Uno

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Capitulo uno

Creer

Las creencias de mis padres me han acompañado los primeros años de mi vida, no existía domingo en el que faltara a misa, los acompañaba a rezarle a estatuas que ellos las consideraban sagradas.

Respeto sus creencias pero intentaron tanto en meterme en su mundo que termine alejándome de él. No me considero atea, sé que hay un dios pero yo hace tiempo ya no camino a su lado.

Desde el momento en el que sentí placer al chocar la piedra en la cabeza de mi gato que algo cambio dentro de mi, no me malinterpreten, amo los gatos y todos los animales. Ellos no pueden quejarse de la mierda que somos los seres humanos y están aquí, aguantándonos, a pesar de que algunos sean una mierda con ellos.

Suspiro trayendo aquel recuerdo a mi cabeza, un auto había arrollado a pelusa, un gato persa hermoso que me había regalado mamá en mi sexto cumpleaños, estaba agonizando, sufría mucho, debía hacer algo, los vecinos dijeron que para dejar de sufrir debía de dormir para siempre, entonces lo hice.

Pero eso género unas ansias de sangre, al ir creciendo me interese muchísimo en que se sentirá acabar con la vida de algún hijo de puta, fui entrenando desde entonces, yendo a clases de boxeo y de defensa personal, entre algunas artes marciales.

A los quince años me escapaba de casa, y recorría la ciudad en busca de alguien que mereciera morir, debía poner en práctica todo lo que había aprendido.

Aún recuerdo mi primer víctima, debía de tener unos 30 y pico, una jovencita de mi edad estaba volviendo de una fiesta, caminaba sola por las calles desoladas de Sicilia a la madrugada. El hombre se le atravesó y la metió en un callejón, con la mirada hambrienta y las manos inquietas, el llanto de la joven y la manera en que su cuerpo se sacudía como papel es algo que no voy a olvidar nunca.

Fue la primer mujer que vi en esa situación, pero nunca la última, tengo un repudio hacia los hombres que nació en ese momento, sin dudarlo me acerque a él antes de que le llegase a hacer algo y cuando la chica estuvo lejos acabe con su vida.

De una forma tan sangrienta que me desesperó más y cada noche repetía lo mismo, no era una heroína, no estaba salvando a chicas, no solamente limpiaba la ciudad de gente mierda.

Matar se convirtió en una adicción, una muy sádica, disfrutaba abrirles el estómago y sacarle los órganos, ensuciarme las manos con su sangre me generaba placer, escucharlos gritar era un néctar para mis oídos.

Mate inocentes, culpables, mujeres también, no podía estar una noche sin sentir el placer de acabarles la vida.
A los 18 años mis padres descubrieron mi adicción, me temieron, pero nunca los lastimaría, me perdonaron y le echaron la culpa al diablo. La diferencia es que yo no quería que me perdonen, no fue solo un desliz, amaba asesinar y ellos no me lo iban a impedir por lo que me fui de casa.
Y hoy con 23 años decidí regresar, no para quedarme pero aquí en Italia la familia es lo más importante, y yo no tengo día sin pensar en ellos.

Estaba tan sumida en mis recuerdos que no había oído cuando la puerta se había abierto, las risas de mi madre se oían mientras mi padre le decía alguna cosa graciosa al oído.

La risa freno de golpe y algo calló al suelo haciendo un ruido que casi me deja sorda, lo que parecía un florero quedó destrozado al ser golpeado contra el suelo.

Los pedazos de porcelana volaron hacia todos lados y se me ocurrió una linda forma de asesinar con ella, pero debía de guardarla para otra ocasión, planeaba estar un mes aquí con ellos, si no me echaban.

Los ojos de mamma se llenaron de lágrimas y las manos le comenzaron a temblar.

— ¿Bea?

Me levanto del sofá y con cuidado me acerco a ella.

— Hola mamma.

De seguro estaba tan sumida en lo que hablaba con papá que ninguno se percató de mi auto en la puerta.

Intento tomar sus manos y las aleja con miedo.

— ¿Que haces aquí Beatriz? Si te está buscando la policía este es un pésimo lugar para esconderte, no nos perjudiques a nosotros.

Suspiro y miro a papá que tiene la mirada perdida.

— No me busca la policía ni nadie, los extrañaba y quise venir ¿Tiene eso algo de malo?

Mi padre sonríe y estira los brazos hacia mi.

- No tiene nada de malo si vienes con buenas intenciones, te extrañe principessa.

Lo abrazo y por un momento mi frío corazón comienza a calentarse con el amor de alguien de mi familia, son solo ellos dos pero los amo demasiado, no es mi culpa haber sido diferentes a ellos.

Me separó de papá y miro a mi madre que comienza a llorar y se me tira encima abrazándome fuertemente.

— Cinco años sin ver a la niña que tuve en el vientre nueve meses, te extrañe demasiado.

Se aleja un poco y me propina una fuerte bofetada que me deja la cara ardiendo, la miro asombrada.

> Que sea la última vez que haces una cosa como esa jovencita, yo te amo con todo y tus defectos pero ¿Dejarnos? Eso es imperdonable y debería colgarte de una soga por todos los días que he llorado por ti, sin saber si comías, si estabas bien.

Comienza a llorar y la atraigo hacia mi pecho, a papá también lo abrazo.

— De ahora en adelante no los volveré a dejar, y si me voy los informaré de todo, y como bien mamá, estuve viviendo dos años en Londres, luego conocí España, y recorrí Latinoamérica, les traje regalos.

— Unos regalos no compensarán cinco años Beatrice.

Sonrió besando la mejilla de mi madre que no deja de llorar.

— Un poco si.

(...)

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