[La adicción a la sangre.]
La cara angelical y el hermoso atractivo no debe de engañar a nadie, las curvas de su cuerpo son como el camino que te dirige al infierno.
Ella es todo lo infame, lo prohibido que muy pocos tienen la dicha de tener y salir...
Suspiro metiendo la ropa que necesitaré llevar en la maleta.
Imbécil.
Mi mente no deja de pensar en el beso que depósito en mi frente, las únicas personas que han tenido tal privilegio son mis padres. Llega a hacerlo una vez más y no dudaré en arrancarle los labios.
— ¿Por qué guardas con tanto enojo tu ropa?
Volteo a ver a mi madre, quien no duda en acercarse a acariciar mi cabello, ese simple gesto logra calmar un poco mi genio.
— Estoy un poco de mal humor.
Irina me sonríe con esa sonrisa que te dedican las madres, dónde te transmiten toda la paz que necesitas en ese momento.
— ¿Quieres hablarlo?
Niego con la cabeza y continuo empacando.
— Bea, quiero decirte que estoy muy feliz de que estés devuelta y a su misma vez orgullosa de que hayas dejado esa vida de lado por nosotros.
Suspiro y dejo caer todo con pereza.
— Ese es el problema mamma, yo no deje nada de lado por ustedes, deben de empezar a darse cuenta que es parte de mi. No soy una adicta al alcohol, no soy una adicta a la droga, soy adicta a matar y está en mi, no puedo calmarlo.
> ¿Con cuántos especialistas fuiste en estos cinco años? Todos te dieron la misma respuesta, no hay cura para mí.
Observo sus ojos ponerse cristalinos.
— Yo no sé que hice mal para que tengas ese problema, di todo de mi en tu crianza, mi única hija, te di atención y amor suficiente.
Suspiro y me alejo un poco, yendo al otro extremo de la habitación, buscando el resto de mi ropa.
— Así soy yo, nadie influyó en mi forma de ser, creo que es algo que deberías de comenzar a aceptar.
(...)
El látigo se estrella fuertemente contra su espalda, cortándole la piel al momento de que la toca.
— Hija de puta. - pronuncia en su lengua natal.
— ¿En serio no tienes nada para decir? Estoy ansiosa. - susurro esto último sobre su oreja, vuelvo a alejarme de él y, levantando el látigo, golpeando su espalda nuevamente.
No habla, no coopera por lo que continuo con la tortura hasta que la carne queda al rojo vivo, suelto el látigo y el único sonido que queda en la habitación son sus sollozos.
> Muy machito pero lloriqueas demasiado. - rodeo su cuerpo hasta qué quedamos frente a frente, levanto su rostro para que me mire fijo.
— No te va a alcanzar la vida para pagar esto.
Me río y él suspira con temor al momento en el que ejerzo más fuerza en su rostro.
— Yo no voy a pagar nada nunca, ahora o cooperas y me das la información que necesito o comenzaremos a volver divertido este asunto.
— A ver, haceme reír hija de puta.
Sonrío de lado y antes de girarme observo los brazos que están sobre su cabeza, amarrados a unas cadenas que cuelgan del techo, las suelto y lo primero que hace es querer abalanzarse sobre mi pero soy más rápida y lo agarro del cuello empujándolo.
Su cuerpo se encuentra débil gracias a los azotes de hace un rato por lo que cae al suelo haciendo una mueca cuando el piso asqueroso toca sus heridas recién hechas.
Lo tomo de los pies y lo arrastro por el suelo, haciéndolo gritar ya que la fricción de su espalda con el piso ha de doler.
Lo llevo hasta una silla y lo amarro ahí, sonrío cuando está completamente inmóvil.
— ¿Tienes algo para decir?
Su respiración se encuentra pesada pero levanta la mirada y me sonríe.
— Nunca te diré nada.
— Eso lo veremos.
Voy a buscar a la esquina de la habitación todo lo que necesitaré para hacerlo hablar. Al momento en el que ve las pinzas y los cuchillos veo la vacilación en su mirada.
> Para que sepas voy a divertirme.
Y no miento, nadie comprende el placer que me genera ver a otra persona sufrir físicamente, muchísimo más si ese dolor es generado por mi.
Acerco el cuchillo de carnicería a sus dedos, sonrío al momento en el que los toco, suave, tanteando la zona. Levanto la mirada y veo su rostro reflejando el temor absoluto, cierra los ojos con fuerza y en ese momento levanto el cuchillo para después dejarlo caer con fuerza sobre su dedo anular.
El grito que suelta es como música para mis oídos, trato de ignorar el hecho de que me he manchado con su sangre y continuo con el dedo siguiente sin dejarlo procesar.
— ¡Basta! Dios mío.
Corto el pulgar haciendo que otro grito de dolor inunde mis oídos.
— ¿Que dijiste?
Acaricio el índice con el cuchillo y él deja escapar un suspiro.
— Te voy a hacer entrar a la noche de gala que se lleva a cabo esta noche, puedes usar el nombre de mi mujer, Alyna Spryrou, ella no se encuentra en la ciudad.
Asiento y sonrío.
— Muchísimas gracias caballero, ¿La otra cosa?
— El político por el que me preguntó se presentará esta noche, su llegada supuestamente es a las 21PM, según su equipo de seguridad, parte del FBI irá junto a él.
Me río.
— Es un cobarde ¿Cierto?
Asiente mientras su respiración no mejora, jadeos fuertes se escapan de entre sus labios.
— Ya tienes lo que querías, ahora déjame ir.
— ¿Cuando te prometí eso? Pero en agradecimiento, haré que no sufras.
Sin que siquiera se lo espere saco la pistola que tenía enganchada en mi cintura y disparo a su cabeza, la sangre se desparrama por toda la habitación y suspiro frustrada al darme cuenta que estoy empapada de ella.
Salgo del lugar y mando mensaje a alguien para que limpie ese desastre, mientras iré a ducharme y prepararme para esta noche. Presiento que será una gala muy interesante.
Paso la lengua por mis labios, saboreando el sabor de la sangre de aquel imbécil.
— Disgustoso.
(...)
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