Capítulo | 22

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—¿Qué? —apenas conseguí decir con el párpado tembloroso— Harris, no...

—Lo hablaremos en casa. —tuvo intenciones de ir por la doctora otra vez, pero no lo permití.

—¡No! No hablaremos nada en casa, quiero hablar ahora, Harris. ¡Aquí! —me escuché histérica, pero no había prometido que me lo tomaría bien— ¿Eso qué significa? ¿Vas a dejarme? —se me cortó la voz— ¿Justo ahora?

—Significa que estarás a salvo. Que estoy a cargo del caso y necesito acabar con esto.

—Enviándome lejos.

—No es así.

—No, sí lo es. —le dije— Acabas de decirme que me amas.

—Y lo hago.

—¿Entonces por qué me haces esto? —le cuestioné con la voz quebradiza. Sabía que estaba siendo injusta, otra vez— ¿Por qué quieres alejarme de ti?

—No quiero, Levina, —aclaró— pero es necesario. No quiero estar contigo sin resolver esto. Necesito que lo entiendas.

—No puedes alejarme así, no puedes simplemente tomar el camino fácil y dejarme.

—¿Camino fácil? —pareció haberle ofendido— ¡Me la he pasado llorando suplicando porque despertaras! ¿Cómo puedes pensar que es el camino fácil para mí? —tenía el ceño levemente fruncido— No estoy dejándote. Sólo quiero ponerte a salvo, Levina. Es todo.

—¿Por cuánto tiempo? —pregunté— ¿Cuánto tiempo pretendes que estemos sin contacto?

—No lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes? —repetí con irritación y molestia.

—Necesito atraparlo. Necesito hacerle pagar por lo que ha hecho, por lo que te ha hecho. —recalcó— Y no sé cuanto me demore en ello.

Sabía que sólo pretendía mantenerme a salvo. La pesadilla no se había acabado, pero parecía haberse iniciado otra ahí mismo.

—No puedes siquiera pensar que enviarme lejos sin saber de ti es algo que voy a aceptar.

—No es algo que tengas que aceptar.

—¡Harris! —chillé.

—¡Entiende que sólo quiero protegerte! —alzó la voz— No me lo compliques más, ¿Acaso crees que quiero esto?

—¿Qué pretendes manteniéndonos sin contacto?

—Que no puedan usarte de nuevo. —hizo una pausa, pareció pensar en las palabras adecuadas— Y concentrarme por completo en el caso. Es mi trabajo, Levina y no puedo distraerme contigo mientras no se resuelva, ni tampoco quiero estarlo, no sin antes saber que estarás realmente bien.

—Al menos dime que llamarás. —insistí, pero por su mirada supe que iba a negarme incluso aquello.

—Levina...

—¡Cómo pudiste tomar esa decisión sin mí! —le grité con enfado, pero actuó con indiferencia.

—No está en discusión. Sofía se irá contigo. Hoy es tu último día en Santa Helena para que puedas hablar con tus abuelos. Con tus padres hablaré yo.

Se escuchaba tan tranquilo que quise salir de la cama y golpearlo para que me escuchara.

—¡No puedes decidir por mí!

—No lo hagas más difícil.

—Harris, por favor. —supliqué, pero no le importó.

—Iré a buscar una silla de ruedas. Te llevaré a casa de Sofía para que puedas descansar.

Para llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora