Capítulo 27

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Después de aquel día tan largo y tan agotador, los cuatro tomaron caminos distintos, Inés se disculpó con Rodrigo y se marchó a la hacienda, mientras que Victoriano y Déborah volvían a las empresas y ésta no paraba de reclamarle y reprocharle el porqué había ayudado a "la criada" cómo ella le decía. Cosa que le molestó muchísimo y decidió retornar camino hacia "Las Dianas". Una vez que llegaron, el galeno se encerró en su despacho y la pelirroja se retiró furiosa a la habitación.

Inés por su parte, luego de llegar a la casita del lindero, sacó una pequeña cajita de su bolso y nerviosa se dirigió al baño para salir de dudas de una vez por todas. Esperó el tiempo necesario mientras caminaba de un lado a otro y cuándo tomó la prueba en sus manos y vio el resultado de este, sus ojos inmediatamente se cristalizaron.

No... - negó repetidas veces con su cabeza y se echó a llorar. — No, virgencita, esto no me puede estar pasando a mí. ¿Por qué ahora? ¿Por qué a mí? - se cuestionó a sí misma entre lágrimas y dejó a un lado aquella prueba que sólo la estaba martirizando.

Nana, ¿puedo pasar? - preguntó la menor de las Santos tocando su puerta suavemente.

— Ella por su lado trató de secar su rostro rápidamente y luego autorizó. — Claro que sí, mi amor, adelante. - estaba de espaldas a la puerta sentada al borde de la cama y se giró un poco para verla. — ¿Qué sucede, mi niña? - cuestionó con voz calma.

Sólo venía a decirte que saldré un rato con Robbi. - informó acercándose a ella. — Pero tú no estás bien, ¿qué tienes? - quiso saber mientras acariciaba su cabello.

No es nada, corazón, sólo estaba pensando en algunas cosas, es todo. - se excusó. — Pero anda, ve con ese muchacho y por favor, no llegues tarde, ¿si?

— Nanita, te conozco y sé muy bien que algo te ocurre. - dijo con suavidad y se sentó a su lado. — ¿Te hizo algo el señor con el que estás saliendo? - indagó con cautela, a lo que Inés le miró con un poco de desconcierto.

¿Te refieres a Rodrigo? - interrogó mirándola. — No, mi vida, por supuesto que no. - aseguró ella con honestidad. — Sólo qué pasan cosas que uno no se espera, mi niña, es todo. - dijo soltando un suspiro cargado de preocupación. — Pero ya vete, mi amor, no quiero que se te haga tarde.

— Mmh, está bien Nani. - besó su frente. — Cualquier cosa, la que sea, me llamas al celular y yo estaré aquí de inmediato, ¿si?

— Sí, mi vida, pero ve y no regreses tarde. - pidió regalándole una pequeña sonrisa.

De acuerdo, nos vemos más tarde. - se despidió con beso en la mejilla y se marchó. Por otro lado, Inés se quedó allí sin saber qué hacer.

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Tras haberse encerrado en su despacho, ahora se encontraba con un vaso de whisky en las manos mientras miraba a la nada.

¿Por qué no me casé contigo cuándo podía hacerlo, Inés? - se lamentó soltando un suspiro. — Jamás me perdonaré el haberte dejado ir, morenita y esta vez, aunque sea lo último que haga en mi vida, voy a recuperarte. - dijo bastante convencido. Lo que él no sabía era que la morena estaba haciendo el intento de olvidarlo para siempre pero todavía no lo había logrado.

Varios días después, las cosas entre Déborah y Victoriano estaban bastantes frías y aunque ellos estuvieran disgustados él jamás dejaba de hablarle a su machito cuándo esta dormía. Ese día por la mañana, se encontraba Victoriano sentado en la terraza de la hacienda platicando con sus hijas, cuándo Inés llegó acompañada de Franco.

Mi primer y unico amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora