Cɑρíτυlo 7

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—¿Por qué hiciste eso? —exigió ella, pasándose la mano a través de sus ahora mechones rubio-rojizos.

—Tenía sed. —Utilizando el borde de la sábana, se limpió con irritación, borrando rápidamente cualquier prueba de su fallido hechizo. Toda su vida, la magia se había arremolinado en su interior. Sin embargo, ya debería saber que era mejor no intentar realizar ningún tipo de encantamiento, ya que había aprendido a temprana edad que no era capaz de controlar la fuerza de su poder, algo que le molestaba enormemente y hería profundamente su orgullo.

—La próxima vez pídeme ayuda, ¿vale? Mi corazón no puede soportar otro susto esta noche. —Lali hizo saltar la anilla de su lata y se la dio—. Toma. Puedes quedarte la mía. De todos modos, yo no tengo sed.

Dejó su bebida diezmada a un lado y aceptó la que ella le ofreció. Cautelosamente probó un sorbo. El delicioso elixir bajó por su garganta, y le gustó el sabor.

—Esto es lo bastante digno para la mesa de un rey —dijo, asombrado—. ¿Qué otras maravillas culinarias posee este maldito mundo?

—Muchas cosas. —Enganchó los mechones sueltos de su pelo detrás de sus orejas—. Chocolate. Patatas fritas. Tarta de queso.

El estómago de Peter rugió. No conocía ninguno de los artículos que ella había nombrado, pero todos sonaban como ambrosía para su hambriento cuerpo. Su seducción podía esperar a que comiera algo.

—Prepararás todas esas cosas para mí.

Sus cejas color arena se juntaron.

—¿A sí?

—Sí. Así es. —Cabeceó para asegurarse de que ella entendía sus palabras.

—Bueno, ¿adivina qué? Yo solo prometí llevarte ante un psíquico mañana, nada más.

—Tengo hambre, mujer.

Ella puso los ojos en blanco, algo que hacía a menudo en su presencia.

—Realmente no estoy de humor para soportar más de tus lloriqueos por esta tarde, así que te agradecería que pararas. No soy tu chef personal y este es final de la discusión.

—El ocuparse de las necesidades de un hombre "todas sus necesidades" es el único objetivo de una mujer en la vida.

—¿Te estas burlando de mí, verdad?

—No. Nunca bromeo sobre los deberes de una mujer.

—Estoy segura de que no lo harías. —Perdió su mirada de divertida tolerancia, y en cambio le miró con los ojos de una mujer con una única misión: Matar a cada macho que se pusiera a su alcance—. Déjame explicarte algo, Peter. No es...

—Peter. —No le gustaba eso de que acortara su nombre y usara aquel tono impertinente, haciendo sonar "Peter" como si se dirigiera a un niño fastidioso.

Siguió como si él no hubiera hablado.

—No es tu día de suerte, Peter, porque yo no cocino, y aunque lo hiciera, aquí no hay provisiones.

—Me proveerás de un arma para cazar nuestro alimento, o me proporcionaras comida de tu mundo. Nada más es aceptable.

Descruzando los brazos, ella apretó los puños a los costados.

Ella se estaba aplacando, asumió para sí, ya que él, un feroz guerrero de Imperia, acababa de dar una orden directa.

—¿Cómo sobreviviste como estatua si no podías comer? —preguntó con calma.

—Eso no te concierne.

—¿Quieres comer?

Un músculo vibró en su mandíbula.

ESTATUA [ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora