41. Cosas nuevas

19 2 0
                                    

Narra Yisley

Abrí mis ojos lentamente, los rayos del sol se colaban por las cortinas.

Mi novio seguía durmiendo, su brazo rodeaba mi cintura. Besé su mejilla suavemente y me levanté con cuidado.

Peiné mi cabello y lo recogí en una cola baja. Fui a la cocina y saqué las cosas que necesitaba para preparar el desayuno, me decidí por unas arepas. Hice café y luego de unos quince minutos aproximadamente ya estaba todo listo.

Acomodé todo en la mesa y fui a mi habitación para ver si Martín ya había despertado.

— Buenos días, dormilón.

— Buenos días, madrugadora.

— Tampoco fue tanto, solo mm — toqué mi barbilla como si estuviese pensando a lo que él rió — media hora, nada más.

— Ven. — extendió su brazo y palmeó el lado donde estaba acostada hace unos minutos.

No lo pensé ni dos segundos y ya estaba acostada a su lado.

— Ahora sí, a seguir durmiendo.

— No podemos. — dije.

— ¿Por qué?

— Porque preparé el desayuno y sino se enfría.

— Aww, mi novia es la mejor.

— Te amo.

— Te amo más. — dejó un beso en mi cabeza — Nos quedaremos aquí cinco minutos más.

— Sólo cinco.

— No prometo nada.

— ¡Vargas!

— ¿Qué? Aún tengo sueño.

Me acercó más a él y besé sus labios delicadamente. Terminé por acurrucarme en su pecho, cerré mis ojos y escuché los latidos tranquilos de su corazón, ese sonido me da paz, él me da paz.

[…]

Sentí que se empezó a mover, abrí los ojos y ahora hacía más sol que hace un rato. Observé el reloj que estaba en el buró a un lado de mi cama y eran las doce.

¡Eran sólo cinco minutos!

— Creo que se nos hizo tarde. — dijo con una sonrisa.

— Amor, dijimos que sólo cinco minutos.

— Ah, es que fueron cinco minutos eternos. — ambos reímos.

- Y si que lo fueron, anda, levántate.

— ¿A dónde iremos?

— ¿Quieres que vayamos al museo?

— Por supuesto que sí, contigo a dónde sea.

— Te amo, y mucho. — aclaré.

— Yo más. — se acercó y dejó un suave beso en mis labios.

— Ahora sí, vamos.

Nos levantamos y arreglamos la cama.

— Se enfrió. — dije riendo.

— Así es.

— Ya es hora de almuerzo.

— Es cierto.

— Iremos a almorzar fuera.

— Perfecto.

Nos bañamos y nos alistamos. Fuimos a almorzar y luego al museo nacional.

Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora