Cɑρíτυlo 8

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Estoy en graaaaaves problemas...

Lali se metió en su camioneta, con el motor apagado; sentada simplemente allí, agarrando con tanta fuerza el volante que sus nudillos estaban blancos. Peter se sentó a su lado, en el asiento del pasajero, ajeno a las escandalosas sensaciones que revoloteaban en el interior de ella. ¿Lamerlo por todas partes? La idea le atraía más que nadar en una gigantesca bañera de HersEy's Kisses (bombones de chocolate) derretidos, aunque fuera en contra de cada gramo de sentido común que poseía. Contrariamente a lo que Peter podía pensar, los hombres machistas y desesperados no calentaban su sangre en el buen sentido.

Bueno, por norma general.

Su "harás esto" y "harás aquello" la irritaban sin límite, pero aquella irritación no conseguía borrar su atracción. Él era simplemente tan pecaminosamente sexy, tan inevitablemente masculino. Él sabía de su atractivo y de sus armas de seducción y no vacilaba en usarlas en su propio beneficio.

Con sus palabras, sus miradas y sus suaves caricias, él había dejado claro cuáles eran sus intenciones. Muchas veces, durante sus conversaciones, ella había dudado, preguntándose si simplemente se rendía o si seguía resistiéndose. ¿Y si resistiéndose, sólo posponía lo inevitable?

La intuición le decía que este hombre no sólo podría darle la noche más salvaje de su vida, sino que podría curarla del Síndrome de la Primera Cita. Él no andaba con las piernas arqueadas o hablaba con un tono nasal. No, él poseía el paso de un cazador, fuerte y seguro. Su ronca voz le provocaba temblores de placer, no temblores de repulsión. Ella no lo había visto comer, pero dudaba que se comiera los guisantes de uno en uno. No creía ni que tuviera la paciencia de masticarlos.

Él no era del tipo paciente.

Aun así, eso no le desagradaba tanto como debería hacerlo.

—¿Cómo pones este vehículo en marcha? —A su lado, Peter abrió la puerta del coche, pero no se bajó. Simplemente cerró la puerta otra vez, luego la volvió a abrir y cerrar, los goznes chirriaron con cada movimiento.

—Sigue intentándolo así —refunfuñó ella, todavía perdida en sus pensamientos.

Cuando una pasaba por alto su impaciencia, su comportamiento machista y su inclinación a desobedecer, Peter era casi perfecto. Y realmente la excitaba de un modo que nunca había experimentado antes.

¿Y qué si lo hacía? ¿Si aceptaba el placer que él le ofrecía?

Un simple roce de su cuerpo contra el suyo casi había hecho que ella experimentara su primer orgasmo. No se imaginaba lo que el contacto con su cuerpo entero, piel contra piel, la profunda introducción de su miembro en su interior podría hacerle. Matarla, lo más probable, ¡pero qué manera de morir! Sin embargo, a pesar de su Yo-puedo-darte- el- clímax- de- tu- vida y su magnetismo sexual, él realmente era condenadamente molesto. Con su actitud, se parecía demasiado a sus hermanos. Las cejas de Lali se unieron. Vale, ¿así que tenía que convencerse a si misma para acostarse con él? ¿O ya estaba convencida?

Hora de reagruparse.

Pros: 1. Ella lo había deseado, tanto en su forma de estatua como siendo humano, durante las últimas tres semanas. 2. Él podía azotar su cuerpo en un placentero soufflé. 3. Él se marchaba a la mañana siguiente.

Contras: 1. Él se marchaba a la mañana siguiente. 2. Su arrogancia le hacía perder los nervios. 3. Ella no era nada más que una obligación necesaria para él, alguien que le era de utilidad de momento.

¿Realmente quería ella ser una "obligación momentánea" en su primera vez?

No.

Ella quería cariño y dulzura, flores y música. Quería palabras bonitas y halagadoras, tal vez hasta un susurrado: "Simplemente tengo que tenerte. No puedo vivir sin ti. Si no te toco pronto moriré. Por favor. Te lo ruego."

ESTATUA [ADAPTADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora