V

320 63 9
                                    

Estaba agotado, desesperado y angustiado. El camino se volvía cada vez más empinado, el entorno más confuso, y el suelo más lodoso. Asimismo, el ambiente en sí se respiraba mortífero, pesado. Una mezcla de peligro y la inminente sensación de alerta, lo mantenían con la guardia en alto.

-Sakura, más rápido- ordenó, en el tono más condescendiente que le fue posible usar en esos momentos. Y supo (por los hipidos de frustración detrás suyo), que había fracasado monumentalmente.

Se habían quedado muy atrás, eso era lógico, hasta predecible, teniendo en consideración los múltiples tropiezos que habían tenido desde el inicio.

-Papá...- el quedo susurro lo hizo frenarse en seco. De inmediato, se agachó para bajar el cuerpo del Uzumaki, el cual había transportado en su espalda por un corto lapso de tiempo.

Al principio, Sasuke creyó que había vuelto en sí, pero al verlo detenidamente, corroboró su desacierto. Las mejillas de Naruto estaban totalmente rojas, su frente se hallaba perlada en sudor, y le temblaban ligeramente los párpados. Estaba teniendo alucinaciones a causa de la fiebre.

-¿Sasuke kun?

Al oír la voz de la fémina, Sasuke reparó en que se había quedado estático y meditabundo. Sus propósitos por pasar la prueba habían quedado deshechos luego de que Naruto cayera inconsciente a causa del veneno. No, ya no pretendía llegar a la maldita torre central, sino todo lo contrario. Necesitaba encontrar una de las puertas más cercanas para llevar a Naruto. Evidentemente los descalificarían, pero...¿realmente valía la pena?

Estaría arriesgando la vida de alguien más a costa de su egoísmo, y definitivamente no quería estar en deuda con nadie.

-Esta hirviendo en fiebre- dijo Sakura, palpando con suavidad el rostro trigueño, sintiéndose repentinamente culpable por el estado actual del rubio. Entonces este se giró sobre la hierba, retorciéndose de dolor y articulando frases confusas, aparentes hilos de pensamientos inconexos que implicaban a sus padres.

-Dijiste que iríamos a pescar, papá.

-Naruto- se alarmó Sakura al notar la repentina palidez en la faz del susodicho.

-Lo...prometiste- jadeó el aludido, hundiendo los dedos en la húmeda tierra, atrapada su mente en el velo de lo irreal.

Sasuke decidió no perder más tiempo. Había anudado un jirón de tela sobre las mordidas a modo de torniquete para evitar que el veneno siguiera esparciéndose, pero eventualmente tendría que quitarlo, y para entonces, tendrían que hallarse afuera de ese sitio.

-Mamá, no me dejes- susurró Naruto, alargando el brazo hacia la chica. -No te vayas.

Cubriéndose la boca con ambas manos, Sakura se dio vuelta y rompió en ininterrumpidos sollozos. En medio de sus delirios febriles, Naruto la confundía con su madre, y ella no sabía qué hacer al respecto.

-Naruto- arrodillándose frente al interpelado, Sasuke intentó sacarlo de las tormentosas y falaces visiones. -Vamos, reacciona- le golpeó las mejillas reiteradas veces hasta que Naruto se sentó de golpe y aspiró una buena cantidad de aire.

-¿Qué pasa?- preguntó, entre desorientado y aturdido, tratando de enfocar el turbio paisaje en derredor, pese a estar envuelto en una neblina de incertidumbre y agotamiento, reparando poco después en el Uchiha que yacía ante él, con el entrecejo fruncido y un destello de preocupación danzando en sus pupilas oscuras.

-No vuelvas a cerrar los ojos de nuevo- le advirtió con severidad, no queriendo añadir lo último que tenía en mente.

-¿En dónde estamos?- poco a poco Naruto se fue levantando, sintiendo un molesto mareo azotandole las entrañas y un regusto amargo en el paladar. Un cosquilleo serpenteó bajo la piel de su muñeca antes de que el estallido de imágenes acudiera a su mente.

Réquiem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora