Norman Babcock

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Norman lo escuchó susurrar.

Su bicicleta chirriaba mientras él pedaleaba con insistencia, mientras que su mejor amigo trataba de seguirle el paso, sin mucho éxito.

El viento acariciaba la piel de las mejillas, el sol se escondía lentamente por detrás de los largos pinos. Por las calles, un inusual silencio parecía ser lo único que los acompañaba. Pero Norman ni siquiera se dio cuenta de lo extraño que era no encontrar a algún vecino andando por las banquetas.

Algo susurró.

Suave, gélido y espeluznante. La bicicleta de Norman paró en seco, levantando una capa de polvo a su alrededor. Neil se detuvo rápidamente, volviendo la mirada.

Otro susurro.

Al principio ambos creyeron que era el viento. Pero cuando ambos se disponían a retomar su andar, el susurro se convirtió en una voz apaciguada, que cantaba a través de los árboles.

Neil masculló que presentía algo, que podía sentir como alguien le arañaba la piel de los brazos y parte de la cara. Estaba temblando, con un sudor frío cayendo por la frente.

Norman quiso tranquilizarlo, pero un impulso más allá de su comprensión incitó al niño a seguir adelante. Ambos, sin la consciencia de que estaban siendo observados, volvieron a subir a las bicicletas y pedalearon tan rápido hasta perderse en la noche.

Cuando llegaron al corazón del mismo, bajaron con lentos pasos y abandonaron los vehículos a la orilla del bosque.

Norman Badcock junto con Neil Downe caminaron al interior del bosque, sin volver la mirada hacia atrás.

Más adelante, cuando sus padres buscaran su pista, solo encontrarían un par de bicicletas abandonadas a los lindes del bosque.

Y la chaqueta de Neil, atorada en una rama. Ondeando a la par del viento.

Mystery Kids: Bemus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora