Santa Helena, Condado de Napa, California
En la actualidad
—Anda, ¡Ve por él! —le animé a Bob antes de lanzar el pequeño tronco de madera, pero no se movió.El día había estado pintoresco desde el amanecer y lo había aprovechado para salir de camping con Bob para encontrar un poco de inspiración y relajación.
La editorial que había sacado la precuela y secuela de mi libro estaban esperando por la tercera parte, pero había estado tan ocupada con otras cosas que simplemente no tenía cabeza para pensar en otras vidas que no fuesen la mía únicamente. Antes vivía en un pequeñísimo departamento, ahora tenía una casa cerca de la de mis abuelos, y una casa significaba más responsabilidades.
—¿Ya estás harto de mí? —le pregunté a Bob y me miró— Lamento ser tan aburrida, pero abuelo ha dado la idea de que me acompañes desde hace años, es su culpa que estés aquí —me levanté para ir por la bara de madera—. ¿Ya quieres irte? —ladró e hice una mueca— Supongo que eso es un sí. Vamos al auto.
Desde que vivía en Santa Helena, había bautizado ese campo en específico como mi templo de paz. El George Garden, como le llama Willard. Era probable que si alguien fuese a buscarme y no me encontrase en casa era por estar ahí. Y la única compañía que tenía era la de Bob, porque ni siquiera Sofía había ido una sola vez conmigo. Para ella la escritura y la meditación eran dos cosas aburridas. Muy aburridas. Pero todavía siendo ridículamente opuestas estábamos para la otra.
—¿Sabes? Adoptaré a un perro para ya no fastidiarte más, ¿Te parece bien? —le dije a Bob, pero sólo lamió mi mano.
Bob estaba algo viejo y me gustaba creer que llevarlo conmigo le hacia bien. Mis abuelos no salían de casa, por lo tanto, Bob tampoco lo hacía. Y no era como si estuviese en las condiciones adecuadas para hacerlo, de todos modos.
Necesitaba adoptar no por reemplazo, sino para tener compañía en casa.
Estacioné el Jeep frente a la casa de mis abuelos y bajé a Bob junto con el cesto de cortes de frutas, sándwiches y alimento que mi abuela había preparado para mí y para Bob. Sabía que cuando iba no tenía una hora de regreso, pues me gustaba ir y que valiera la pena, así me llevara horas meditar o conseguir inspiración para escribir, normalmente me quedaba en el campo hasta que así fuera.
—Hola, nena. ¿Pudiste escribir algo?
—Casi nada, abuela —la abracé antes de entrar y dejar las cosas en la cocina.
—Ven Bob, busca al abuelo —dijo la abuela, antes de buscarme en la cocina— Descuida cielo, ya vas a poder continuar, no te estreses.
—Trato de no estarlo, abue —sonrió.
—Toma, he preparado pie para Willard, pero se me ha pasado la mano un poco, ¿No quieres?
—¿De verdad lo preguntas? —me llevé el dedo a la boca. Gemí— ¡Dios! Está delicioso, abue.
—Lo sé —rió—. Llévalo todo y dale un trozo a Sofía, sé que le gusta y con esos antojos que últimamente le están dando probablemente quiera.
—Claro que querrá. Bien, creo que ya me voy —besé su cabeza.
—Cuídate mucho, cariño.
—Lo haré, ¿Dónde está el abuelo?
—En la recámara viendo televisión, aunque creo que se ha quedado dormido. ¿Querías verlo?
—No, está bien. Dile que vendré después.
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Para llegar a ti
Romance[Sin editar] Levina, una escritora en pleno éxito, conoce a Harris, un chico que ha decidido vacacionar en el pequeño y acogedor pueblo de Santa Helena, donde nació y creció. Ambos se verán envueltos en algunas casualidades que le harán acercarse mu...