—Madre... yo... —balbuceó Ámbar, inquieta por lo que pudiera ocurrir ahora que su madre sabía la verdad—. Fue sin pensar, no. Miento. Fue pensando que quedaría en un secreto para mí, para atesorar. No quiero casarme, madre —confesó, cabizbaja—. Deseo seguir con mis proyectos y ansío ser libre como tú y tía lo fuisteis antaño. Pero todo se ha truncado, ¿qué hago? ¡Oh, madre! ¡Ayúdeme! No quiero ser egoísta y dejar que Jean muera por mi silencio o que lord Tyne lo haga... ¡Lady Meredith Brown miente!
—Necesitas tranquilizarte —la reconfortó Georgiana con una voz dulce, maternal. La abrazó y se sentó a su lado, en el borde de la cama—. No diré que estoy orgullosa de ti. Has obrado mal y nos has avergonzado —Los ojos de Ámbar se llenaron de lágrimas—. Pero no eres la primera ni serás la última que cometa el error de dejarse llevar por el impulso —Suspiró Georgiana y le colocó la mano sobre la cabeza a su hija—. Esto hay que arreglarlo, querida Ámbar. No haríamos honor a nuestro nombre si dejáramos que un inocente muera pudiendo evitarlo. ¿Estuviste con él durante el tiempo en que nadie lo vio?
—Sí, madre. Me lo encontré en uno de los patios de lady Catherine, era un lugar solitario —se avergonzó al decirlo, pero debía ser fuerte si quería obrar con rectitud—. Lo vi llegar muy fresco, bien vestido y sin un solo indicio de que hubiera cometido el crimen del que lo acusan. Es más, madre... y esto que le diré hará que muera del bochorno aquí mismo...
—Dímelo, no creo que nada pueda asustarme a estas alturas.
—Cuando quise parar el beso... —se sonrojó—. Él me respetó, ni siquiera insistió. Puede que sea un libertino, un crápula, un hombre sin corazón y un mujeriego, además de un presuntuoso y altanero. Pero no es un violador —sentenció y miró a la condesa a los ojos—. Si lo fuera, ¿por qué no aprovechar la oportunidad de sobrepasarse conmigo también? Después, no lo perdí de vista durante el resto de la fiesta y lo vi marchar junto a su hermano, el pequeño de los Bristol.
—No me parece el tipo de hombre que comete esta clase de fechorías, tienes razón —dijo Georgiana para el alivio de Ámbar—. Pero no hay forma de salvarlo si tú no cuentas lo ocurrido... Puedo convencer a tu padre de que no lo rete a un duelo, pero ya sabes que...
—Deberé casarme con él si no quiero caer en desgracia y arrastrar a mis hermanas conmigo.
—Exacto.
—¿Me creerá lord Tyne?
—Déjamelo a mí, yo lo arreglaré hija —zanjó—. Pero por lo pronto estás castigada. No saldrás de esta recámara hasta el día de tu boda —advirtió, levantándose de un salto ágil, como si todavía tuviera veinte años—. Solo con pensar en la reacción de tu padre y en lo mucho que me costará reconducir esta situación... ¿Quién ha dejado esta lionesa aquí?—Cogió el dulce que Rubí había dejado sobre una de las bandejas de plata y se lo llevó a la boca—. Me voy antes de que sea demasiado tarde —Tragó el chocolate y abrió la puerta. ¡Muchachitas insolentes! Se encontró a Rubí y Perla escuchando detrás de la puerta—. ¿Qué he hecho para merecer unas hijas tan rebeldes? ¡Escuchando a escondidas! Las tres castigadas, nada de bailes hasta que papá y yo lo digamos.
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Lady Ámbar y el Marqués de Bristol
Fiksi SejarahRetirada para su venta. Cuando la temporada social empieza, Lady Ámbar descubre que su vida había sido fácil hasta entonces. Su carácter rebelde no le permite ser complaciente con ningún caballero por mucho que lo intente. Ella es díficil, pero tien...