Mellizos

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Como se esperaba, fue Dipper el primero en salir corriendo, seguido de Norman, que le seguía de cerca; Coraline gritó a sus espaldas, pero ninguno de los dos fue capaz de escucharla, pues los pasos de Dipper iban convirtiéndose rápidamente en zancadas que se abrían espacio entre las hierbas, saltando las raíces que yacían desparramadas por la tierra.  

Norman sentía que el aire se escapaba de los pulmones, pero aún así siguió corriendo tras él, mientras el grito a su alrededor iba creciendo considerablemente. El muchacho pensó en las películas de terror que veía sentado frente a la televisión de su hogar, cuando la víctima gritaba tan fuerte que podías sentir como el corazón se le desgarraba. 

Pero aquel grito era diferente.

Lo sabía por la forma en que se extendía, hendiendo el aire, provocando que el silencio se llenara con su esencia. Norman no quiso pensar en la causa que había originado tan temible exhalación, pero frente a él, las piernas de Dipper parecían temblar bajo su peso, incluso sus movimientos eran torpes, cercanos al tropiezo. 

─ ¡Dipper! ─Gritó Norman, exasperado─. ¡Dipper, detente!

Pero sus suplicas no hicieron más que hacer que el mellizo corriera con mucha mayor fuerza, apretando los puños a sus lados. Los árboles a su alrededor fueron escaseando, el grito de Coraline había desaparecido por completo, en su lugar, el grito era el que reinaba los parajes.

Una luz se podía vislumbrar a lo lejos, como un minúsculo Sol que floreciera al horizonte repleto de oscuridad. Una única luz que iluminaba sus pasos, pero no lo suficiente para que Norman mantuviera la carrera libre; tenía que mantenerse cerca de los troncos para evitar caer, aunque las escamas le rasparan las palmas, provocando que sangrara. 

─ ¡Es una tontería! ─Gritó, lo suficientemente fuerte para que Dipper le escuchara a través del ruido sofocante─. ¡No vas a salvarla de esta forma!

Dipper volvió la mirada hacia él ─lo suficiente para que sus miradas se entrecruzaran─ y Norman pudo observar, conteniendo el aliento, que los ojos del niño estaban atestados en lágrimas.

─ ¡¿Entonces de qué forma pretendes que la salve?! ─Chilló, negando con la cabeza─. ¡¿Dejándola sola?!

Sin decir otra palabra, volvió la cabeza hacia adelante, sin volver a dirigir la mirada hacia Norman, que había quedado clavado contra el suelo, mientras respiraba entre grandes bocanadas; entrecerró los ojos, frunciendo los dedos contra la áspera madera. Entonces, en el fondo de sus recuerdos rememoró a Agatha, la chica por la cual había arriesgado su vida para no dejarla sola.

Si aquel era el sentimiento que removía las acciones espontaneas de Dipper, entonces Norman no tenía más opción que seguirlo, porque, ¿cómo se sentiría dejando atrás a un pedazo de tu familia?

Volviendo a tomar el aliento, retomó a la carrera ─ahora con mayor velocidad─ y esquivó rápidamente los troncos, sin tropezar, la luz iba volviéndose cada vez más cercana, y de ella podía contemplarse la formación de vientos que figuraban un remolino dorado.

Al llegar al páramo, Norman alzó la mirada, con el rostro iluminado. Delante de sus ojos se encontraba un cuerpo flotando en el aire, cuyo cabello flotaba a su alrededor como un halo; Dipper gritaba el nombre de su hermana, entre lloriqueos, pero eso no fue lo que hizo que el muchacho contuviera el aliento. No era solamente una luz dorada lo que acompañaba a Mabel, sino que una figura perfectamente triangular posaba detrás de ella, manteniendo el cuerpo justo en el centro. 

El grito desgarrador calló de repente, y la figura triangular pareció abrir un único ojo en su centro, cual pupila era parecida a la de un gato. Norman recordó la mirada que había adquirido Dipper después de haber sido poseído por el monstruo que intentaba cazarlos, esa forma en que los observaba, como si estuviera planeando su muerte.

Dio un paso atrás, con el corazón latiendo con fuerza. Ningún sonido provenía de su garganta, el silencio había absorbido el ambiente, volviendo a éste gélido. 

─ ¡Déjala en paz! ─Gritaba Dipper, con los puños al aire─. ¡Suéltala! 

La luz dorada se volvió de un rojo sangre. 

Y Norman, como en un parpadeo, se dio cuenta que habían cometido un error colosal. No sólo eso, sino que ambos habían caído de forma estúpida en una trampa; la presencia del monstruo mayor los acechaba por los lindes del bosque, observando con glacial silencio, mientras una de sus creaciones pretendía exterminarlos.

Acabar con sus vidas. 

─ ¡Dipper, es una trampa! ─Gritó Norman, dando un paso adelante.

Su cuerpo apenas y podía responder. 

─ ¡MABEL! ─Gritó el niño, desesperado─. ¡MABEL!

Entonces el suelo bajo de ellos se rompió, y de un golpe cayeron entre piedras. Un hueco se formó debajo de sus pies, el cuerpo de Mabel flotaba pero eran sus miembros los que se fruncían de manera antinatural, como los de una muñeca a punto de ser destrozada.

No había tiempo, Mabel estaba por ser destrozada frente a sus ojos, y ninguno de los dos tenía la posibilidad de salvarla; Bill se echó a reír con fuerza, y alzó los brazos por encima de su cuerpo, llevando consigo a la niña, que era arrastrada sin compasión. 

Dipper tomó carrera, y en un salto, trató de alcanzar a su hermana. Pero su intento fue inmediatamente rechazado por el enemigo, que lo lanzó por los aires de un solo movimiento de ojos; Norman corrió hacia él, demasiado tarde, el cuerpo de Dipper chocó lejos de allí contra un conjunto de rocas.

─ ¡Dipper! ─Gritó, en vano.

Bill bajó la mirada hacia él, parecía estar sonriendo. El cuerpo de Mabel iba desprendiéndose, era sólo cuestión de tiempo para que cayera, para que el monstruo que deseaba cazarlos obtuviera a su primera víctima.

Coraline apareció como una ráfaga, el cabello azul iluminó su alrededor, y entre sus brazos cogía el libro. Ni siquiera volteó la mirada hacia Norman cuando comenzó a gritar palabras extrañas que iba leyendo del tomo; su alrededor fue absorbido, Mabel abrió la boca de forma antinatural y soltó el más desgarrador de los gritos, helando la sangre de los niños.

Norman notó como la presencia del monstruo desaparecía al igual que su creación, que fue absorbida por el cielo negruzco, desapareciendo de un sonido hueco.

Mabel cayó de un golpe, a sus espaldas Wybie y Neil corrieron hacia Dipper. Coraline se dejó caer de rodillas, y Norman ─sin perder otro segundo─ se dirigió rápidamente hacia Mabel. Estaba temblando, la piel se encontraba tan helada como la de un muerto ─y es que eso Norman si podía afirmarlo─ y murmuraba palabras incomprensibles entre dientes. 

El niño la tomó entre sus brazos, atrayendo su cuerpo contra el suyo para que dejará de temblar. Coraline se arrastró hacia ellos, parecía agotada y sus mejillas gozaban de un color blanquecino, Norman temía que de un momento a otro se desmayara y no pudiera auxiliarla, pero entonces unos pasos rápidos se aproximaron a ellos, y cuando ambos alzaron la mirada, Dipper corría con desesperación hacia su ubicación.

Sin pedir permiso, tomó a su hermana, arrebatándola de los brazos protectores de Norman y la atrajo hacia él, mientras por lo bajo podía escucharse como sollozaba. 

─Lo siento, Mabel ─susurraba Dipper, sin soltarla de sus brazos─. Fue mi culpa, lo siento...

Norman volvió a recordar a Agatha, y con una ligera sonrisa, se alejó un poco de ellos para darles espacio. Se preguntó cuál sería el sentimiento de tener un hermano mellizo, alguien que había compartido todo contigo incluso antes del nacimiento.

─Estuvo cerca ─murmuró Coraline, a sus espaldas, Wybie y Neil yacían sentados, en silencio.

─ ¿Cómo es que siempre sabes que hacer? ─Le preguntó Norman, ladeando la cabeza.

─Esa es una buena pregunta ─respondió la niña, dejando caer la cabeza sobre el hombro del niño─. Muy buena pregunta. 

Mystery Kids: Bemus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora