Capitulo | 14

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—¿Lev? —alcé las cejas para que pudiese hablar. Tenía los ojos cerrados mientras disfrutaba de sus caricias en mi cuerpo— ¿Cómo está tu abuelo?

—Creo que bien. Le han enviado analgésicos y le han prohibido el alcohol. —lo miré— ¿Por qué?

—Nada, quería saber de él y de ti. Llegué y ni siquiera pregunté si estabas bien, ¿Lo estás? —el corazón se me calentó un poco al escucharlo tan atento a mi vida.

—Lo estoy. —le besé la mejilla— ¿Y tú?

—Estoy excelente aquí contigo. —sonreí— ¿Por qué Sofía fue por ti? ¿Está todo bien?

—Lo está. Eso creo.

—¿Eso crees? —suspiré.

—Está embarazada. Estaba asustada y quería que estuviera con ella. —se tensó un poco.

—Un embarazo… —mencionó vagamente, casi como si lo hubiera pensado en voz alta.

—¿Pasa algo? —me miró unos segundos y negó con la cabeza.

—No, sólo… ¿Ya Bladie lo sabe?

—No. Quiere digerir la noticia antes de dársela a él. —suspiré— Estoy muy feliz por ellos. Ser madre no es el sueño de Sofía, pero la noticia le ha hecho feliz.

—¿Y el tuyo? —preguntó— ¿Lo es?

—Lo es. Pero no creo cumplirlo por ahora. —agregué.

—¿Por qué?

—No quisiera darle a mis hijos un padre ausente o repetir los errores de mis padres cuando era una niña. —confesé. Pensaba en ello todo el tiempo y realmente quería ser una madre ejemplar cuando sucediera.

—No lo harás. —besó mi frente. Quería hacerle la pregunta de regreso, pero no quería tensar el momento.

—¿Qué hiciste después de dejarnos en el hospital?

—Nada importante. —fue su corta respuesta.

—¿Nada importante? —repetí— ¿Qué hay de la cocina?

—Está lista. —me acarició la mejilla— Estuve pensando en ti, solamente.

—Harris… —me dio un casto beso y sonreí poco— ¿De verdad no hiciste nada? ¿O sólo no quieres contarme? —lejos de sonar a reclamo, me escuchaba en desventaja, así me sentía.

—¿Crees que te oculto algo?

—No realmente. —suspiré— Lo siento, no estás obligado a contarme lo que haces, sólo…

—Oye. —me tomó el mentón— Fui a dejarte, llegué a casa, hice un par de cosas sin importancia y luego vine corriendo para verte y lo demás ya lo sabes. No oculto nada, sólo no hago mucho cuando estoy solo, no soy de Santa Helena como para salir por ahí. —reí. Tenía razón— No vuelvas a disculparte. No estoy obligado, lo sé, pero puedes preguntarme lo que sea, Levina.

—De acuerdo. —me besó antes de apretarme contra su cuerpo— La abuela me preguntó por ti. —se me ocurrió decir.

—¿Por mí? —asentí.

—Quería saber si… ya sabes. —sonrió por mí forma de hablar de ello.

—¿Y qué le dijiste?

—Nada. Que somos amigos. —mentí. No quería admitir que le había dicho que estábamos casi saliendo, no sabía si para él era lo mismo.

—¿Amigos? —asentí insegura y me miró los labios— ¿Te parece que los amigos son como nosotros?

Para llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora