cinco minutos con Gray. La ganancia de un poco de dinero extra era un favor inesperado.

Su hermano cruzó los brazos sobre el pecho.

—No soy yo el que trata de dejar de decir palabrotas, por lo tanto no te debo nada más que una disculpa si he ofendido tus delicados oídos con mi crudeza.

Su sonrisa se borró rápidamente.

—Tú tienes la peor boca que he escuchado alguna vez, y juro que eres tú el que me enseñó cada palabra sucia que conozco.

Él se encogió de hombros como diciendo: "Si te molesta, pues no deberías haber escuchado".

—Hay zonas de fumadores —se quejó ella—. ¿Crees que hay alguna para malhablados?

—Absolutamente no. El jabón es la única cura. —El tinte de diversión en la voz de Gray le hizo recordar las muchas veces que le había lavado la boca con jabón cuando era niña—. Así que, ¿cuándo hacemos esa visita?

Aunque ella tenía muchas ganas de lavar su boca ahora mismo, dijo:

—Ahora, si tienes tiempo.

—Lo tengo.

—Entonces comencemos. Ya que estamos afuera, te mostraré el jardín primero. —Oh, le iba a encantar esto, pensó ella de repente, burbujeando por la anticipación—. Vamos.

Ellos caminaron un poco separados, discutiendo juguetonamente sobre quien había pasado una mañana peor. Él ganó, por supuesto. ¿Quién podía competir con ser abordado por una psicótica con intenciones ilusorias de gobernar el mundo? Cuando alcanzaron la entrada del jardín, Lali se paró, dio a Gray un momento para absorber el ambiente, y luego extendió los brazos ampliamente.

—Bienvenido a mi patio de recreo — dijo ella.

El silencio la saludó. Impaciente, le dio un toque con su pie y esperó algún tipo de reacción por su parte. Pasó un minuto, luego dos. Él no se movió ni un centímetro, no emitió ni un solo sonido. Finalmente, ella no lo soportó más.

—¿Bueno... que piensas?

—Santa mi...

—No... Dilo —pidió ella con una risita.

—Pero aquellas estatuas son... —Sus ojos se ensanchó con incredulidad cuando estudió una de las estatuas, luego otra—. Ellas están...

—Lo sé.

Siete estatuas protegían la entrada. Tres eran masculinas; cuatro femeninas. Todas estaban desnudas y posando en diferentes posturas de autosatisfacción. Aunque estaban parados justo enfrente de un lozano y verde matorral y era inapreciable desde donde ellos estaban parados, Lali sabía que su guerrero de piedra tenía las manos a los costados. Él no estaba dándose placer a sí mismo, pero obviamente estaba erecto. Magníficamente erecto. Su cuerpo era tan hermoso como cualquier estatua griega. Lo que él ofrecía a una mujer, sin embargo, no podía ser cubierto por una hoja de parra.

ESTATUA [ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora