Dieciocho

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Louis me ayuda a ponerme de pie y se pone de pie frente a mí, manteniéndome sujeta por mis caderas. Mi rostro se sonroja de nuevo porque mis shorts están en mis tobillos. Una de sus manos se levanta para elevar mi rostro y hago contacto visual con él, preocupada por lo que me hará. Todo lo que veo en su mirada es curiosidad, no hay ira o frustración como espere después de que le dije que lo detesto.

—Me intrigas. —musita en voz alta, mirando a un costado. Mis sentidos se agudizan cuando su lengua se desliza por su boca y moja su labio inferior. Es ahí cuando me percato que sus ojos azul verdusco se fijan en mi boca.

—Um... —Empiezo, tratando de llamar su atención en otra cosa—. ¿Soy libre para irme?

—No. Ciertamente no. —responde—. Apenas te castigué.

Mi rostro decae y me guía de nuevo al taburete—. Ponte en posición.

Le muestro una mirada suplicante, la cual no hace nada por mí mientras el solo me empuja y me pongo en la misma posición en la que empecé, arrodillada en el taburete con mis codos en su cama. Sus manos sujetan mis rodillas y las separa levemente, causando que mi cabeza caiga con vergüenza. Y aun así hay algo en eso que hace que mi interior se encienda. No protesto.

Debe notar mi incomodidad porque dice—, como dije antes, no sería un castigo adecuando si no te humillo. ¿Esto te hace sentir avergonzada?

—Sí. —respondo serena y deseo poder tan solo derretirme en el piso, hundirme en el suelo y desaparecer. Básicamente él es solo seis años mayor que yo para empeorar todo.

—Voy a darte veinticinco azotes y después podemos ir a dormir ¿de acuerdo? —dice y casi suspiro con alivio, pero me contengo a tiempo.

—Sí, eso está bien. —contesto, haciendo un baile mental de victoria. Creí que me daría al menos cincuenta o algo más horrendo. Quiero saber porque tiene la prisa de librarse de mí esta noche. Este hombre es un misterio a veces... no, en realidad todo el tiempo actualmente.

Pronto, empieza a azotarme de nuevo. Sus azotes son dolorosos, pero no tan dolorosos como siempre cuando me da demasiados. Me obliga a contar cada uno y obedientemente obedezco.

Cuando termina, sujeta mis caderas y me levanta del taburete. Me quedo quieta cuando se agacha y sube mis bragas por mis piernas, deslizándolas sobre mi tibio trasero. Después levanta los shorts de mi pijama y también los sube, dejándome con curiosidad sobre su comportamiento.

—¿Qué dices? —pregunta, volteándome.

—Um... gracias por azotarme señor. —susurro, juntando mis manos y mirando el piso.

—Debes agradecer que no fui tan duro esta noche. Ahora ve a la cama y no permitas que te atrape escabulléndote de nuevo. —ordena y señala la puerta.

—Sí señor. —Corro rápidamente a la puerta y busco la perilla, pero las siete cerraduras en su puerta me detienen. Suspira y viene hacia mí, abriendo cada una de ellas y abre la puerta para mí.

—No veas más a tu hermano. Es peligroso. —Me instruye el señor Tomlinson.

Me congelo, pero esfuerzo para quedarme calmada. No hay forma que haga eso. Veré a Liam cuando quiera incluso si eso significa que me meta o no en problemas. Él es mi hermano, es inocente y lo quiero.

—Sí señor. —digo de improviso sin intención de obedecerlo y rápidamente salgo de la habitación, caminando sigilosamente por el pasillo hacia mi dormitorio.

Lydia está durmiendo plácidamente y no despierta cuando regreso. Mis sospechas se incrementan cuando pienso que ella me delató. ¿Lydia le contó al Señor Tomlinson que me escabullí? Ella no lo haría. Ella sabe sobre Liam y no sería tan malvada para ponerlo en peligro... ¿O sí? ¿Ella sería tan despiadada para sentenciar a una persona inocente a prisión perpetua?

Predicaments of a Schoolgirl | españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora