Capítulo 10.

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Cuando Aaron sale de la oficina del profesor Abernathy está tan furioso que sus ojos verdes se han tornado incluso más oscuros que los míos. Camina por mi lado, pero ni siquiera se molesta en dedicarme una mirada algunos segundos. Sus manos arrugan un papel hasta convertirlo en una diminuta bola que arroja muy lejos de él antes de permitirse salir de la sala, dejándome atrás como algo inútil y sin importancia.

Su actitud me deja aturdida, por lo que apenas reacciono cuando el profesor Abernathy me llama para entrar en su oficina. Consigo arrastrar los pies por el suelo sin perder el equilibrio, y me dejo caer sobre la silla frente a su escritorio aparentando la tranquilidad y calma que he perdido desde que el profesor Abernathy me encontró junto a Aaron en la salida del colegio.

Su oficina es mucho más grande que cualquier otra que haya visitado antes, incluyendo la de la directora. Con más de tres muebles, un escritorio largo y elegante, e incluso una biblioteca de madera repleta de libros en inglés; podría creer que este lugar ha estado preparado para el profesor Abernathy desde mucho antes que él supiera que trabajaría aquí.

- Quiero saber por qué te escapaste con Aaron, Ellie -Tad Abernathy me estudia con su mirada profunda y curiosa, dejando de lado esa horrorosa mirada que tanto odio en él.

- ¿Qué le ha dicho a Aaron? -Le digo automáticamente, incapaz de soltarle una respuesta sincera.

- Eso no responde mi pregunta.

Observo mis manos que reposan suavemente sobre mis piernas, recordando aquella vez en la que uno de mis compañeros se escapó de clases y lo expulsaron por una semana completa. Le habían hecho perder las tres materias a las que había faltado, y sus padres estaban tan avergonzados que lo sacaron del colegio para obligarlo a trabajar en la pequeña empresa familiar que ellos mantenían.

De pronto, pienso en la advertencia que me había hecho la rectora el primer día que vi al profesor Abernathy, lo que me resulta suficiente para sentir que me hundo en la silla mientras pierdo cualquier esperanza de graduarme con los demás.

- ¿Piensa expulsarnos? -Chillo con una sorprendente energía, empezando a sentir una pequeña alarma prendiéndose en lo más profundo de mi cabeza.

- He expulsado a Aaron -suelta, y yo me aferro a la silla para no caerme de golpe-. No podrá venir en una semana, y perderá inglés de forma automática.

El suelo se mueve bajo mis pies, así que me llevo las manos a la cabeza para estabilizarme. De pronto olvido cómo respirar; pierdo el aliento, y siento que me ahogo sumergida en toda la preocupación que se apodera de mí.

- ¿Perderemos inglés? -Farfullo, buscando las palabras para continuar.

- Yo no he dicho que tú también vayas a perder inglés, Ellie-alzo la mirada tan veloz como un rayo, procesando sus palabras y buscando alguna posible trampa-. Sé que no podrás graduarte si pierdes una materia más, por eso he decidido ponerte otro castigo para que no pueda impedir tu graduación.

Toda mi preocupación se desinfla lentamente, permitiéndome respirar con la tranquilidad que me había bloqueado hace unos segundos. Tad Abernathy apoya sus brazos en su escritorio, y me observa antes de volver a hablar.

- Tendrás que quedarte tres horas después de clases en el colegio -indica-. Hay muchas cosas por organizar en la sala de idiomas, así que podrás ayudarme con todo durante dos semanas.

Aceptar quedarme dos semanas a solas con el único profesor que puede hacerme sentir tanto miedo como mi padre es casi similar a encerrarme en el ático de mis pesadillas por cuenta propia. Temo encontrar esa horrible mirada de nuevo, escucharlo gritarme hasta destrozarme, y no tener a Aaron junto a mí para que me defienda.

Pero entonces la veo, es aquella mirada repleta de confianza y calidez que había visto en el profesor Abernathy durante su primer día de trabajo; esa mirada que sólo podía encontrar en los hermosos ojos de mi madre, y que podía hacerme realmente feliz después de un día agotador.

Había necesitado esa mirada por siete años; la había extrañado cuando mi padre estaba a punto de golpearme; y la había tratado de buscar en los recuerdos de mi mente que poco a poco se difuminaban con el tiempo.

Volver a encontrarla es tan gratificante que me resulta inevitable esbozar una sonrisa antes de decirle que estaré dispuesta a aceptar el castigo.


El parque está solo y silencioso cuando camino de regreso a casa. Escucho el eco de mis pasos resonando entre la espesa oscuridad, generando un extraño temor en mí que pone todos mis sentidos alertas.

Trato de pensar en algo mientras camino, como en los buenos momentos de mi infancia antes de que mi madre muriera. Pero entonces escucho el eco de otras pisadas que van acercándose a mí con rapidez; lo que me trae de regreso a la realidad casi de golpe.

Sólo han pasado unos segundos cuando lo veo en la distancia. Es un hombre grande y fuerte, aunque lleva un traje negro y apenas consigo observarlo en la oscuridad. Alcanzo a distinguir su fría mirada cuando llevamos unos metros de distancia, pero él parece haberme visto cuando yo ni siquiera había podido verle.

Su figura me resulta ciertamente familiar; además despierta innumerables recuerdos en mi mente que intento alejar de cualquier forma, y justo cuando empiezo a procesarlo, su mano se aferra a mi brazo derecho y me detiene en seco.

Me duele, me lastima, y me asusta. Él parece notarlo, por lo que dibuja una asquerosa sonrisa en los labios.

- Que sorpresa encontrarme contigo, Ellie -me observa, apretando mi brazo con más fuerza-. Estás mucho más cambiada desde la última vez que te vi.

Mi corazón se detiene mientras la sangre que viaja por mis venas se congela. Reconozco su voz, e incluso la forma con la que pronuncia mi nombre.

Pero no sé quién es él.

- Es una suerte que no hubieran acabado contigo hace siete años, ¿verdad? Habría sido una pena desperdiciar una preciosura como tú -su mano izquierda viaja por mi rostro, dejándome una asquerosa sensación por toda la cara.

Su voz no es muy gruesa, y ahora que puedo verlo de cerca podría pensar que tiene alrededor de veinte o veinticuatro años. Sin embargo, es tan grande como un hombre de treinta años, y tiene tanta fuerza como para dejarme paralizada con solo tocarme.

- ¿Qué es lo que quieres de mí? -Susurro, sonando más nerviosa y atemorizada de lo que pretendía. Él sonríe, y aprieta mi brazo derecho hasta hacerme gritar de dolor.

- Parece que sigues siendo igual de cobarde que la última vez, preciosa.

- Suélteme, por favor -ruego, con los ojos llenos de lágrimas. Pero el hombre parece divertirse con mi sufrimiento, así que aprieta mi brazo derecho nuevamente hasta que la sangre se hace visible.

- Dile a tu papá que aún tiene un saldo pendiente con nosotros, ¿queda claro? -Escupe, soltando mi brazo al fin-. Más te vale tener más cuidado para la próxima, Ellie. Recuerda que tu mami no está aquí, y ya no habrá nadie que entregue su vida por ti.

El hombre desaparece en la oscuridad, dejándome con el brazo ardiendo en dolor y las lágrimas deslizándose por mis mejillas.

Me quedo parada, mirando el camino por el que lo he visto desaparecer. Y de repente lo recuerdo todo: su voz, su sonrisa, y su forma de amenazar. Sería absurdo olvidarlo; porque uno jamás se olvida de la persona que se encargó de destrozar su vida; y porque yo jamás olvidaría al asesino de mi madre.

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¡Espero que les haya gustado el capítulo! No se olviden de votar y comentar. <3 Gracias por leer, en serio. Nos leemos en el próximo capítulo. ¡Pasen un excelente fin de semana!

Maltratada por un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora