Salí del supermercado con una bolsa a cada lado llenas de helado. Sofía había tenido un antojo por helado de naranja, pero Bladie no quería despegarse de ella y de su vientre aún plano después de darse cuenta hacía una semana de que sería padre. Y realmente no me costaba nada ir por el a súper y pasar a su casa.
La semana había sido movediza y bastante provechosa para mí. Había visitado a mis abuelos para saber el estado de Willard y realmente me costaba trabajo adivinar si estaba completamente sano como si no hubiese pasado nada o simplemente fingía para no preocuparnos. Había dicho que era un roble, pero no caí en cuenta de que la frase podría ser tan real.
Con Harris las cosas habían transcurrido tranquila y rítmicamente. Me había ayudado a terminar de pintar mi habitación y me preparó una cena en casa en compensación de nuestra cita que si bien a mi parecer había sido más que perfecta, al día siguiente no tuve que despertar temprano para correr al hospital. Me había hecho el amor por cada rincón de la cocina y de sólo recordarlo un bochorno me recorría desde mis pies hasta la última hebra de mi rubio cabello.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo, pero ya no por lo que pensaba. Hacía unos días que comenzaba a sentirme observada y la sensación estaba ahí de regreso. Cerré la puerta trasera después de dejar el helado en el asiento y miré disimuladamente a mi alrededor. Nadie estaba mirándome, al menos no nadie que me causara desconfianza e incomodidad y negué con la cabeza. Quizás sólo era una locura que se me había ocurrido.
Conduje hasta la casa de Sofía intentando dejar la situación en el parqueadero, pero aún en medio de Santa Helena la sensación seguía presente. Miré por el retrovisor tan sólo por instinto y el corazón me dio un vuelvo al ver un auto negro con vidrios polarizados. Lo recordaba detrás desde que había salido del supermercado e inmediatamente pensé en mis opciones y calles que podrían llevarme a casa de Sofía. Apreté el volante nerviosa y giré a la derecha para confirmar si la sensación, preocupación y paranoia tendría lugar, pero el auto siguió directo. Me hice tirada hacia atrás con los brazos tiesos sobre el volante y resoplé.
—Sólo es una idea tuya, Levina. —me dije— Vives aquí desde los pañales y nunca has pasado siquiera por un robo. Todo está bien.
《Todo está bien》 fue la frase que me repetí una y otra y otra vez en la cabeza hasta tocar la puerta de Sofía.
—¡Hasta que al fin llegas, nena! ¿Dónde andabas trayéndolo? —no respondí— ¡Dios mío! Sabe a gloria, ¿No quieres? —negué.
—Me he comprado uno.
—Qué alivio, porque sólo te ofrecí por cortesía. —me miró— ¿Estás bien? Te noto pálida.
—¿Está Blad?
—Sigue dormido, ¿Por qué?
—Quiero hablar contigo… de algo. —chupó la cuchara con helado mientras entrecerraba los ojos.
—¿Y qué es ese algo?
—Llevo días sintiéndome extraña. —me retorcí los dedos.
—¿Extraña cómo?
—Vigilada.
—¿Qué? —rió incrédula.
—Ya sé que es raro, pero llevo días sintiendo que alguien me sigue, no lo sé. Cuando he salido del supermercado he creído que el auto de atrás me estaba persiguiendo. Creo que estoy paranoica. —dije al escuchar todo lo que estaba diciendo. Sonaba como una locura de principio a fin.
—¿Pero sí has dado con alguien?
—No todavía. Sólo voy a ignorarlo, el pueblo es seguro, lo sabes.
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Para llegar a ti
Romance[Sin editar] Levina, una escritora en pleno éxito, conoce a Harris, un chico que ha decidido vacacionar en el pequeño y acogedor pueblo de Santa Helena, donde nació y creció. Ambos se verán envueltos en algunas casualidades que le harán acercarse mu...