Capítulo 29.

8.5K 505 53
                                    

Después del asesinato de mi madre, había noches donde tenía pesadillas tan reales que mi cuerpo se paralizaba entero y mis pulmones parecían contraerse para impedirme respirar. Era tan espantoso como si alguien estuviese apretando una almohada contra mi rostro, y era tan desesperante como si estuviera segura de que jamás podría huir de la muerte. Recuerdo haberme obligado a respirar con tranquilidad, aunque lo único que lograba era respirar tan rápido que apenas sentía el oxigeno llenando mis pulmones.

Ahora, mientras veo a Aaron con los ojos oscuros y vacíos frente a mí, siento que he vuelto a introducirme en una pesadilla y el oxigeno ha conseguido escapar de mis pulmones. Trato de recordar el proceso adecuado para respirar, pero en cuanto Aaron me toma del brazo y me empuja lejos de Tad, empiezo a respirar rápidamente y todo se nubla a mi alrededor.

- Vete de aquí, Ellie -me ordena Aaron con firmeza. Suena escalofriante, pero no le obedezco.

El profesor Abernathy se ha desmayado unos minutos antes de la repentina aparición de Aaron, por lo que ahora reposa débilmente sobre el frío suelo como si se tratara de un cuerpo sin vida. Temo tanto que Aaron sea capaz de hacerle algo, que me quedo inmóvil sobre mi lugar y me cruzo de brazos, negándome a huir lejos de Tad.

- ¡Te he pedido que te vayas, maldita sea! -Me grita- ¡Vete ya antes de que sea capaz de destrozarte la cara con mis propias manos, Ellie!

- No -suelto con la voz tan baja que dudo que haya podido oírme-. No -digo, esta vez con firmeza, casi tan fuerte como Aaron-. No me iré de aquí sin Tad, ¿queda claro?

No sé cómo he conseguido hablar con tal seguridad, y mucho menos cómo he conseguido recuperar el oxigeno que creí perdido. Sin embargo, cuando Aaron me mira con frialdad y da un paso en mi dirección, pierdo nuevamente la seguridad que me controlaba hace unos segundos, y mis pulmones vuelven a contraerse hasta impedirme respirar.

- Interesante... -Su cuerpo queda a escasos centímetros del mío, y casi puedo sentir su aliento rozándome la piel-. ¿Has decidido hacerte la heroína por tu noviecito, ángel? Pues sí que me sorprende, de verdad.

- Aaron... -Intervengo en un leve susurro, pero él me calla al instante.

- ¡Cállate, maldita estúpida! -La voz se le apaga, hasta apenas ser un susurro que rebota por las paredes-. ¿Cómo es que de repente pudiste enamorarte de ese imbécil, Ellie? ¿Qué fue lo que le viste? ¿Es que ya se te olvidó todo el daño que te hizo?

- Aaron... -Repito.

- ¡No! -Vuelve a callarme, esta vez con más brusquedad-. ¿Por qué no puedes darte cuenta de lo mucho que te he amado, Ellie? ¿Por qué no puedes enamorarte de mí como yo de ti? ¿Por qué, maldita sea?

Sus palabras flotan en el aire, las siento rodearme con pesadez y grabarse por siempre en mi cabeza. Para cuando Aaron toma mis brazos y deja su rostro a escasos centímetros del mío, yo estoy tan aturdida que ni siquiera consigo caer en cuenta de lo que sucede.

- Siempre te he amado, ángel. Siempre -sus labios rozan los míos, despertando todo mi cuerpo tan pronto como siento el movimiento de sus labios sobre los míos. Reacciono. Estiro mi mano y entierro mis uñas en su piel, apartándolo de golpe y enviándolo lejos de mi cuerpo.

- ¡Basta! -Le grito. Llevo mis manos hacia mis labios, y trato de borrar el asqueroso sabor que han dejado sus labios en los míos-. ¿De qué te sirve mentir, Aaron? Suficiente tuve con siete años de mentiras, no hace falta que lo sigas haciendo.

- ¿Qué? -Murmura aturdido, mientras sus dedos palpan las heridas que le he dejado en el rostro.

- Tú nunca me has amado. Si lo hicieras, jamás habrías asesinado a mi madre, secuestrado a mi hermano o maltratado a Tad -confieso, respirando profundo para evitar perder las fuerzas y la voz-. Tú nunca me has amado, Aaron. Tú sólo eres un egoísta; y si tuviera que elegir entre amarte o morir, tomaría la segunda opción sin pensármelo una sola vez.

Maltratada por un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora