Capítulo 8.

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Distingo a Aaron por encima del libro que pretendo leer, caminando con seguridad entre los pasillos de la biblioteca hasta encontrarse conmigo. De pronto, se sienta a mi lado, dejando sus cosas en la mesa con tanta brusquedad que el sonido hace eco en todos los rincones de la biblioteca.

Dibuja una evidente sonrisa en sus labios, como si no supiera que dentro de unos minutos estuviera por empezar la clase de inglés, y me mira a los ojos antes de saludarme. Animado, alegre, y emocionado. Tal cual lo haría después de que se le hubiese ocurrido una gran idea.

- The picture of Dorian Gray -Aaron lee el título del libro que sujeto en mis manos y después suelta una gran carcajada, de esas que tanto me agradan-. ¿De verdad, ángel? ¿Estás leyendo un libro en inglés cuando seguramente no entiendes ni el título?

- No lo leía -por alguna extraña razón, tengo que morderme la lengua unos segundos para no reírme tras oír sus palabras-. Fue lo único que encontré en esta mesa.

Aaron vuelve a sonreír, aunque apenas alcanzo a distinguir su sonrisa, como si toda la felicidad hubiera desaparecido de su ser. De repente, se me pasan todas las ganas de reír que sentí alguna vez.

- Nadie ha salido del salón aunque tenemos hora libre, ¿sabes? -Su sonrisa se desvanece, mientras trata de despegar una calcomanía en la pared que dice "Recuerde dejar los libros prestados sobre la mesa" con su dedo índice-. Todos están ansiosos por la clase de inglés. Creo que jamás los había visto tan felices con un profesor como lo son ahora con Tad Abernathy.

Dejo el libro sobre la mesa, como exigen las reglas de la biblioteca, y me aseguro de que mi abrigo cubra mis brazos por completo. Mi padre no ha vuelto a lastimarme tras lo ocurrido el pasado viernes, pero aún tengo la necesidad de mantener oculto todo mi cuerpo, así como lo he hecho desde que tenía doce años.

Nuestro profesor de biología había tenido un leve accidente el miércoles, y aunque no tuvo muchas complicaciones, le ha sido imposible venir a trabajar tanto ayer como hoy. Al ser viernes, tenemos clase de inglés después de biología, y al haber faltado, nuestras dos horas de biología se convirtieron en dos horas libres.

Cuando un profesor falta en mi colegio, jamás es reemplazado por otro. En vez de eso te dan el permiso para que hagas cualquier cosa con tal de que no interfieras en otros salones. Puedes comer en la cafetería; puedes leer o hacer trabajos en la biblioteca; e incluso puedes tomarte un buen descanso en los jardines del colegio, tal como si fuera un receso más.

Todos nuestros compañeros suelen salir a comer y charlar en los jardines cuando tenemos horas libres, pero Aaron y yo disfrutamos de un tiempo a solas en la biblioteca. Hace unos años solíamos venir a leer los libros que dejaban en las mesas antes de que la bibliotecaria se los llevara para organizarlos, pero jamás pude concentrarme en la lectura debido a todos mis problemas, así que decidí fingir que leía para que Aaron y yo siguiéramos viniendo en las horas libres.

Un tiempo después, Aaron se enteró que estaba fingiendo, y entonces él también dejó de leer para conversar conmigo. Sin embargo, la bibliotecaria nos descubrió una vez mientras estábamos riéndonos con todas nuestras fuerzas, y nos advirtió que sólo nos permitiría venir si íbamos a leer o trabajar. Desde aquel día, ambos fingimos leer para tener un rato solos los dos.

- Lo que Tad Abernathy te hizo ayer realmente me enfureció. No debió dejarte encerrada a ti también en el salón, fue muy injusto -me dice Aaron, echando la cabeza hacia atrás-. Por suerte te dejó salir después de cinco minutos, de no ser así me habría encargado de destrozarle la cara con mis propias manos.

- ¿Cinco minutos? -Murmuro, en medio de la extraña confusión que crece dentro de mí. ¿Es posible que el profesor Abernathy le haya hecho creer que estuve encerrada sólo cinco minutos cuando en realidad lo estuve por tres largas horas?

- Eso fue lo que me dijo el imbécil de Abernathy antes de dejarme ir a casa. ¿Es que no fue así?

Casi tengo que obligarme a responder para no tardar demasiado en hablar.

- A mí también me resultó injusto, pero sólo me encerró cinco minutos, no fue nada grave -cuando termino de responder, es como si mi inmensa mentira me dejara destrozada, así que lucho por respirar y encontrar un escape a todo este dolor.

Y entonces, sucede algo que jamás creí posible. Aaron asiente, creyéndose por primera vez una de mis mentiras.

Decidida a acabar con toda esta incomodidad, guardo mis cosas y me echo la mochila al hombro, mareada. Aaron me observa confundido, y yo le señalo el reloj como si fuera suficiente para que entienda.

- La clase de inglés empieza en cinco minutos -le informo-. Deberíamos irnos ya si queremos llegar a tiempo.

- No te preocupes, preciosa. Quédate aquí un rato más, ¿sí?

- El profesor Abernathy es puntual, Aaron. Si nos vamos después llegaremos tarde y nos volveremos a meter en problemas -me desespero, viendo cómo él se acomoda sobre su silla y me mira totalmente despreocupado.

- Lo sé, claro que lo sé.

- ¿Y es que quieres llegar tarde a clases, entonces?

- No seas tonta, hermosa -sonríe, lo que me desespera aún más-. De hecho, no iré a la clase de inglés.

- ¿Qué? -Quiero gritarle, pero no tengo aliento, así que hago lo que puedo para al menos soltarle un susurro-. ¿Cómo? ¿Piensas escaparte así, sin más?

- Tengo razones de sobra para escaparme, y lo sabes -dice, mirándome con sus claros ojos verdes-. Deberíamos escaparnos los dos. ¿No te parece?

Retrocedo, aferrándome a mi mochila mientras el suelo se mueve velozmente bajo mis pies.

- ¿Qué? -Repito, todavía más sorprendida que antes.

- Escapémonos, ángel -vuelve a proponer, con un brillo de esperanza en sus ojos-. No nos perderemos de nada. Son sólo dos horas de inglés, y entonces podremos irnos a casa sin haber visto a ese imbécil.

- ¿Qué pasa si algo no sale bien? -Susurro, mirándolo temerosa-.Tal vez no noten mi ausencia, pero sí que notarán la tuya, Aaron. ¿Qué pasará si te descubren?

- De eso ya me he encargado, preciosa. Les he pedido a los demás que le mientan a Abernathy, y que le digan que tú y yo nos tuvimos que ir por algo urgente.

Me hace falta escuchar la respuesta de Aaron para finalmente entender que su plan ha estado formado mucho antes de que me lo dijera. Por eso estaba tan feliz y animado en cuanto lo vi por primera vez en la biblioteca, porque muy a pesar de saber que pronto tendríamos clases de inglés, él estaba decidido a escaparse conmigo pasara lo que pasase; y nada ni nadie podrían impedírselo.

- No creo que sea una buena idea, Aaron... -Empiezo, vacilante. Pero Aaron es listo, y sabe cómo convencerme aun cuando nada podría hacerme cambiar de opinión.

- Vale, acepto tu decisión de soportar al maldito de Abernathy dos horas -susurra, tomando sus cosas para ponerse en pie-. Realmente eres muy valiente, ángel. Yo no me quedaría con un profesor que puede verme aunque sea tan invisible que nadie más en mi salón puede hacerlo.

Agarro mi mochila con fuerza, casi tanto que podría desgarrarla.
Recuerdo al profesor Abernathy gritándome, golpeando mi puesto, y encerrándome por tres horas. Pero entonces recuerdo a mi hermano herido, y eso me resulta suficiente para correr tras Aaron y sujetar su brazo antes de mirarlo decidida.

- Nada de eso, Aaron. No pienso estar dos horas con él, ¿queda claro? -Murmuro, así que él se me acerca y espera a que diga lo que tanto necesita oír-. Quiero escaparme contigo.

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¡Espero que les haya gustado el capítulo! Pronto subiré el siguiente. Seguro el fin de semana. ¡Muchas gracias por leer! No se olviden de comentar y votar. Besos. ❤️

Maltratada por un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora