"Mi nombre es Coraline. No Caroline"

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Norman estaba nervioso.

Pero trataba de que sus manos no le temblaran lo suficiente como para delatarlo; en lugar de eso, le sonrió a la niña, a pesar de que su amigo Neil le musitaba acerca de un peligro que no existía en ella. Aunque no podía juzgarlo del todo, sabía que no podía confiar en cualquiera.

Pero el cabello azul y el ceño fruncido con el que parecía mirarlos, le hizo suponer a Norman que no existía peligro alguno. Inclusive ella ─según la suposición del muchacho─ estaba tan perdida como ellos.

Se levantaron del suelo con cuidado, tambaleando ligeramente. El susto había provocado que sus corazones comenzaran a latir con fuerza. La luna comenzó a esconderse por detrás de las nubes.

«Lloverá», pensó el muchacho, mirando a la desconocida, quien ya había retirado su atención de los niños y ahora escudriñaba su alrededor.

─Si hablamos de estar perdidos ─fue su respuesta, frunciendo los labios de forma tajante, lo que provocó que Neil le musitara: "Es una mala idea, Norman"─, entonces creo que estamos iguales, Norman y Neil.

La extraña siguió caminando a dirección de los arbustos, y agachándose un poco, tomó entre sus brazos el gato negro que había saltado hacia ellos de forma imprevista. El animal no perdió la cordura ni la elegancia, sino que en su lugar les dedicó una mirada llena de advertencia.

Con el gato en brazos, ella devolvió su atención hacia ellos y prosiguió:

─Mi nombre es Coraline Jones ─dijo con voz firme y sin tartamudear. Su mirada parecía ser impenetrable.

─ ¿Caroline? ─Musitó Neil a modo de pregunta, ganándose una mirada condescendiente de la niña, que se volvió hacia él, pero no parecía estar realmente molesta.

─Coraline, no Caroline ─aclaró con voz suave─: Coraline Jones, par de extraviados ─asintió con la cabeza, y Norman la vio sonreír.

Hubo unos segundos de silencio.

─Lamento informarles que no sé cómo salir de aquí ─prosiguió Coraline, ignorando el hecho de que Norman no dejaba de mirarla.

Entonces Norman había tenido razón: ella estaba tan perdida como ellos dos, y parecía ser que ninguna de las dos partes tenía un atisbo de idea de cómo salir de aquel sitio peculiar, tenebroso y extraño. El silencio volvió a instalarse entre ellos, y sus miradas comenzaron a vagar por los alrededores, como si observar con detenimiento el ambiente fuera a darles la respuesta.

Ojalá fuera tan sencillo como eso. Pero no lo era, la luna seguía escondida detrás de su jaula, y el silencio cada vez más comenzaba a erizarle la piel al muchacho, como si algo dentro de sí le susurrara con suavidad que algo estaba a punto de pasar.

El pelaje del gato fue el primero en erizarse, a continuación, fue como un destello que rompió el cielo en dos; la luz de un rayo había roto la tranquilidad de esa oscuridad, y ahora convertía su alrededor en el más puro frío gélido que Norman jamás hubiera sentido en su vida.

─Dime por todos los cielos que no ves nada, Norman ─suplicó Neil, tomando el brazo de Norman entre sus regordetes dedos. Al menos había logrado suprimir su deseo de sacudirlo de adelante hacia atrás, como solía hacer cuando se encontraba estresado.

─No veo nada ─susurró como respuesta, cuidando de que Coraline no le escuchara. Pero la pequeña ya había comenzado a caminar, con el gato en hombros, y le hacía ademanes a ambos para que le siguieran.

─No pensarán quedarse aquí, esperando a que algo venga a raptarlos ─no mencionó la lluvia. Ni siquiera el frío.

Norman sospechó que Coraline sabía que había algo en ese bosque. Algo que por alguna extraña razón los había atraído a todos allí.

Comenzó a caminar, con Neil pisándole los talones. Fueron abriéndose camino entre los arbustos, mientras la lluvia comenzaba a caer del suelo en forma de lágrimas. Ninguno de ellos notó que una sombra les estaba siguiendo.

Mystery Kids: Bemus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora