Capítulo 14.

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Una vez estaba en casa de Aaron; tenía los brazos chorreando sangre y mi blusa favorita empapada en lágrimas y un espeso color rojizo. Había querido mentirle a Aaron con respecto a mi profunda herida, así como lo había hecho desde el primer día en que mi padre empezó a lastimarme; pero esa vez no tenía qué decirle, y ya se me habían agotado todas las historias de accidentes torpes y fingidos que ocultaban la realidad de mis cicatrices.

Al final terminé soltándole toda la verdad de mi padre; incluyendo los días donde me encerraba en el ático y de las interminables pesadillas que me había generado ese espantoso lugar.

Sin embargo, jamás le conté del asesinato de mi madre y todo lo que había transformado en mi vida. No le dije que esa era la razón por la que mi padre había dejado de ser tan gentil y bondadoso; y mucho menos que todavía había momentos donde me encerraba en mi habitación mientras lloraba y sujetaba una foto de mi madre entre mis manos, sintiéndome enteramente culpable de su propia muerte.

Desde aquel día me impedí dejar que alguien más se enterara de mis terribles pesadillas. Había empezado a volverme más callada de lo que ya era tras la muerte de mi madre; me había vuelto más distante; y había conseguido volverme la persona más invisible del colegio.

Hasta la llegada del profesor Abernathy.

Su aparición ha sido suficiente para derrumbar esa gran barrera que había creado entre las personas y mi desastrosa vida. Ha podido verme cuando era invisible; ha logrado descubrir las heridas que ninguna otra persona podía distinguir; y ha visto a mi padre en acción, justo cuando creí que nadie podría hacerlo jamás.

Cuando el profesor Abernathy toma mi abrigo y lo aparta de mi cuerpo, me deja tan insegura como si acabase de desnudarme ante una gran multitud. Sin embargo, me quedo quieta y permito que sus ojos viajen por cada una de mis heridas, incapaz de sentirme incomoda.

Él se encarga de curarlas sin mencionar una sola palabra, lo que me reconforta, pues no estoy de humor para responder alguna pregunta que involucre a mi padre. Al final siento que puedo volver a moverme sin sentir un intenso dolor que me deje pasmada, y consigo tocar mi estómago sin que las lágrimas se amontonen tras mis ojos.

Me bajo de la camilla de enfermería con cuidado, dispuesta a huir de este lugar tan pronto como me sea posible, pero el profesor Abernathy me detiene en el momento más inoportuno y me deja estática entre sus brazos.

- ¿Está bien si te llevo a casa? -Me susurra al fin, y yo lo dudo unos instantes antes de aceptar.

El recorrido a casa no resulta tan largo al caminar, pero ahora que vamos en auto nos toma menos de ocho o nueve minutos terminar el recorrido. Muy a pesar de eso, el silencio que nos domina y la incomodidad que se ha apoderado de mí me hace creer que jamás he estado tanto tiempo atrapada en un carro.

En cuanto llegamos a casa, me invade una inmensa necesidad por salir corriendo y no volver a encontrarme con el profesor Abernathy el resto del año escolar. Pero me quedo en mi lugar, jugando con el llavero de mi mochila y esperando a que algo finalmente suceda.

- Gracias -le digo-. Gracias por todo.

Su mano me atrapa cuando estoy a punto de abrir la puerta, deteniéndome con su mirada intensa y profunda.

- Ellie -susurra, sin apartar su mirada de la mía-. ¿Por qué no me lo habías dicho?

Las palabras se revuelven en mi cabeza en un fallido intento por buscar alguna respuesta; y es entonces que dejo de identificar lo que es mentira y lo que es verdad.

- Jamás me he permitido confiar en alguien -cierro la boca, incapaz de creerme que le he soltado algo tan cierto al profesor Abernathy.

Es su mirada; esa profundidad y seguridad tan fantástica reflejada en sus ojos lo que me impide mentir aunque quisiera. No me toma mucho tiempo entenderlo, porque me recuerda tanto a mi madre que podría descubrirlo en menos de un segundo.

- Pudiste confiar en mí -me dice, apretando mi mano entre la suya-. Puedes confiar en mí.

Ni siquiera he alcanzado a reaccionar cuando noto que mi mano ha apretado la suya, sintiendo la cálida sensación de su tacto. Es tan agradable que podría desear que este momento dure para siempre; que este Tad Abernathy no vuelva a transformarse en el terrible profesor jamás.

Pero entonces me obligo a despertar, y no es porque me incomode estar tan cerca de Tad Abernathy, sino por la espeluznante silueta que alcanzo a distinguir entre las sombras de la calle opuesta a mi casa.

Su cuerpo, su sonrisa distante, y su mirada bien clavada en la mía; todo lo que no podría olvidar aunque lo intentara.

Mueve sus labios, formulando unas cuantas palabras que tardo en procesar, y tan pronto como las repito en mi cabeza me deja completamente fría.

"Ten cuidado, Ellie".

- ¿Pasa algo? -Cuestiona el profesor Abernathy, reflejando una extraña curiosidad con sus ojos.

Por un instante dudo si debo decírselo; si podría contarle lo que ha ocurrido en mi vida tras el asesinato de mi madre y todo lo que he sufrido después de eso. Pero entonces descubro que no puedo hacerlo.

No puedo confiar en él; no puedo tratar de llevarme bien con la segunda persona capaz de arruinarme tanto como mi padre. Y no puedo mirarlo con la misma seguridad como lo hacía con mi madre.

Así que aparto mi mano de la suya a toda prisa, y retrocedo un poco para poner la distancia que debemos tener.

- No, no ocurre nada.

Pero sí que ocurre algo; porque el asesino de mi madre está de regreso, y ha venido por mí.

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¡Holaaaa! Espero que les haya gustados el capítulo. Gracias por leer. No se olviden de comentar y votar. Las quiero. xox

Maltratada por un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora