Mi padre me espera sentado en la sala para cuando llego a casa; su vacía mirada buscándome a través de la furia que le nubla los ojos, y su pie golpeando impaciente el suelo. Se levanta de golpe en cuanto me ve, apretando sus puños con tal fuerza que sus nudillos se tornan totalmente blancos.
- ¿Dónde estuviste todo este tiempo, Ellie? -Me grita, tomando mis brazos con fuerza mientras yo me impido soltar un chillido de horror-. ¡Esta no es la primera vez que llegas tarde, niña estúpida! ¿Qué mierda estabas haciendo?
A pesar de que suena terriblemente enfadado, conozco a mi padre lo bastante bien como para saber que no necesita una respuesta inmediata. Así que me quedo callada e inmóvil, evitando su mirada aunque eso sea faltar con una de las normas de La semana del mes.
En casa, y durante La semana del mes, hay tres reglas principales que debemos cumplir estrictamente si no queremos meternos en problemas:
1. No hablar, murmurar, o susurrar a menos que mi padre nos haya hecho una pregunta directa.
2. No tocar nada que tenga que ver con él. Lo que implica jamás entrar a su habitación o rozar cualquier parte de su cuerpo, aunque sea por accidente.
3. No demostrar cobardía. Si nos enfrentamos a mi padre, debemos estar quietos, firmes, y siempre tenemos que mirarlo a los ojos.- ¡Bien! No importa ya -gruñe, dándome un fuerte empujón en dirección a la cocina que me deja tambaleante-. ¡Ahora muévete, niñita! Tengo muchísima hambre y la comida no se preparará sola.
Muevo mis pies hasta la cocina, obediente, y empiezo a buscar algo en la nevera, por más que no tenga idea de qué. Empujo una caja abierta de leche con mi brazo y el líquido se riega por el suelo, esparciéndose hasta llegar a mis pies. Es entonces cuando descubro que los nervios me tienen completamente controlada.
Intento encontrar un escape a todo lo que me mantiene tan espantada, pero lo único que consigo es temblar atemorizada como si muriera de frío y tuviera todo mi cuerpo al descubierto. Logro alzar la mirada, y trato de encontrar algo para limpiar el desastre antes de que aparezca mi padre. Pocos segundos más tarde, escucho unos cuantos pasos adentrándose por la cocina y yo doy un brinco, incapaz de ocultar todo el horror que me consume por dentro.
Thomas me mira con timidez mientras alcanza un pequeño trapo con sus manos, luego se arrodilla a mi lado y me ayuda a limpiar el desastre sin darme tiempo para procesarlo. Sus ojos me encuentran con tristeza, apretando mi mano con la suya cuando ha dejado el suelo impecable.
- Gracias -apenas consigo susurrarle. Estoy tan perpleja por lo que acaba de hacer que de repente podría echarme a llorar-. Gracias, Tommy.
- ¿Te parece si hoy hacemos la cena juntos? -Murmura, esbozando una pequeña sonrisa en sus labios.
- Claro que sí -sonrio, y me resulta imposible dejar de hacerlo por el transcurso de varios minutos.
Cocinar algo simple para papá no me toma más de unos quince minutos, pero hacerlo con Thomas nos ha tomado más de una hora, y ni siquiera hemos terminado. No me fastidia compartir un rato tan agradable como este con mi hermano, pero no me gustaría enfadar a mi padre por la demora, así que al final soy yo quien termina de cocinar y preparar lo que falta.
Sujeto el plato con la cena de mi padre con la mano izquierda, y equilibro el vaso de jugo con la mano derecha, como una perfecta mesera. Con toda la desesperación que corre por mis venas, me resulta imposible dar unos pasos sin sentir que voy a tropezar y tumbarme junto con la preciada comida de mi padre, por lo que me detengo unos instantes y trato de tranquilizarme, intentando recordar como respirar con normalidad.
- ¿Thomas? ¿Podrías llevar los cubiertos a la mesa? -Le pido. En realidad, podría llevarlos yo misma después de dejar el plato y el vaso, pero lo que menos necesito ahora es perder tiempo.
Mi hermano toma los cubiertos tan rápido como puede, y justo cuando está por atravesar la puerta de la cocina, el gran cuerpo de mi padre aparece tan de repente que Thomas no alcanza a detenerse hasta que ha tropezado con él.
El golpe resuena por todos los rincones de la casa, dejándome completamente helada. Mi padre observa a mi hermano con su terrible mirada vacía, aquella previa al inicio de sus monstruosidades; y yo apenas consigo soltar el aire que he contenido inconscientemente.
- Lo... Lo siento -tartamudea Thomas, evitando la mirada de mi padre a toda costa.
Entonces el aire vuelve a faltar en mis pulmones. Thomas lo ha hecho, ha incumplido las tres normas en menos de cinco minutos; y ha enfadado a mi padre de tal modo que incluso me horroriza a mí.
Todo se vuelve lejano, como un mal sueño de hace muchos años que ya me cuesta recordar. Estoy inmersa en un terrible nerviosismo del que no puedo huir, y apenas consigo distinguir la realidad de mi abrumador espanto cuando mi padre alza la mano dispuesto a lastimar a mi hermano.
Mi padre sólo me lastimó el rostro una vez, cuando me vio usando en secreto uno de los vestidos favoritos de mi madre y se enfadó como nunca. Me dejó el ojo izquierdo morado por toda una semana, así que un día mientras lo acompañaba al mercado, una de las cajeras logró distinguirlo y me preguntó qué había pasado. Simplemente le dije que una persona me había golpeado por accidente, y la mujer comentó frente a mi padre que seguramente mi madre estaría muy enfadada con quien lo hizo. Desde entonces no se ha permitido tocar mi rostro jamás.
Sin embargo, yo sé muy bien que con Thomas es diferente. Porque fue capaz de lastimarle el labio aquel día en que estuve castigada por primera vez con el profesor Abernathy, y porque en este mismo instante su golpe está dirigido directamente hacia su rostro.
Mi cuerpo despierta primero que mi cerebro, y antes de que Thomas pueda ser lastimado yo ya me he interferido en el camino de mi padre, alzando el brazo y enterrando mis uñas en su mejilla.
Apenas he conseguido dejarle una marca roja que le atraviesa el rostro, pero lo he lastimado. He lastimado a mi padre por primera vez.
Mi cerebro reacciona después de unos segundos, debilitando mis piernas e impidiéndome respirar. Mi padre, por su lado, reacciona un minuto más tarde, dejándose ver más furioso que antes.
- ¡Ellie! -Chilla mi hermano, tan sorprendido y asustado como yo.
- ¡Vete, Thomas! -Le grito, y luego lo miro, con las lágrimas nublándome la vista-. ¡Que te vayas ya!
Cuando Thomas ha desaparecido, mi padre me estampa contra la pared y me golpea el estómago hasta dejarme sin aire. Sin fuerzas, dolida y hecha añicos, lo único que puedo hacer es permitirme deslizar por la pared hasta quedarme tirada sobre el frío suelo, sintiendo el dolor expandiéndose por todo mi cuerpo.
- ¡Eres una maldita perra! -Escupe, dándose la vuelta y tomando la comida que había dejado sobre el mesón de la cocina-. Más te vale no volver a meterte conmigo, imbécil. Te juro que para la próxima no dudaré en acabar contigo.
Él sale por la puerta, soltando su amenaza como si fuera cierta. Pero yo puedo estar completamente segura de que jamás lo cumplirá. No cuando conozco aquel juramento que le hizo a mi madre tan bien como él; y sobre todo, cuando conozco lo mucho que le costaría incumplir con las últimas palabras que compartió con mi madre.
Lo sé porque yo también le juré algo antes de que muriera en el hospital, y es por eso que, muy a pesar del horrible trato que nos brinda mi padre, aún sigo siendo incapaz de alejarme de su lado.
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¡Espero que les haya gustado el capítulo, hermosas! Comenten y voten; me ayuda mucho a seguir. ¡La próxima semana sigo la novela! Muchas gracias por leer. <3
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Maltratada por un profesor
Teen FictionY es que jamás habrá algo peor, que ser maltratada por un profesor. _______________________________ Novela. Terminada. No se aceptan adaptaciones. #59 en Novela Juvenil. #1 en Bullying.