IV

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Era una vil y soberana estúpidez. Un accidente tan burdo, torpe e impredecible, que ni siquiera merecía llamarse como tal.

El trino de las aves siguió produciendo la misma suave melodía que auguraba una desgracia. Las copas de los árboles se mecían con el soplo del viento.

El tiempo se detuvo en uno de los tantos claros pertenecientes al bosque.

De pie junto al alambrado y llorando desconsoladamente, Sakura Haruno enredó parte de su pegajoso cabello entre sus dedos.

Mientras la joven de cabello rosa se lamentaba por ver arruinada su bella cabellera, Sasuke Uchiha se adelantó unos pasos en su dirección.

Su mirada de obsidiana destelleaba en puro desdén. Tenía los puños firmemente apretados al igual que su mandíbula, pero su letal avance fue frenado en seco cuando Naruto se plantó frente a él.

-Apartate de mi camino- Sasuke trató de rodearlo, pero Naruto extendió los brazos en actitud defensiva para evitar que siguiera desplazandose hacia Sakura.

-Fue un accidente, de verás.

Sasuke dibujó una sonrisa de ironía y reproche al volver la mirada hacia el foso de su izquierda. Había sido Sakura la seleccionada para llevar el mapa consigo, el único método que les garantizaría llegar de forma segura a su destino. Y ahora el mapa se hallaba sepultado junto a decenas de serpientes en aquel lugubre y estrecho foso.

Pero nada de eso habría acontecido si Sakura no hubiese estado babeando tras de él todo el tiempo, distraída y enajenada a la actividad que llevaban a cabo. Ello había propiciado que la Haruno chocara de frente con una enorme telaraña. Muerta de miedo, Sakura había retrocedido, chillando y parloteando, causando un alboroto sin igual (y aunque ningún equipo los abordó en tan nimio accidente), Sakura había cometido la tercera equivocación al estamparse de espaldas contra un abedul en cuyo tronco yacían un centenar de pequeñas babosas.

En menos de tres minutos, el desastre había terminado.

Sakura había corrido para alejarse de aquella sustancia pegajosa que, en conjunto con la telaraña, se había adherido a su cabello. Tropezó metros más adelante, y cayó al enredarsele los pies en las raíces de un ciprés.

El mapa había rodado colina abajo antes de caer en el profundo nido de serpientes que despertaba vagos temores en el Uchiha. Un miedo sin igual que se remontaba a su niñez, cuando, a sus escasos cinco años, jugaba en el jardín trasero de su casa, junto a los rosales que con tanto esmero cuidaba su madre. Todo había ocurrido tan rápido que Sasuke no lo había asimilado del todo en aquel entonces.

Estaba jugando cerca de los arbustos cuando escuchó que su madre gritaba, llena de terror al anticipar el claro peligro que figuraba a pocos centímetros de su hijo.

Sasuke había parpadeado, sin comprender la razón del grito que acreditó como un regaño. Momentos después Itachi había corrido para alejarlo de la serpiente de cascabel que se erguía amenazante. A Sasuke no le había ocurrido nada, sin embargo Itachi no corrió con la misma suerte y en su afán por protegerlo, el imponente reptil lo había mordido en una de sus rodillas, inyectando una dosis de veneno letal para un chico de apenas ocho años.

Itachi había permanecido dos semanas en el hospital, casi muere por su causa. Su padre se había molestado mucho con Sasuke, porque él siempre tenía la culpa, porque era un chico inútil que no podía anticipar los peligros más simples.

Desde ese momento, su padre lo había odiado. Y cada mañana se lo demostraba mediante miradas severas y de desprecio.

-Eres una idiota- Sasuke intentó serenarse al ver que Naruto no flaqueaba en su propósito de proteger a Sakura. Había algo en esos inocentes ojos azules que, Sasuke se sentía terriblemente desorientado al mirarlos. Eran como un reflejo de su propio dolor, pero había más. Había una felicidad opaca, oculta en los brillantes irises celestes.

Como un jardín marchito en espera de renacer o perecer en el intento.

-Aun podemos recuperarlo- sugirió Naruto al notar que el Uchiha aun temblaba en rabia e impotencia. Sakura tenía la mirada baja, los párpados se le habían hinchado de tanto llorar, y su cabello estaba completamente arruinado, así como sus esperanzas por conquistar a Sasuke.

-¿Cómo?- inquirió Sasuke en tono despectivo. -¿Cómo diablos vamos a sacarlo de allí?

Aunque Sasuke apenas había dirigido una fugaz mirada al nido, había podido calcular unos dos metros de profundidad.

Naruto, que también se sentía invadido por un fuerte temor, forzó una sonrisa y caminó hacia el foso.

-Creo que puedo sacarlo.

-No me jodas- respondió Sasuke, a la defensiva, seguro de que el Uzumaki bromeaba, puesto que ningun idiota osaría arriesgar su vida en semejante proeza.

-Le prometí a mis abuelos que no me rendiría- tomando una liana del suelo, Naruto se aseguró de amarrar un extremo en uno de los troncos más cercanos, posteriormente lanzó el otro extremo al foso. No podía renunciar tan fácilmente. No se lo perdonaría si llegaba a fracasar en el último sueño de sus padres, su último deseo y la causa de su muerte. -Por eso, no voy a fallar.

Las pupilas de Sasuke se dilataron en perplejidad. Naruto estaba a punto de descender cuando el Uchiha lo detuvo por los codos y, sin darle tiempo a replicar, arremetió un fuerte puñetazo que impactó de lleno en el labio del rubio.

Aturdido, Naruto cayó de espaldas. El sabor a cobre se impregnó en su paladar, y él solo atinó a mirar con incertidumbre y dolo al responsable de aquel golpe.

-No te atrevas- amenazó Sasuke, su semblante se tornó impasible, inexpresivo. Fueron sus ojos los que delataron su miedo. -No seas tan imbécil para arriesgar tu vida en una idiotez.

Naruto frunció el ceño, se incorporó en sus codos y limpió el rastro de sangre que pendía de su barbilla.

-No es una idiotez- lo confrontó visualmente y tensó su adolorida mandíbula. -¡Este es mi sueño y haré lo que sea necesario para realizarlo, de veras!

Presa del esceptisismo, Sasuke permaneció rígido, viendo a Naruto descender velozmente por la liana, enfrentándose al peligro con una determinación que rayaba en la locura.

Sakura salió del inherente shock, dejó de tocarse el cabello, con los ojos rasos en lágrimas, buscó dentro de la mochila. Sacó una de las tres navajas y enroscó parte de su enmarañado cabello para cortarlo de una sola vez, un corte seco e irregular que dejó varios mechones cortos y desiguales.

-¡Naruto!- Sasuke se acercó al foso, se puso de rodillas y pudo enfocar la silueta de Naruto meciéndose de orilla a orilla.

-Casi lo...tengo- afirmó con voz entrecortada. Las serpientes se retorcían en una masa uniforme y sobre ellas estaba el mapa.

Por la cabeza de Sasuke cruzaron un centenar de imágenes relacionadas a su pasado. El jugando en el jardín, exponiéndose al peligro, preocupando a su madre, angustiando a su padre, lastimando a Itachi.

Por un efímero segundo, había deseado que su hermano mayor muriera en aquella cama de hospital. Lo anheló aun después de que Itachi lo salvara.

A sus cinco años, su mente se había corrompido.

Porque sabía que si Itachi desaparecía, sus padres lo aceptarían como el hijo perfecto que no era, lo amarían incondicionalmente.

-Naruto.

Y dejarían de ignorarlo.

-¡Lo tengo!- en un último balanceo, Naruto logró extender el brazo, lo suficiente para tomar el mapa que zigzagueaba de orilla a orilla.

Una expresión de dolor surcó su aniñada faz cuando el potente ardor se filtró por el dorso de su mano.

Con una mueca de falsa alegría, Naruto ascendió nuevamente por la liana.

Sasuke se paralizó al ver la herida en la mano trigueña.

A Naruto lo había mordido no una, sino dos serpientes.

-¿Ves?- el semblante de Naruto palideció, y una mueca de dolor apareció en sus finos labios. -Te dije que lo...lograría- sus ojos se cerraron con pesadez segundos antes de ser engullido por el sopor de la inconsciencia.

Réquiem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora