Con pasos vacilantes, Naruto entró a la habitación. Llevaba un ramo de margaritas amarillas consigo como cada día que acudía de visita. La enfermera que le había dado el pase se encontraba en otra de las camillas al fondo, así que fue directamente a la mesita para poner las flores dentro del jarrón.
-Hola, Sasuke- se acercó entonces al colchón para tomar la mano del susodicho. Estaba fría, igual que todos los días. Naruto se mordió el labio con impaciencia al verle.
Sasuke tenía casi un mes en cuidados intensivos y su mejoría según palabras de los médicos era casi nula. Había presentado un cuadro de estrés postraumatico luego de que perdiera la vista a consecuencia de la droga experimental que consumía a diario.
Su sistema nervioso también había resultado afectado. Y tras tres semanas y media en estricta vigilancia médica, Sasuke se rehusaba a decir una sola palabra a nadie. Permanecía la mayor parte del tiempo dormido. Había perdido peso y su rostro lucía más pálido. Además, sus ojos...
Naruto aún no se acostumbraba a ver esas pupilas grises, opacas, desprovistas de todo brillo, reconocimiento o lucidez. Era como ver un cadáver que aún respiraba. Con el paso de los días, Sasuke había dejado también de comer la escasa comida que tan forzosamente ingería. Se había descompensado tanto que, tenían que introducirle alimentos vía intravenosa. Suero, vitaminas, antidepresivos. Nada ayudaba a mejorar su estado anímico, y Naruto sabía que de continuar así, moriría tarde o temprano.
La culpa de no haber revelado su descubrimiento de las píldoras de Sasuke, ahora le cobraba factura. Era un aguijonazo insoportable el que le acompañaba día y noche. No importaba qué hiciera, Sasuke no recuperaría la visión. Había incluso perdido su sueño por graduarse de aquel internado.
Si sólo hubiera hablado con Kakashi o con cualquier otro prefecto, nada malo habría sucedido.
-Hoy tuve clase de ciencias y vimos unas células extrañas por el microscopio- relató mientras sujetaba la mano de Sasuke.
A pesar del dolor y de las penas padecidas hasta entonces, Jiraiya le había obligado a inscribirse a otro colegio de paga, uno de los mejores y más grandes de la ciudad. Naruto aún no se acostumbraba al cambio, pero sabía que tenía que seguir con su vida. Por más que lamentará las cosas, por más que quisiera recuperar al Sasuke decidido de antes, tenía que continuar avanzando.
Solía visitar a Sasuke en el hospital cinco días a la semana, pero no era suficiente. Ya le había contado día con día sus rutinas, se había disculpado por no haber dicho nada sobre las pastillas y le había increpado todo lo que calló cuando todavía estaban en Konoha, siendo tema recurrente el comportamiento tan discordante de Sasuke al abandonar su equipo para unirse a uno que lo había llevado a su propia ruina.
Decir todas aquellas cosas era sencillo y hasta reconfortante, pero entonces surgían preguntas que no eran respondidas, dudas que no se aclaraban. Era en ese momento cuando Naruto sentía contagiarse la misma depresión de Sasuke.
Quería que le hablara, que lo maldijera y lo culpara. Cualquier cosa era preferible a su silencio.
Y aquella mirada extraviada, vacía y sin vida, terminaba con todo su buen ánimo.
-Hoy no me siento muy bien, Sasuke- murmuró al sentir las lágrimas acumularse. -Vendré mañana a verte. Lo prometo.
Echo un último vistazo antes de decidirse a salir del cuarto impregnado de aquel fuerte aroma a antiséptico.
Sabía que la familia de Sasuke no tardaría en aparecer, y no quería tener que verlos.
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Réquiem.
FanfictionCuando la tragedia azota sus vidas, deberán aferrarse al contrario. SasuNaru.