Capítulo 19.

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No podría olvidar ese día aunque lo intentara.

Con apenas diez años, mi vida había empezado a transformarse tras descubrir la verdad sobre mi padre y el trágico pasado que lo envolvía. No eran más que algunos asuntos dejados en el olvido; pero algo me advertía que las barreras se habían derrumbado y todo volvía a atormentar a mis padres en el presente.

Yo conocía a mi padre; a aquel hombre amable y bondadoso que me hacía reír en mis momentos más tristes y me protegía con su propia vida. Pero mi madre lo conocía mejor que cualquier otra persona; y fue ella quien tuvo la oportunidad de conocer al hombre sin esperanzas y de vida desastrosa que alguna vez fue mi padre.

Mi padre, un hombre drogadicto que apenas podía mantenerse sobre su mundo de perdición; consideró que su vida estaba tan destruida que ya nada podía repararla. Pero entonces mi madre llegó a su lado, y le trajo parte de la felicidad que él mismo había creído imposible recuperar.

Consiguió rehacer su vida junto a su gran amor; dejó sus terribles problemas en el pasado y empezó de cero con el apoyo de mi madre. Ambos creían que nada podía arruinar lo que juntos se habían encargado de formar, pero después de doce años, cuando yo había cumplido diez, las cosas empezaron a tornarse realmente desastrosas.

Él sabía que había un hombre que no quería su felicidad; aquel hombre que se había encargado de hacerlo perder en la drogadicción y que para entonces quería destruirle la vida que tanto le había tomado rehacer.

Mis padres estaban conscientes de ello, y reconocieron que aquel hombre buscaría la forma de acabar con alguno de los seres más importantes en la vida de mi padre. Sin embargo, cometieron el error de pensar que esa persona era yo.

Un día antes del asesinato de mi madre, recuerdo haberla visto decaída y sin ánimo. Apenas podía dibujar una sonrisa para hacerme creer que todo iba bien, pero en algún momento pude descubrirla limpiándose las lágrimas cuando creía que nadie estaba observándola.

En la noche se quedó a mi lado hasta asegurarse de verme dormir. Me leyó algún cuento y me acarició los cabellos; creo que también pude distinguir una verdadera sonrisa en sus labios, pero no sabía si era real o parte de mi imaginación.

- ¿Mamá? -Me aseguré de hablar antes de quedarme dormida, y ella me miró atenta mientras apretaba mi mano-. ¿Por qué estás triste?

Quería una respuesta, pero ella jamás me la dio.

- Te amo, tesoro -fue lo único que me dijo, jugando con mis cabellos y acariciando mi rostro con ternura-. Te amo demasiado. Y me resulta insoportable la idea de una vida sin ti.

- Yo también te amo -para entonces no entendía a qué se refería con su última confesión, así que sólo la abracé con fuerza y besé su mejilla.

- Necesito que me prometas algo -pidió, haciendo un cambio brusco de tema-. Mañana, cuando sea la hora de salida de tu escuela, necesito que te quedes dentro y no salgas hasta que yo haya llegado por ti. ¿Está bien?

Confundida, asentí con la cabeza y miré sus ojos. Me hizo falta distinguir la intensa preocupación en su mirada para finalmente entender por qué estaba haciéndome una petición como esa.

- Quiero que me lo prometas, Ellie. -Mi nombre saliendo por sus labios me sorprendió hasta arrebatarme el aliento, pero no se lo demostré-. ¿Me lo prometes?

- Sí, te lo prometo.

Pero lo cierto fue que yo jamás lo cumplí.

Faltaban siete días para navidad, y menos de cinco horas para el asesinato de mi madre aquella noche. Las coloridas luces navideñas que parpadeaban con un brillo único frente a mí se apagaron de repente, y yo seguía buscando aquella perfecta figura femenina en medio de la oscuridad que rodeaba la salida del lugar.

Maltratada por un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora