Capítulo 13.

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El viernes apenas puedo moverme sin sentir un horrible dolor que me empapa los ojos de lágrimas. Es tan espantoso que el simple hecho de caminar me debilita por completo y tengo que buscar apoyo en las paredes para no caer de golpe y lastimarme aún más.

En cuanto me quedo a solas con el profesor Abernathy, me obligo a caminar con toda la naturalidad posible, tal cual lo he hecho durante estos últimos cuatro días. Sin embargo, en algún momento tengo que aferrarme a una de las blancas mesas de la sala de idiomas para jadear en busca del aire que he perdido en todo el recorrido.

- ¿Está todo bien? -Tad me mira curioso desde la otra esquina de la sala, dejando un libro sobre la última repisa de la biblioteca.

Me ordeno responderle instantáneamente, pero no tengo aliento para murmurarle algo. Las palabras se atascan en mi garganta y todo el dolor se acumula en mi estómago, obligándome a cerrar los ojos para espantar las lágrimas que pican tras ellos.

- ¿Ellie? ¿Qué ocurre? -Me alarmo, sintiendo su cuerpo acercarse al mío, así que reacciono tan pronto como puedo.

- ¡Nada! ¡Todo va bien! -Le digo en un tono mucho más elevado del normal, y me tambaleo hacia atrás para evitar mirarlo a los ojos.

Cuando me golpeo la espalda contra una de las mesas, el dolor se expande por todo mi cuerpo como una corriente eléctrica que me deja helada por todo un minuto. Tad Abernathy se entera de inmediato, y me toma de la mano para ayudarme a recuperar el equilibrio.

- Puedes decírmelo, ¿sabes? -Me susurra, al fin-. Puedes confiar en mí.

Lo miro con los ojos inundados en lágrimas, impidiéndome creer lo profundo y sincero que ha sonado al pronunciar aquellas palabras. Podría soltárselo todo, decirle que he sufrido a manos de mi padre por más de siete años y que deseo como nunca encontrar un escape a esta terrible pesadilla. Pero no lo hago.

Tengo esa ligera sensación de que no puedo hacerlo; de que pronto dejará de ser este Tad Abernathy agradable, y volverá a su papel de profesor enfadado y horripilante.

- Estoy bien, se lo aseguro -susurro, tomando unos libros de la mesa a toda prisa-. Seguiré trabajando, si no le molesta.

No espero a su respuesta para encaminarme de cualquier modo hasta la biblioteca, donde termino de ordenar libros y acomodar los que estaban apilados en otras mesas.

A pesar de que han transcurrido cuatro días después de lo ocurrido con mi padre, jamás he estado tan adolorida como hoy. Me cuesta estirarme para alcanzar las repisas más altas; mis piernas se debilitan cuando doy un paso; y me lloriquean los ojos cuando algún objeto roza mi estómago, sea diminuto o no. Había sido mucho más fácil fingir que estaba bien días antes, pero hoy apenas puedo mantenerme en pie sin sentir que voy a desmayarme o perder el control.

Cuando finalizan las tres horas, arreglo mis cosas a toda velocidad y me preparo para salir disparada. Sin embargo, el profesor Abernathy consigue sujetarme antes de que desaparezca de su camino como lo he hecho estos últimos días, y me mira a los ojos con tanta intensidad que temo demostrar lo mucho que podría agradarme estar entre sus brazos como en este instante.

No dice nada, y yo tampoco lo hago. Compartimos la mirada un rato más, hasta que ambos nos cansamos del silencio.

- Nos vemos el lunes, Ellie -dice antes de soltarme, y yo apenas consigo moverme con naturalidad después de eso.

Estoy por echarme a andar, pero me detengo justo cuando lo distingo a la distancia: la puerta de la sala abriéndose de golpe, la inmensa y musculosa silueta adentrándose con pasos firmes y sonoros, y su terrible mirada vacía y oscura buscándome entre la furia que lo controla.

Paralizada, trato de encontrar alguna razón por la que mi padre haya decidido venir al colegio, pero tengo tanto miedo que no encuentro ninguna.

- No pensé que estarías todo este tiempo en el colegio, tesoro -trago en seco, escuchando aquel apodo rugir en mi cabeza una vez más. Es aquel que solía usar mi madre para mí, y aquel que usa mi padre cada vez que quiere disimular la furia que lo consume frente a otras personas.

- Estaba ayudándome a organizar la sala, señor -aclara el profesor Abernathy, mirándome a los ojos con la misma intensidad de antes.

- Me alegra que hayas ayudado al chico con todo esto, pero ya nos tenemos que ir -la voz le tiembla, intentando ocultar toda la ira que le crece en el interior. Me aprieta la mano con fuerza, y me arrastra junto con él a la salida.

No suelta una sola palabra hasta que atravesamos un pasillo vacío y oscuro. Es entonces cuando se detiene y me aprieta la mano con toda la fuerza que escondió frente al profesor Abernathy.

- ¿Se puede saber qué pretendías quedándote aquí tanto tiempo? -Gruñe, enterrándome las uñas furioso-. ¿Es que te has vuelto estúpida? ¡Contéstame ya que no tengo todo el maldito tiempo!

Después del lunes, mi padre no volvió enfadarse por verme aparecer en casa más tarde de lo común. Había empezado a mostrarse más tranquilo, y simplemente me ordenaba preparar la cena tan rápido como pudiera para después dejarme la noche libre de problemas.

El hecho de que mi padre se haya enfadado por algo que ya teníamos solucionado me sorprende tanto que no encuentro una respuesta a su pregunta directa. Me quedo muda unos instantes, buscando qué decir, y de repente es él quien responde por mí.

- Mejor no digas nada. ¡Estoy harto de ti y tu estupidez! -Me grita, agarrando mis hombros bruscamente-. Personas como tú no merecen estar con vida, perra. ¡Debiste ser tú quien muriera en vez de tu madre! ¡Tú no deberías estar aquí, sino ella!

Me tumba sobre el suelo y me patea las costillas aun después de verme gritar y llorar de dolor; deteniéndose tan sólo cuando se permite verme realmente débil y lastimada. Sus ojos reflejan algo incluso más escalofriante que su profundo odio de siempre; algo que me hace temblar además del dolor que me han causado sus golpes: asco.

- No sé cómo te encargarás de ir a casa, pero te advierto de una vez que yo no pienso llevarte -le toma unos cuantos segundos poner sus pies en marcha y dejar que el eco de sus pisadas rebote por todo el pasillo, mientras yo me quedo en completa soledad.

Estoy tan débil que ni siquiera puedo mover la mano para limpiarme las lágrimas que se deslizan por mi rostro, así que me quedo tirada sobre el suelo, incapaz de hacer un mínimo esfuerzo para ponerme en pie.

Cuando vuelvo a escuchar unas pisadas acercándose, consigo mover mis brazos y me cubro el estómago, temiendo que mi padre decida continuar con sus golpes y me haga más daño del que ya logró hacerme.

Pero entonces descubro que no es él.

Elevó la mirada lentamente, pasando por un traje negro hasta un par de ojos que me miran con un extraño reflejo de dolor. Una mirada que jamás podría borrar de mi memoria.

Es el profesor Abernathy, quien acaba de verlo todo.

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¡Hola! ¿Les gustó el capítulo? Espero que sí. :) La próxima semana actualizo. Gracias por leer y espero que pasen una excelente Semana Santa... ¡Una semana libre! Jdshdh

Maltratada por un profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora