Su nombre es Bemus

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Fue un estallido de gritos, como si una bomba nuclear hubiera estallado justo en el centro; se escucharon gritos, y Norman pudo observar que los roedores que atestaban el suelo iban retorciéndose, con la piel achicharrada. Confundido, alzó la mirada de la tierra, para colocarla sobre la escena que acontecía frente a sus ojos: Coraline permanecía tirada en el suelo, y de su brazo emanaba una fuerte cantidad de sangre.

La bruja nuevamente alzó sus brazos al cielo, soltando una fuerte carcajada frívola, que congeló la sangre de su corazón. Iba a matarla, o peor que eso.

Acercó el alfiler al rostro de la chica, y con la otra pezuña repiqueteaba un par de botones color negro, dirigiéndose hacia el rostro lechoso. Agatha le había advertido justo antes de que se negara: uno de ellos tenía que morir, y al que reclamaban en ese momento era a la niña de pelo color azul, así todos estarían momentáneamente a salvo.

"─Sólo la quiere a ella ─había mascullado, tomando a Norman entre sus brazos─. Si ella se va, tú estarás a salvo."

Recordó la forma en que le sonrió, como si con esa traición asegurara la subsistencia del niño.

Norman se negó, gritó, y el cuerpo de Agatha cambió de un solo movimiento, estirándose, y de su vientre emanó relleno ─del que se solía utilizar para los osos de felpa─, y fue ahí cuando todo explotó. Ahora, seminconsciente, con el corazón agitado y la vista nublosa, no tuvo opción que contradecir las indicaciones de su "amiga".

Saltó desde lo alto del árbol, el fuego había dejado de propagarse, pero caminaba por un cementerio de cenizas y podredumbre. Atrás de él, Wybie gritó y brincó de la seguridad del tronco, cayendo de golpe contra los cuerpos. Le siguieron Dipper, Neil y Mabel de cerca, pero pareció que Wybie le gritó una advertencia al niño, porque se abstuvo de seguir caminando, quedando así clavado contra la tierra, revolviendo las hojas del diario.

Su plan era salvar a Coraline de la criatura, y huir, pero, ¿a dónde? Ese monstruo los observaba desde lo alto, cazándolos como animales en pradera, ¿tendrían algún tipo de posibilidad?, se preguntó, conteniendo el aliento.

─Tenemos que salvarla ─farfulló Wybie, llegando a su lado. Su rostro estaba lleno de mugre y cenizas.

«No tienes que decírmelo», quiso replicar Norman.

Pero la Otra Madre alzó a Coraline entre sus patas, volvió la cabeza de araña ─puntiaguda, bufando─ hacia ellos, y gritó de tal forma, que el mundo en el que habitaban se desplomó de un chasquido. Se rompió la tierra, partiéndose en dos, y los árboles cayeron blandidos contra el suelo. El cielo se tiñó de blanco, rompiéndose en fragmentos, era como si la nieve hubiera llegado de improviso.

Norman lo vio.

Al fondo, escondido entre las cenizas y con el cuerpo delgado estirándose hacia el horizonte, extendiendo las pezuñas, mostrando así los afilados colmillos del hocico. Era él, el monstruo que los había arrastrado a ese mundo para matarlos, sin razón alguna; le sonrió a Norman, y pudo escuchar claramente como esté susurró su nombre en lo profundo de su mente.

La bruja tenía a Coraline entre las palmas.

─ ¡Jones! ─Gritó Wybie─. ¡CORALINE!

Se abalanzó hacia la bruja, improvisto de armas, acompañado únicamente por su valor, pero fue inútil. La Otra Madre no lo quería a él, fue así como ella lo aventó de una patada, hundiéndolo entre las cenizas de ratas. Mabel corrió a su rescate acompañada de Neil.

─ ¡Dipper! ─Sollozó Mabel, mirando a su hermano─. ¡Haz algo, Dipper!

Norman dio un paso. Uno tras otro hasta que por fin el calambre del miedo lo abandonó.

Tan tarde, como el deseo de una cometa que se ha escondido entre las nubes, Dipper finalmente encontró la página del diario que tanto estaba buscando, al mismo tiempo que Mabel soltó un grito aterrador, llevándose las manos hacia el rostro: la ceniza comenzó a filtrarse por su piel, hundiéndose en su interior. ¿Qué era lo que estaba pasando?

Parecía una pesadilla, ilógica y al mismo tiempo aterradora, siniestra.

─ ¡Norman! ─Chilló Neil, señalando hacia la bruja.

El corazón se le detuvo por unos segundos al niño, quien observó aterrorizado lo que acontecía frente a sus ojos.

Coraline colgaba como muñeca entre las pezuñas, y su cabeza estaba ladeada de tal forma que colgaba hacia atrás, muerta. La Otra Madre sonreía ─igual que el demonio, escondido en el fondo de las cenizas─ mientras sus finos dedos de metal jugaban contra el hilo; uno de los cuencos de Coraline Jones estaba vacío, sin contenido en su interior, la sangre caía entre sus mejillas, formando un minúsculo charco debajo de donde pendía.

Norman cayó al suelo, asustado.

Su cuerpo no reaccionaba, se limitaba a observar como ─lentamente─ la bruja tejía el primer botón, robándole el alma a Coraline. Se podía escuchar el rasgar de la piel contra el hilo.

Norman sin darse cuenta comenzó a llorar, gritando el nombre de la niña en vano, mientras apretaba con fuerza los puños a sus costados, sin la capacidad de moverse. Le había fallado, ella acudió siempre a su rescate, aunque eso implicara quedarse sin respiración, y ahora, cuando era su turno de salvarla, se limitaban a observar como la cocían, arrebatándola de ellos.

Jamás experimentaría la sensación de volver a estrecharla entre sus brazos.

Atrás del grupo de niños, Dipper Pines dio un paso decidido hacia adelante, aferrando con fuerza el diario entre sus manos. En sus ojos podía contemplarse el terror de mirar como Coraline yacía sin vida entre las pezuñas del monstruo creado por el demonio original, quien los arrastró a ese mundo.

─ ¡Bemus, tú nombre es Bemus! ─Gritó con furia el niño, señalando a las espaldas de la bruja, en el escondite donde permanecía Bemus Argus en silencio.

Lo siguiente que salió de sus labios fue parecido a gañidos animales, y cuando finalizó, los dedos de la Otra Madre permanecieron quietos. Y el corazón de Norman volvió a latir, pero el cuerpo de Coraline seguía sin moverse.

Entonces todo estalló en pedazos, y el mundo se volvió negro.

Mystery Kids: Bemus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora