Capítulo 47:

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A pesar de que la cabaña de troncos luce pequeña a la lejanía, cuando entramos descubro que es lo suficientemente grande como para albergar a casi todo el equipo de los Longhorns y sus invitados. Algunos de ellos beben, bromean y pasan en el rato en el patio trasero que da con una laguna, pero la mayoría se mantiene dentro para estar a salvo de los mosquitos y bailar. Aprendí la lección, por lo que no acepto la cervezas que me ofrecen y en su lugar me dirijo a la cava, dónde tomo una de lata de un six pack. Tanner me imita, sin despegarse de mí en ningún momento. Tras darle un sorbo a su bebida, me señala hacia fuera antes de inclinarse sobre mí para que sea capaz de escucharlo. Las luces de neón alumbran su rostro. Su piel es tan clara que el efecto que logran es asombroso.

La imagen que ofrece es arte.

Sus facciones angulosas y déspotas alumbradas con colores en la oscuridad lo son. Mientras me mira fijamente, me pregunto a mí misma si él también me considerará como tal. Si cuando me mira, no puede evitar notar los detalles de mi rostro y apreciarlo de la misma manera que yo detallo y aprecio el suyo. Sus pecas casi invisibles. Sus labios finos, pero tentadores. Su mandíbula afilada y dura. Sus ojos rodeados de espesas y abundantes pestañas y cejas oscuras. Su mirada.

─Estaré allá, pero miraré cada uno de tus movimientos ─dice, sacándome de mi especia de ensoñación con tono de voz fuerte.

Afirmo, de acuerdo.

─Solo seguiré el plan.

─No te desvíes y, por lo que más quieras, no te embriagues. No estamos aquí por diversión, sino para ponerle fin a dos depredadores ─ordena─. Puedo protegerte de todo, pero no de ti misma, Savannah.

A pesar de que no me ve porque se ha dado la vuelta y de la ira que recorre mis venas al ser comandada de alguna forma, asiento de nuevo.

El plan.

Lo comienzo a llevar a penas se distancia de mí, sus hombros tensos mientras se dirige a un grupo en el que distingo a Frederick. Alzo la mano para saludarlo y el me devuelve el gesto con un simple asentimiento. Estas fiestas siempre terminan de manera intensa para mí y ya debería temerles, pero no lo hago. Nací ansiando el peligro. Emociones fuertes. Pasión. Cualquier sensación que me aleje de la Savannah perfecta y apagada pese a su brillo que dejé en Austin. Tras situarme cerca del sofá en la sala, le doy un trago largo a mi cerveza antes de empezar a bailar suave y discretamente junto a él, consciente de que estoy haciendo lo que Tanner me pidió que hiciera, ser una presa, pero también de que nadie se acerca a mí porque a parte de Hans, quién se mantiene con Anahí fumando marihuana en el suelo, besándola, lo que me hace pensar que formalizaron su relación después de deshacerse de Gordon, no siento ningún tipo de conexión amistosa con nadie más.

Y se supone que debo dar la impresión de estarme divirtiendo.

Llamar la atención del depredador.

Mi actitud cambia cuando empieza a sonar Or Nah de The Weeknd.

La canción es una señal por sí sola, al igual que la manera en la que Tanner no aparta sus ojos de mí, su mandíbula apretada como si supiera lo que está a punto de pasar, y me conduce a quitarme los zapatos antes de subirme en la mesita de madera frente al sofá en el que Grayson se encuentra con una chica rubia, bajita y voluptuosa acurrucada contra él. No me mira con interés masculino, sino más bien con diversión, pero el resto de los presentes sí lo hacen mientras hago girar mis caderas. La mayoría de ellos me conocen, la mayoría de ellos han terminado con el corazón roto por culpa de mi desinterés después de comprobar que no eran tan buenos como pensé, y una chispa de deseo se enciende en sus ojos mientras se acercan.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora