Imperia
Percen de Locke andaba con dificultad a través de la antigua playa Druinn, un asilo situado en el corazón de Imperia e invisible para los intrusos mortales. La luz de la luna se derramaba sobre los granos de cristal, creando un ambiente misterioso. La fragancia de gartina y elsment llenaba la fresca brisa que humedecía sus mejillas y cuello, despeinaba los oscuros mechones de su pelo y luego se alejaba como un fantasma. Las estrellas centelleaban en el cielo, tan cerca que sólo tenía que alcanzarlas y sostener su esencia en las manos.
Qué burla ere este hermoso refugio para sus emociones.
Sus miembros eran sacudidos por el odio, la impotencia y la rabia. Apenas era capaz de mover sus piernas, una tras otra para caminar. Justo ayer, tenía al maldito Peter el Sar dentro de una impenetrable pared de piedra. El guerrero había estado de pie aquí, en medio de la playa Druinn, pero ahora él se había ido.
¡Ido!
Percen sintió la magia de su madre, olió su floral perfume y supo, más allá de toda duda, que ella era la responsable. Que ella había puesto a Peter en libertad o lo había enviado lejos. Con los puños apretados, cerró los párpados. Usando los ojos de su mente, buscó respuestas a través de los restos de magia persistente. La energía cubrió el aire con capas, cada capa de un color diferente, dependiendo del hechizo o la magia utilizada en cada momento. El hechizo más reciente estaba encima y emitía un matiz rojizo. Ese no era un hechizo como los otros, era uno que creaba y utilizaba otros hechizos de energía... para abrir un vórtice.
Ahora sabía, con total certeza, que habían enviado lejos a Peter, salvando al maldito guerrero de la ira de Percen. El conocimiento ardió en su interior, abrasándolo como un rabioso fuego fuera de control.
—¿Qué es lo que te atormenta? —dijo una suave voz femenina detrás suyo.
Percen interrumpió su caminata. Diminutos cristales blancos se dispersaron por sus pies cuando se giró rápidamente. Una belleza de morenos cabellos se alzaba orgullosamente ante él con un amuleto azul celeste adornando su garganta. El centro de la joya pulsaba con la vida de un océano. Los aristocráticos hombros de la mujer se cuadraron por la preocupación. Aunque él sabía que era una preocupación fingida, ya que ella no se preocupaba nada por él.
—¿Viniste para regodearte? —dijo él con brusquedad.
—No —su expresión era ilegible, mientras ella extendía la mano para tocar su hombro, pero su ardiente y feroz mirada la detuvo. Se quedó quieta un momento y luego dejó caer la mano a su lado—. No me produce ninguna alegría el verte trastornado.
—No actúes como si te preocuparas por lo que siento. Sé que tu afecto no es real.
Sus pálidos y azules ojos, iguales a los suyos, se oscurecieron con tristeza.
—Soy tu madre. ¿Por qué crees que puedo preocuparme por uno de mis hijos, pero no por el otro? Sí, te abandoné aquí, pero siempre sentí la misma devoción por ti que por Peter. Siempre.
—¡Mentirosa! —cerró la distancia que había entre ellos, allí en la tranquila playa blanca. Su rabia creció, y sin advertencia, la golpeó. Con fuerza. Poniendo todas sus fuerza en el golpe. Su cabeza giró a un lado, y un pequeño chorrito de sangre fluyó de la esquina de su labio—. Eres una mentirosa —dijo él despacio, suavemente. Severamente.
El silencio se apoderó del lugar como una sombra opresiva, y él vio la mejilla de su madre enrojecer e hincharse. Él había puesto aquella marca allí, y el conocimiento lo hirió profundamente, vergonzosamente. Aguantó la respiración hasta que su pecho quemó en agonía, porque la apacible fragancia de su perfume se burlaba en las ventanas de su nariz. Esperó sus siguientes palabras, palabras que por fin confesarían su odio por él.
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ESTATUA [ADAPTADA]
FanfictionUn príncipe alienígena maldito en una piedra... una mujer moderna, un beso impulsivo... una pasión que nadie podría resistir...