Cɑρíτυlo 30

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—Deja la espátula aquí, ¿dale? Otra gente no podría entender los motivos por los que la llevas.

Desde luego, no prestó atención a la advertencia y se llevó la estúpida cosa.

Cahoots era un bar grande y el club estaba situado a las afueras de la ciudad. La tumultuosa música rock asaltó sus oídos cuando Peter y ella entraron y caminaron por la negra y delgada moqueta en busca de una mesa. Alrededor de ellos, los cuerpos giraban con un rápido ritmo, golpeándolos. El humo espeso y asfixiante de los cigarrillos envolvía a los bailarines como una mano fantasmal. Quería sentarse en el fondo, pero todas las mesas estaban ocupadas.

La expresión de Peter era apenada y estoica, aunque pareció un poco impresionado por la manera íntima en que las parejas bailaban. Se sentaron dentro de una cabina y Lali puso las botellas de cerveza vacías en un rincón tras ellos, despejando la superficie de la mesa. Entonces, con un suspiro, se acomodó en el asiento y simplemente absorbió la atmósfera.

—¿Qué opinas? —gritó sobre la música un rato más tarde.

La nariz se arrugó.

—Es... Interesante.

Los labios se estiraron, pero logró contener la sonrisa.

—¿Quieres beber algo?

Él dio una sola sacudida de cabeza.

—Bien, de acuerdo. Vuelvo en seguida. —Caminó con dificultad hasta la barra y cuando alcanzó la reluciente madera de caoba, Peter estaba a su lado. Dos camareros estaban de turno, mezclando bebidas y abriendo cervezas. Una mujer se mantenía a distancia en la esquina, secando vasos de cristal; el brillante esmalte de uñas de color naranja reflejaba la intensa luz y el pelo era de un rico, profundo púrpura. Tenía un cigarrillo sujeto entre los rosados y brillantes labios; la ceja perforada y una hilera de sombreros de cowboy tatuados en el brazo derecho.

Pagó un ron con coca-cola para ella y una seven up para Peter, sabiendo que no querría nada que contuviera –Lámelo–, a no ser que eso implicara una tina llena de mujeres desnudas. Los dedos se apretaron sobre el cristal ante la idea de él con otras mujeres. Prácticamente le tiró la bebida.

—Toma.

Uno de los camareros masculinos miró a Peter dos veces, los ojos abriéndose cada vez más.

—¡Eh!, No es usted... Mierda santa. No me lo puedo creer. Hombre, usted se parece a Mike Calman, el mejor jugador que ha tenido nunca los Wyoming Wranglers. ¿Me daría un autógrafo? —Deslizó una servilleta sobre la superficie de la barra.

Las palabras Mike Calman hicieron que varias personas se dieran vuelta y miraran fijamente a Peter. Siendo una ávida seguidora de los deportes, Lali había visto a Mike Calman conducir a su equipo a varias victorias importantes durante los últimos dos años, y no creía que Peter se pareciera en algo a la célebre estrella del fútbol. Sin embargo, en unos segundos, un grupo entero le rodeaba, haciéndole preguntas como:

—¿Dónde está su anillo del Super Bowl? ¿Quién va a sustituir a Coach Garedy? ¿Piensa usted jugar para los Cowboys?

No tenía ni idea de lo Peter contestaba, pero independientemente de lo que dijera, la gente estaba encantada. A los que se molestaron en echarle un vistazo, trataba de explicarles que no era un jugador profesional de fútbol, pero las protestas eran tomadas en broma. Finalmente, ya tuvo bastante y tiró de su brazo.

—Volvamos a la mesa, Mikey.

Asintió, aunque de mala gana.

Justo volvía a la mesa cuando, por el rabillo del ojo, vio a la mujer del pelo púrpura acercándose por detrás de la barra. Los ojos estaban llenos de intenciones, y ni siquiera el espeso y puntiagudo rímel, podía enmascararlo.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2023 ⏰

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