Trece

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Subestimar

Varick:

Traslado todas las maletas que tenía ella en su Lamborghini hacia mi auto, Beatrice mete unas cuántas bolsas y yo enarco una ceja.

— ¿Te has ido de compras?

— Obvio, y compre algo para ti. – me sonríe coqueta. Le devuelvo la sonrisa intrigado.

— ¿Y puedo saber que es?

— Algo que me verás puesto esta noche. – me guiña un ojo y se sube al auto.

Mm, eso suena tentador.

Me meto también en el vehículo y antes de irnos volteo a verla.

— ¿Has llamado a la grúa?

— Si, estaban en camino, no hace falta que esperemos, son alguien de mi confianza.

Ya me imagino quienes podrían ser su “grua”

Enciendo el auto y emprendo camino hacia la casa, ambos guardamos silencio hasta que mi móvil suena, el nombre de Liam aparece en la pantalla y contesto con el manos libres.

— ¿Cómo está mi compañero favorito?

Sonrío.

— Estoy bien, lamento no haberte llamado a penas volví a Italia, estuve ocupado.

— Y yo estaba preocupado, Dominick se reporto y tú no, ¿Cómo va la mis…

Lo interrumpo antes de que meta la mata, miro a Beatrice de reojo que está escuchando con atención la llamada.

— Va bastante bien, estoy con Beatrice ahora en el auto de camino a casa.

La línea se queda en silencio unos segundos hasta que parece comprender.

— ¿Beatrice? ¿Quién es? – se hace el desentendido - ¿Me estás engañando? – frunzo el ceño.

— Liam no seas idiota, es la hija de los dueños de la casa en la que me estoy quedando.

— Hola. – la seguridad de la voz de Beatrice se escucha.

— Hola, seguramente has de ser hermosa como tu voz. La miro de reojo nuevamente y su rostro no muestra expresión alguna.

— Lo soy.

— Que humildad. – se ríe – bueno guapetón, te llamaré esta noche.

— Esta noche no puede, llámalo mañana. – le responde Beatrice por mi.

Casi puedo imaginar el rostro de Liam en estos momentos. — De acuerdo… que me llame él en cuanto pueda, adiós chicos. 

— Adiós Liam.

Cuelgo el manos libres y el ambiente se nota tenso en el vehículo y aún faltan diez minutos para llegar a casa.

— ¿Quién era? 

— Un amigo.

Asiente y observó la curiosidad en su rostro, oculto una sonrisa antes de decir algo más.

> Pregunta lo que quieras. — ¿Por qué siento que no te conozco de nada? Que nadie lo hace.

— Pues lo mismo podría preguntarte yo a ti, la vida sin alguna sorpresa de por medio no es vida.

Suspira.

— Es cierto, nadie me conoce de nada a mi, y créeme, tengo muchas sorpresas guardadas. – suelta una pequeña risa y algo dentro de mi se remueve al escucharla.

Infame ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora