Capitulo | 25

171 54 2
                                    

Sus ojos estaban clavados en los míos y se puso de pie sin dar un sólo paso. Estaba tanteando el terreno. Miré a papá intentando buscar una explicación, pero estaba mirando el suelo. Sabía de esto, por supuesto estaba planeado.

—Levina... —quiso persuadirme una vez se dignó a mirarme, pero negué con la cabeza antes de salir corriendo— ¡Hija! —ignoré completamente sus llamados.

—Señorita Levina, no corra. —Berta se levantó de su escritorio preocupada— ¿Ocurrió algo? ¡Levina! —hice caso omiso a los llamados de Berta y alcancé a ver como salía apurada hacia la oficina.

—¡Levina, espera! —la voz de Harris se escuchó a lo lejos y una lágrima se me escapó. Me sentía asustada— ¡Levina! —las puertas del ascensor se abrieron y una vez adentro, presioné los botones, apurada. Me miró suplicante desde afuera— ¡Levina! —gritó corriendo hacia mí, pero no alcanzó llegar a tiempo. Las puertas se cerraron y solté un sollozo.

—¡Dios mío! —dije, con una mano sobre el pecho.

Sola en el ascensor, rodeada de tanto silencio podía incluso escuchar mi sangre bombeando y los latidos frenéticos de mi corazón. Después de tantos meses, después de tanta espera y preocupación, estaba ahí. Harris estaba ahí.

—¿Ed? —dije en cuanto contestó. Me escuchaba agitada.

—Levina, ¿Está bien?

—Sí, sólo... —intenté coger aliento— ¿Puedes esperar por mí en el estacionamiento? Es urgente.

—Claro, voy para allá.

—No tardes. —supliqué.

No quería tener que ver a Harris ni mucho menos encararlo. Estaba aterrada. No estaba lista para ese momento.

Las puertas se abrieron y con el teléfono en la mano junto a mi pecho, salí apurada del ascensor.

—¡Levina! —la voz de Harris me hizo estremecer y giré hacia el pasillo que daba a las escaleras hacia el estacionamiento. En mi estado no estaba bien usarlas, pero necesitaba huir de él— Levina. —su voz había sido delicada y me detuve. Ya no estaba gritando mi nombre y no me había detenido por la fuerza.

Giré la cabeza sobre mi hombro antes de hacerlo completamente. Estaba a una distancia prudente. El labio me tembló. Seguía siendo él.

—¡No! —pedí con la voz quebradiza para evitar que se acercara a mí.

—Por favor, déjame...

—He dicho que no. —hablé con firmeza— Ahora desaparece, es lo que mejor se te da.

Me giré y comencé a caminar con rapidez, pero tan solo di unos cuantos pasos. Harris tiró de mi muñeca con un poco de fuerza hacia una de las tantas oficinas vacías del pasillo y sin perder mucho el tiempo, cerró la puerta y se colocó frente a ella.

—No hagas esto.

—Tenemos que hablar.

—¿Ahora? —solté con amargura— Déjame salir, están esperando por mí.

—¿Quién? —dio un paso a mí.

—Eso no te importa. Apártate.

—Levina...

—¡Déjame salir! —caminé hacia él con desespero con la intención de conseguir apartarlo y salir de ahí, pero no fue posible. Sus manos me tomaron de las muñecas y hubo un silencio sepulcral mientras Harris miraba mi vientre y mis ojos sucesivamente una vez la lucha se acabó.

Mi pecho subía y bajaba y sus ojos estaban muy abiertos y sus cejas arrugadas.

—Levina, ¿Qué... —se ahogó con las palabras antes de volver a intentarlo— ¿Estás embarazada?

Para llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora