Cɑρíτυlo 16

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Un maravilloso aroma fue a la deriva hasta su nariz. Frances, la envejecida criada, arrojó numerosos platos en su dirección y algunos trozos de comida cayeron en la mesa. Su estómago rugió. Con voracidad, él comenzó a cortar, morder y tragar, encantado ante tantos sabores, texturas y colores. Los cuadrados marrón claro llenos de oscuras esferas azules eran sus favoritos. Lali, notó, sólo comió una simple tortilla y bebió de una jarra un espeso líquido verde claro. Con cada trago, ella cerraba los ojos y pronunciaba bajas exclamaciones de éxtasis. Él consideró el empapar su cuerpo con ese líquido y ver lo que pasaba.

—Ahora que esta necesidad está satisfecha, sólo necesito un agradable y tranquilo "aporrear" para sentirme completo —dijo él—. Quizás aquella muchacha esté interesada.

Lali frunció el ceño.

Él casi se rió. Esa era la reacción de una mujer posesiva, y una que lo llenaba de esperanzas. Pronto...oh, sí, pronto el amor de Lali, le pertenecería.

—Ten presente —dijo Lali entre dientes—, que no tienes dinero. Las mujeres no duermen con hombres pobres.

—Entonces conseguiré riquezas.

—¡Como si eso fuera tan fácil! Ante todo, nadie, aparte de mí, te contrataría. Segundo, todo el dinero que ganaras me pertenecería como pago por alimentarte y alojarte. No soy una mujer que mantiene a un hombre mientras éste pasa el tiempo tumbado en el sofá, bebiendo cerveza y viendo la televisión.

—¿Así que, quieres contratarme?

—Sí —dijo ella, después de una pequeña vacilación.

—¿Quieres, por casualidad, que trabaje en el dormitorio?

Ella lanzó sus manos al aire.

—¡No! El trabajo que te ofrezco no tiene nada que ver con estar desnudos, terminar desnudos o desnudarnos el uno al otro.

Sus palabras dejaban fuera muchas posibilidades maravillosas, pero de vez en cuando, la ropa ofrecía igual o más estímulo que la carne. Sí, él muy bien podía imaginársela con un largo y brillante vestido azul que tapara todas sus curvas, cubriendo cada pulgada de su cuerpo. Despacio él levantaría el dobladillo del vestido. Más arriba. Más arriba, aún. No terminaría de desnudarla, pero lentamente revelaría la suculenta piel de sus tiernos muslos, y luego...

—Ya puedes dejar de mirarme con ese destello pervertido en los ojos —gruñó, pegándole en la mano que tenía sobre la mesa. Los vasos sonaron al juntarse—. Tú pintarás, levantarás el suelo, pondrás azulejos, ladrillos o lo que sea que se necesite hacer. A la casa —añadió ella—, no a mí. Y no quiero oír ninguna queja.

¿Quejarse? ¿Por el trabajo físico? ¿Cuándo su cuerpo ya tarareaba con entusiasmo, vibrando por el exceso de energía?

—Estoy encantado de poder ejercitar mis músculos, Lá. Haré cualquier cosa que necesites, no importa lo dura que sea tu petición.

Durante mucho tiempo, ella no dijo nada. Luego dio un largo y profundo suspiro.

—Mira, no soy tacaña ni tan mala, Peter. Realmente no los soy. Sólo que no sé qué hacer contigo —dejó un papel verde sobre la mesa—. Venga, vamos. Tenemos mucho trabajo que hacer hoy —se deslizó a través del asiento y se puso de pie.

Él hizo lo mismo.

Sus miradas se encontraron por un momento antes de que ella girara y se dirigiera a la salida. Peter sólo dio cuatro pasos antes de que alguien le cogiera del antebrazo. Él se giró, agarrando el arma de su cintura sin llegar sacarla.

La pelirroja le sonrió.

Él relajó su postura de guerrero.

—¡Ey! —le dijo ella con voz baja, gutural—. Soy Heather.

Ese era el tipo de recepción al que estaba acostumbrado recibir. Le devolvió la sonrisa.

—Es un placer conocerte, Heather, me llamo...

—Ya sé quién es. Usted es Hunter Rains, el tipo ese de la autoayuda. Los doce pasos que te ayudan a mejorar y todo eso. Le reconocí enseguida —se miró los pies, repentinamente tímida—. De todos modos, lo que trato de decirle es que he leído su libro y que sé que es usted de Australia. Me encantaría enseñarle los alrededores de Dallas. Soy...

Lali se había dado la vuelta ante las primeras palabras de Heather y ahora estaba de pie al lado de Peter. Sus ojos lanzaron llamas, luego se volvieron helados.

—Él no está disponible.

Heather ni siquiera miró a Lali, simplemente pestañeó en dirección a Peter.

—¿Lo está? No disponible, quiero decir.

Él no contestó enseguida. Disfrutaba demasiado con los celos de Lali.

—Esperaré en la camioneta —dijo bruscamente Lali.

Girando sobre sus talones y caminando a zancadas hacia la salida.

Peter se enfrentó a la pelirroja otra vez. Aquí estaba, una mujer como las de su mundo. Dispuesta a complacerle. Probablemente, haría todo lo que él quisiera, si le mostraba el más leve indicio de interés. Y aun así, no sentía nada, ni la más leve agitación de lujuria.

—Aunque pueda llegar a lamentar estas palabras —dijo él, cuando su cuerpo falló en responder a la proximidad de la muchacha—, realmente no estoy disponible.

—Pero la mujer con la que usted estaba es tan... alta y tan sencilla.

—¿Sencilla? —sonrió—. Su belleza es infinita.

Heather se encogió de hombros, decepcionada.

—Supongo que valía la pena intentarlo.

Con nada más que decir, él siguió el camino que Lali había tomado. Como ella había dicho, lo esperaba dentro del vientre de su transporte. Sus miembros estaban rígidos, su expresión fría.

Élsonrió lentamente. El día estaba lleno de promesas.

ESTATUA [ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora