Capítulo 38:

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Me inclino sobre mí misma, teniendo en mente posicionarme en la línea de defensa a penas oiga el pitido que dé inicio al juego de fútbol. Malcolm pasó media hora hablando conmigo y con nuestro equipo para instruirnos e idear una buena estrategia con el fin de derrotar a su hermano mayor antes de empezar. Suelto una risa ahogada cuando recibo un cumplido torpe sobre mi trasero de uno de los miembros de los Kings que está jugando para nosotros, lo cual hace que tanto mi padre como los hermanos Reed emitan un gruñido de desaprobación. Por el rabillo del ojo veo a mi madre alzar las cejas ante ello, inclinada en mi misma posición del otro lado. Tanto Malcolm como Tanner usaron la misma estrategia. Suponer que nadie nos hará daño y que prácticamente los jugadores del equipo contrario nos arrojarán el balón a las manos cuando se topen con un cuerpo femenino bloqueando su ataque.

Realmente espero que ese sea el caso.

Me preocupa que no.

Sé que Malcolm no tacleará a mamá.

En cambio Tanner a mí... no estoy segura de que la presencia de mis padres lo haga tímido al respecto, pero no me ilusiono pensando que sí ya que nunca he sentido que él me observe como alguien frágil o con la que necesita ser delicado. La leve molestia en mi trasero es la prueba de ello. Lamentablemente para mí, la idea de ser aplastada por él sobre el césped me emocionó tanto que no me negué cuando Malcolm me propuso marcarlo.

Lo deseo.

Lo deseo ahora, que lo veo con hombreras y la indumentaria deportiva que solía poner húmeda mi ropa interior cuando estábamos en la universidad, más de lo que lo había hecho en cualquier otro momento de mi vida porque él preparó esto para mí. Todas esas llamadas que le saqué en cara atender desde ayer se debían a que se encontraba alistando esto en silencio.

Gastando un estimado de un millón de dólares en preámbulos para sexo.

Debí tomarlo en serio cuando me preguntó qué tan lejos estaba dispuesta a llegar para cumplir mi fantasía, pero no pueden culparme por no suponer que haría algo como esto o que encontraría una manera de cumplirla que me complacería en más de un sentido. Quemándome al verlo jugar. Enamorándome al incluir niños que piensan de la misma manera que nosotros, anhelando el éxito y queriendo ganarlo a base de esfuerzo en sus estudios. Divirtiéndome al contemplar su lado egocéntrico saliendo a la luz una vez más al incluir implícitamente su ideología, la cual creo que solo yo conozco, de que los deportistas son estúpidos y la mejor forma de prosperar es sobresaliendo a través de ser lo mejor que el sistema educativo tenga para ofrecer. Aunque mamá lo odie, por su reacción, en la que ni siquiera me sacó en cara mi nuevo color de cabello y fue directamente a reclamarme el no haberla incluido más, creo que incluso ella está maravillada con esto.

No puedo evitar conmoverme y ofrecerle un vistazo desde donde estoy.

Evaluar su mirada seria y concentrada mientras le explica a una chica pálida y ojerosa, delgada, de trenzas doradas y poseedora de un par de gafas de montura gruesa que rivalizan con las del chico pelirrojo de nuestro equipo, cómo jugar. Se ve tan adorable mientras lo hace, genuinamente entregado a la idea de ser su guía, que no puedo evitar pensar en Tanner como un padre.

Quizás sería un desastre, forzando a su hijo a ser perfecto como él.

Haciéndolo infeliz.

Pero quizás no, tal vez aprendió de los errores de su progenitor y será mejor.

─Idiota ─susurro, más para mí misma que para él, odiándolo por conmoverme cuando se supone que es el enemigo, pero igualmente trayendo su atención a mí, sus ojos negros sonriendo pese a que su usual mandíbula apretada está presente en su rostro cuando se gira a verme.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora