Capítulo | 16

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Desperté a las seis de la mañana ese día. Harris no se había quedado a dormir en esa ocasión, así que el frio de la mañana había tenido que opacarlo con la sábana. La temporada lluviosa había llegado y las calles estaban húmedas y había un poco de neblina afuera.

Terminé de atarme las tenis y después de hacerme una coleta salí de la casa. No había dejado de pensar un sólo segundo en la conversación con Sofía. No había podido contárselo a Harris, no quería preocuparlo, pero nunca me había sentido así y no era para nada normal. Tenía mucho de vivir en Santa Helena junto a mis abuelos quienes llevaban más años que yo en el pueblo. Sentirse inseguro no era para nada una sensación que predominara al salir por ahí en ese lugar. No como en otros.

Comencé a bajar la velocidad de mi trote y miré la hora en el reloj. Las siete y media. Llevaba fuera casi una hora. Ha sido suficiente por hoy, me dije. No acostumbraba a salir, pero realmente tenía ganas de despejar la cabeza tanto a como fuera posible. Giré hacía un atajo del barrio para llegar más rápido a casa y me sostuve de una de las barandillas de la entrada de una casa al mirar al frente.

Habían un auto estacionado al otro lado de la manzana que ya conocía demasiado para mi gusto. El corazón se me detuvo. Había un hombre fumando, pero no podía verle. Fingí que me acomodaba las agujetas y apreté los ojos unos segundos.

《No es real. —pensé— Es una pesadilla》

Me levanté lentamente y me giré para comenzar a caminar en sentido contrario con mis uñas clavadas en las palmas de mis manos. No quería ser muy obvia, pero era probable que me mirara tensa y alerta desde cualquier distancia porque lo estaba. Giré de reojo sobre mi hombro y mis pulmones colapsaron al mirar el Taurus negro avanzar hacia mi dirección. Era él. Era el mismo auto del supermercado. Comencé a correr lo más rápido que pude y tomé algunos caminos de en medio de casa y patios traseros para perderlo, pero no estaba segura de ello porque no volví a mirar atrás una sola vez. Sólo pensaba en llegar a casa y llamar a Harris para que no se alejara de mí.

La respiración se me estaba cortando y el corazón se me estaba por salir. Las piernas me dolían y las manos me temblaban. Estaba cerca de casa. Me detuve para mirar hacia todas partes en busca del auto, pero ya no había nadie persiguiéndome, estaba sola en medio de la calle frente al porche de mi casa. Me llevé una mano a la frente con nerviosismo y corrí hacia la puerta para entrar.

Me recosté a ella jadeante y saqué el móvil del estuche alrededor de mi brazo y marqué al número de Harris. Los dedos me temblaban exageradamente y los labios también. Mientras contestaba me acerqué a la ventana. Ya ni siquiera estando dentro me sentía segura.

—¿Sí?

—¡Harris! —la voz me salió con alivio y pequeños jadeos se me escapan.

—¿Levina? —tenía la voz ronca y somnolienta— ¿Estás bien?

—Harris, necesito que…

Mi voz era total y completamente desesperada, pero no fui capaz de seguir hablando. El Taurus negro estaba frente a mi casa. No se detuvo en ningún momento, pero llevaba una velocidad espeluznantemente lenta como si estuviese memorizando el lugar.

—¿Levina? —había preocupación en su voz— Levina, ¿Estás ahí? Lev, háblame, por favor.

—Alguien está siguiéndome… —dije vagamente mientras miraba el Taurus.

—¿Siguiéndote? ¡Maldición! —dijo demasiado exaltado, pero yo estaba muy asustada como para cuestionar alguna cosa— ¿Dónde estás, Levina?

—En casa.

—Voy para allá, no te muevas. Quédate encerrada en tu habitación hasta que llegue, por favor.

—De acuerdo. —la voz me salió afectada y hubo un silencio extenso antes de que uno de los dos dijera algo.

Para llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora