A Norman parece gustarle esa chica

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Volvió a repetirlos en su mente:

Dipper, el chico de la gorra azul y libro extraño.

Wybie, el chico de la piel morena y gesto benevolente.

Norman, su mejor amigo.

Y Coraline, la chica del cabello azul al que parecía gustarle a su mejor amigo.

Así le resultaba más fácil recordarlos, un sencillo orden para ponerlos claros en su cabeza y no confundirse de nombres de manera catastrófica.

Ahora bien, se habían levantado cuando la lluvia dejó de caer, dando paso a un ligero panorama que distaba mucho de ser alegre y lleno de rayos solares. Neil le llamó: la mañana después de una noche fatídica.

Dipper se encargó de levantarlos a primera hora, todavía no olvidaba su misión relacionada con su hermana, Mabel, y Neil se había levantado del suelo de forma perezosa, hasta que fue Norman quien le incitó con un empujón a apresurarse.

No tuvo más remedio que seguirlos en marcha, a través del bosque, extrañamente seco, en silencio, arrastrando los pies.

Dipper, con su libro extraño, lideraba la caminata en silencio, mientras ─a su lado─ Coraline caminaba, haciéndole pequeñas preguntas en fragmentos de susurros, y Wybie por su parte, vagaba en los alrededores, acompañado del gato negro, a veces se acercaba a Coraline para mencionarle alguna tontería.

Y ella respondía con un golpe en el hombro.

A pesar de que Neil y Norman cerraban la marcha, el niño sabía que los ojos de su mejor amigo miraban de reojo a la chica del curioso cabello azul y actitud desafiante.

—Norman —susurró Neil, para llamarle la atención de forma discreta y su mejor amigo hizo un sonido semejante a un "Hum"—, ¿crees que ese diario...nos ayude a encontrar a Mabel?

Los pasos de Norman no amainaron a su lado, inclusive estaba caminando un poco más rápido para alcanzar al grupo de enfrente.

Coraline dice que puede ayudarnos —susurró Norman, como respuesta, mirando al pelirrojo—. Que...puede incluso poder ayudarnos a salir de aquí.

Neil quería preguntar dónde exactamente era aquí, pero prefirió guardar silencio. La misión de ese momento era encontrar a la melliza perdida de Dipper, y cualquier comentario que hiciera Neil, con respecto a que moría de hambre, podría ser considerado inválido.

Volvió a guardar silencio, hundiendo los hombros a sus lados. Norman miraba demasiado a Coraline, incluso el niño se aventuraba a decir que ella podría gustarle a su mejor amigo.

—Norman —volvió a susurrar—, ¿y cómo...? —tragó saliva—, ¿cómo era él?

Los pasos, que habían sido fluidos se detuvieron al instante, y Neil sintió la tensión en todo el cuerpo de Norman, inundándolo.

Él —dijo con suavidad, sopesando la palabra entre los labios—. Él es el miedo.

Neil no comprendía.

—Él es el miedo que te asalta cuando escuchas un sonido debajo de la cama —continuó, y su voz parecía hueca —. El miedo hecho en una persona.

Neil recordó su infancia, cuando tenía alrededor de siete años. El muchacho era inocente, simpático y demasiado optimista, elementos que lo hicieron deshacerse de sus temores infantiles, pero en ese momento logró recordar algunos: el sonido debajo de la cama, los pasos en el pasillo o la rama del árbol arañando la ventana, suplicando entrar.

Mystery Kids: Bemus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora