31. Primer beso

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Narra Yisley

Me desperté y él estaba rodeando mi cintura con sus brazos, los días se habían pasado muy rápido, hoy en la noche salía mi vuelo, debía regresarme a mi país, pero en mis planes estaba regresar a México muy pronto.

Me levanté con sumo cuidado de la cama, esta vez si tuve éxito, ya que Martín no se despertó, salí de mi habitación y me dirigí a la cocina, ahí estaba mi amiga preparando el desayuno, con ella estaba Villa.

— Buenos días. — dije acercándome a ellos.

— Buenos días. — respondieron al unísono sonriendo.

— ¿Y Martín? — preguntó Villa al ver qué él no venía conmigo.

— Está durmiendo. — respondí.

— Vargas tenía que ser. — dijo Villamil riendo.

— ¿Que yo qué? — Martín ingresó a la cocina — Buenos días, mi princesa. — dejó un beso en mi mejilla — Buenos días, Eri. — se dirigió a mi amiga — A ti no te digo buenos días hasta que me digas que estabas diciendo de mí.

— Buenos días, Vargas. — lo abracé y conecté mi mirada con la suya.

— Buenos días, Marto. — respondió mi amiga, él solo sonrió.

— ¿Y bien? — su mirada se dirigió a Villa.

— No decíamos nada importante. — le sonrió.

— Mi apellido es importante, ahora ¿qué decías?

— Vargas, no decía nada, solo me preguntó por ti, le dije que dormías y dijo "Vargas tenía que ser", fue solo eso. — le regalé una sonrisa y acaricié su mejilla — Vamos, ayúdame a acomodar la mesa. — extendí mi mano.

— Deberías ser como ella, ella si me dijo. — extendió su mano, tomando la mía.

Mi amiga y yo veíamos divertidas la escena, los dramas de Villamil son contagiosos.

— Al parecer tus dramas se contagian. — dijo mi amiga mirando a Villa, éste solo rió.

— ¡Yo lo pensé y tú lo dijiste! ¡Que gran equipo! — dije emocionada riendo, chocamos las palmas de nuestras manos.

— Espera, ¿qué? — Martín me miraba sorprendido y a la vez se hacía el ofendido — ¿Acabas de decir que soy dramático?

— Solo lo pensé, Eri fue quien lo que dijo en realidad.

— Esto es realmente imperdonable. — negó repetidas veces.

— Deja de hacer dramas, Vargas, mejor vamos a acomodar la mesa.

— Pero yo no hago...

Antes de que pudiera continuar dejé un corto beso sobre sus labios, no tenía pensado que nuestro primer beso fuera así, pero sentía que ya lo había hecho sufrir lo suficiente negándole besos que tenía más que merecidos. Él posó sus manos en mi cintura acercándome más a él e hizo de ese beso, un beso un poco más largo.

Mis mejillas empezaron a tomar un color carmesí, solo había hecho lo que mi cuerpo me había ordenado.

Teníamos nuestras miradas conectadas y todo desapareció a nuestro alrededor, solo éramos él y yo.

— Lamento interrumpir, pero tengo hambre, y si ustedes dos, tortolitos, no acomodan la mesa, mi hermosa chica y yo no podremos llevar el desayuno, eso implica tardar más para desayunar.

Martín le lanzó una mala mirada a Villa y yo solo reí, sacamos lo que necesitábamos y nos dirigimos al comedor.

— Pensé que nunca se llegaría este día. — confesó, mientras ponía un plato en el lugar de Villa.

— Tenía planeado hacerlo hoy en el aeropuerto, pero no me aguanté. — ambos reímos, puse los vasos en su lugar.

— No creas que se me olvidó que me dijiste dramático, quizá con otro beso se me olvidé. — sonrió, y puso el último plato.

— Probablemente.

Me acerqué y lo abracé, mi mirada se encontró con la suya y nuestras respiraciones eran solo una, esta vez quien acortó la distancia fue él, sus labios hicieron tacto con los míos, era un beso lento, de esos que transmiten mucho más que mil palabras.

Nos separamos en el momento indicado, minutos después llegaron Villa y mi amiga con el desayuno listo, nos dispusimos a desayunar, entre platicas, risas y dramas por parte de Villa y ahora Marto se pasaron los minutos, que seres tan increíbles son.

Me dirigí a la cocina junto a mi amiga.

— No puedo creer que las dos semanas se hayan pasado tan rápido. — dijo nostálgica.

— Yo tampoco, pero te juro que fueron los mejores cuatro meses de mi vida, sin embargo, te toca a ti ir a Costa Rica, no sabes de lo que te estás perdiendo.

— Prometo ir, no sé dentro de cuánto, pero prometo que iré.

— Y yo prometo regresar.

Nos unimos en un abrazo, realmente habían sido los mejores meses de mi vida, habían sucedido tantas cosas, que aún no lo podía creer.

Realmente la extrañaría, es mi mejor amiga, mi mejor amiga mexicana, que aún no puedo creer que nos hayamos conocido por Morat, pero sucedió y estoy feliz por eso y agradecida con el destino por absolutamente todo.

[…]

Habíamos decidido salir a comer, esta vez estábamos todos; Isaza, Simón, Martín, Villamil, Erika y yo.

La tarde se había pasado rápido, todo fueron risas con ellos, no tuve tiempo de estar triste porque regresaría a mi país. Sin duda me iría con grandes recuerdos de aquí.

Cuando menos lo esperé estaba en el aeropuerto, mi mano estaba entrelazada con la de Martín, ambos estábamos alejados de los demás, solamente nosotros dos.

— Te voy a extrañar tanto. — murmuró.

— También te voy a extrañar, Vargas, pero podremos hacer Facetime y acortaremos esa distancia, porque ni todos esos kilómetros harán que mi sentimiento hacia ti cambie.

— Te amo, Yisley, realmente lo hago.

— Te amo, Martín Vargas, te amo como jamás imaginé hacerlo.

Se acercó a mí y jugó con mi nariz.

— ¿Ahora sí te puedo besar? — preguntó sonriendo.

— Ahora sí.

Y juntó nuestros labios una vez más, haciendo que todos mis sentimientos quedaran a flor de piel, porque eso es lo que provocaba él en mí, que mis sentimientos quedaran a flor de piel en su presencia.

Nos separamos por falta de aire y nos dirigimos donde estaban los demás.

— Te voy a echar de menos. — admitió mi mejor amiga.

— También lo haré, pero prometo regresar pronto.

— Y yo prometo ir pronto.

Nos abrazamos y luego me despedí de los demás; Villamil, Isaza y Simón.

Cuando llegué donde estaba Martín, traía en sus manos una caja de regalo, lo miré confundida y él solo me la entregó.

— Espero que te guste tanto como me gustó a mí hacerla. Es especial para ti.

— Gracias, Vargas, te amo.

— Te amo muchísimo más, mi princesa. — dejó un suave beso sobre mis labios.

Ahora no importaba nada, solo me importaba tenerlo a él cerca, quería sentirlo conmigo unos minutos más hasta que por los parlantes escuché como llamaban.

— Hasta luego. — lo abracé muy fuerte.

Me dirigí hacia mi amiga y también la abracé, limpié algunas lágrimas que resbalaban por mi mejilla y me dirigí a aquella puerta.

Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora