Cɑρíτυlo 29

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Condujeron en silencio durante aproximadamente veinte kilómetros, con el suave murmullo de la radio como único ruido. Sentía el calor del cuerpo de Peter, manteniendo los pensamientos en las zonas bajas. Quizás era, por naturaleza, más sensual de lo que había creído. O quizás, simplemente, era carnalmente adicta a Peter, porque su cerebro comenzó a tejer fantasías en la mente. Lo veía todo tan claramente. Se acercaba más a su lado y deslizaba la mano por su muslo, haciendo que temblara dolorosamente por más. Los ojos la devoraban mientras susurraba una provocación que no podría ignorar.

Te desafío a experimentar el placer supremo, Lá.

Y ella, Oh, le dejaría. Las puntas calientes de los dedos apartarían las bragas y resbalarían fácilmente dentro. Luego, la acariciaría, primero lentamente, con deliberadas caricias de terciopelo, luego, con rapidez impaciente.

Quizás sacaría los dedos de su interior y se los llevaría a la boca, como si no pudiera vivir un momento más sin probar su sabor.

—¿Lali?

La voz era real, no parte de la fantasía y despertó de golpe.

—¡Qué!

—¿Es normal que conduzcas así?

—¡Oh, Dios! —Entre bocinazos y gestos con los dedos medios levantados, regresó la camioneta al carril adecuado. Se tomó un momento para reunir las ideas, reducir la marcha de la respiración y controlar los temblores que no tenían nada que ver con la mala conducción. Señor, quería explorar su cuerpo y permitirle que explorara el suyo. Quería sentir las duras ondulaciones de los músculos y la piel sedosa.

—¿En qué pensabas? —preguntó.

Tragando con fuerza, forzó la atención a permanecer en el camino.

—Simplemente, en que no puedo creer que hagamos esto. ¿Eres tan impulsivo en tú mundo?

—No. —No ofreció más información. —¿Cómo es ese lugar al que vamos?

—Bastante parecido a Dallas. — Tenía que conseguir que continuara hablando, tenía que mantenerse distraída. —Sabes, me has contado cosas de tu familia, pero nada realmente importante sobre tu mundo. ¿Cuáles son las diferencias entre Imperia y la Tierra, además del hecho de que todas sus mujeres son esclavas?

Se ofendió por eso.

—Las mujeres no son esclavas en Imperia. Simplemente son responsabilidad de sus hombres.

Rió de la ardiente mirada.

—¿Hay alguna diferencia?

—Sí. Un esclavo debe obedecer a su amo en cualquier momento. —Enfatizó la palabra esclavo, puntualizando que era masculino, el su se repitió en los oídos mucho después de que hubiera hablado. —No tienen derechos propios. Nunca. Pero a una mujer bajo la protección de un hombre se le permite expresar su opinión.

—Mientras que la opinión no sea diferente de la de su hombre, ¿Verdad?

—En público, no.

—Entonces no hay ninguna diferencia entre un esclavo y una mujer protegida.

Se sentó más recto en el asiento, una indicación clara de que no le gustaba la dirección de sus pensamientos.

—¿Me entendiste mal deliberadamente? Una mujer es respetada, hasta reverenciada. Un esclavo no es nada más que una posesión que puede ser desechado a voluntad.

—¿Desechado? ¿Qué diablos quieres decir con eso?

—Sólo que se puede regalar al esclavo o vendérselo a otro. No dije que aplauda esa práctica. Simplemente que puede hacerse. Te hará feliz saber que empiezo a entender que no todas las mujeres tienen la necesidad o deberían ser protegidas.

ESTATUA [ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora