Cinco

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Capitulo cinco

Complacer

Mis manos aprietan mis pechos a la misma vez que el agua tibia de la ducha recorre mi cuerpo.

Siempre me ha gustado estimularme y generar mi propio placer sexual, eso no quiere decir que soy virgen pero nadie conoce mi cuerpo ni mis puntos débiles tanto como yo.

Bajo las manos acariciando mi cuerpo hasta encontrar esa parte de mi que me encanta, acaricio un poco el clítoris y un gemido se escapa de entre mis labios, cierro los ojos tirando la cabeza hacia atrás al momento de enterrar un dedo en mi y comenzar a moverlo.

Con una mano tiro de mis pezones mientras meto un segundo dedo, continuo acariciando mi clítoris con el pulgar, al momento de aumentar el ritmo gemidos salen de mi boca sin poder detenerlos.

No hay nadie en la casa por lo que no me abstengo de hacer los ruidos que quiero. Estoy tan mojada que un tercer dedo entra sin problema, haciendo que mi placer sea más grande y mi pulgar se mueva más rápido sobre aquel punto lleno de sensibilidad.

— Dios...

Gimo sin control alguno, sin importarme nada más que llegar al orgasmo, abro los ojos y ahí veo a Varick observarme desde la puerta, la mampara de vidrio que nos separa le permite ver con claridad mi cuerpo y a mí me permite ver la erección que se le marca a través de los pantalones.

Hago de cuenta que no lo ví y vuelvo a cerrar los ojos, sintiendo como mi orgasmo se está apoderando de mi, las piernas me tiemblan, mis dedos se mueven con más rapidez en mi y tiro tan fuerte de mis pezones que rozan el dolor.

Un grito sale de mi al momento de llegar al climax, respiro agitadamente y saco mis dedos, abro los ojos y Varick ya no se encuentra ahí, intento normalizar mi respiración mientras continuo duchandome.

Una risa involuntaria sale de mi boca, lo he dejado duro y eso le pasa por andar de chismoso viendo lo que no debe.

[...]

Mis dedos se mueven ágiles sobre el piano viejo que se encuentra en la habitación de música de mi mamá, el dulce sonido de la melodía me distrae y hace que la ansiedad se vaya poco a poco.

Ha pasado una semana y las ganas de asesinar, de ver una vida irse en la mirada de una persona, no se van. No sabía que el problema era tan serio.

Mi teléfono móvil suena distrayendome de la melodía, irritada lo tomo.

Hola.

— Beatriz, necesito que hagas un trabajo para mí.

La voz ronca de Alberto hace que quiera sonreír. Ha sido mi jefe desde que salí de Italia, cada persona que quito de su camino es mucho dinero para mi cuenta bancaria.

Podría contratar a muchos sicarios pero sabe perfectamente que la más sádica aquí soy yo, dejo tan dañadas a esas personas que ni muertos podrían olvidarse de mi.

Justo andaba ansiandolo ¿Que es?

— Necesitarás viajar a Ucrania, son solo dos días pero hay un puto político que no deja de meter sus narices en mis asuntos, te adjuntaré toda la información que necesitas y te la enviaré al mail.

— De acuerdo, ¿Los boletos?

— Sales esta noche, ya te registre.

— Está bien, te mantendré con noticias.

— Buenas, como siempre, nos vemos.

Sin decir más corta la llamada, suspiro y me levanto del banco que acompaña al piano.

Necesitaré alguna excusa para irme sin ponerme en evidencia.

Alberto es un político corrupto de España, tiene negocios con la mafia de dicho país, está metido hasta el culo en todo lo que tiene que ver con la trata de blancas, el tráfico de drogas y el lavado de dinero.

Cuando supe esa mierda quise rechazar el contrato pero ya me estaba muriendo de hambre, la suma era buena y a las personas que iba a asesinar eran de su mismo material.
No me arrepiento de absolutamente nada de lo que haya hecho en mis cinco años lejos de Sicilia, como tampoco me voy a arrepentir nunca de lo que haga con mi vida de acá a adelante.

Bajo a la cocina y mamá está sirviendo pasta a la bolognesa, levanta la mirada y me sonríe.

— Justo estaba por llamarte, siéntate Bea.

Le hago caso y me siento frente a Varick, quien baja rápidamente la mirada a su plato, quiero aguantar la risa porque no puede de la pena luego de haberme visto en la ducha.

Cuando ya todos estamos servidos mi padre procede a bendecir la comida antes de que probemos bocado.

La famosa pasta casera de domingo de mi madre, he ido a un millón de restaurantes pero nada se compara a su pasta.

— Les quería avisar que esta noche me iré de viaje, serán solo dos días, estaré aquí devuelta el miércoles por la mañana.

Mis padres se quedan callados y la mirada de Varick me quema, levanto la vista y también lo observó, para que vea que no me intimida.

Frunce el entrecejo y niega levemente antes de continuar comiendo, mi padre es el que habla.

— ¿Y a dónde vas específicamente? Para saber.

— A un viaje con amigas, queremos celebrar el cumpleaños de una, se llevará a cabo en Ibiza.

Asiente levemente y vuelve a mirar a mi madre.

— Al parecer estaremos estos dos días solos, Varick también se irá pero ahora en la tarde.

Frunzo el ceño y miro al hombre frente a mi que no se digna a levantar la mirada y continúa comiendo.

— Ire a Alemania a visitar a mi madre.

No le doy importancia al asunto y termino mi comida. Hay tantas cosas que preparar para llevar, Alberto siempre se encarga de que pueda llevar lo que sea en mi maleta sin que me detengan en el aeropuerto.

Debo ser inteligente y estratega para cada trabajo que hago para él, no puedo dejar ni un cabo suelto.

(...)

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