Capítulo 49:

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Frederick y Hans no atraparon a Gordon. No porque no lo hayan alcanzado, sino porque Tanner les ordenó que lo dejaran ir después de hacerlo. Los cuatro nos reunimos en la sala de la cabaña de Grayson poco después. Los invitados ya se han ido, incluido este con su novia, la porrista rubia de nombre sureño. Delilah. A pesar de que todos nos sentimos enojados de que alguien como él se haya reído de nosotros en nuestras propias caras, nuestro próximo movimiento en su contra amerita que lo dejemos libre. Alguien más lo dejaría estar, pero no solamente es el psicópata que hizo que Anahí me golpeara manipulando sus vulnerabilidades, sino que ni siquiera sé qué habría hecho conmigo si no lo hubiera mordido o qué hizo con las otras chicas que pudo haber drogado ya que no sabemos si Pauline y Elizabeth fueron las únicas. Hay que detenerlo y hacerlo perder su propio juego es la mejor manera que se me viene a la mente de hacerlo. Ya lo hicimos una vez y descubrimos su identidad.

Ahora caerá.

─¿Estás segura de que quieres quedarte? ─pregunta Hans en el exterior de la cabaña, Anahí bajo su brazo con los ojos caídos y llenos de lágrimas debido a que Gordon también la molestó─. Podemos llevarte.

Afirmo.

─Me quedaré para ayudar con el desastre.

Hans hace una mueca.

─Sí, claro, con el desastre ─dice alzando las cejas repetidas veces─. Como quieras. Si surge cualquier inconveniente, no dudes en llamarme.

─No lo haré ─le digo y me doy la vuelta para entrar, pero antes de que eso suceda una mano rodea mi muñeca y me hace girarme de nuevo.

Anahí.

La pelirroja me mira con timidez, la cual contrasta enormemente con todo lo que conocí anteriormente de ella, y arrepentimiento.

─Quiero disculparme por lo que te hice ─susurra y suena sumamente sincera─. Sé que no puedo remediarlo, pero...

─No, sí puedes ─la corto─. Puedes remediarlo prometiéndote a ti misma que nunca más volverás a caer en las garras de alguien como Gordon y entonces todo por lo que habrás pasado hasta llegar a ese punto habrá servido de algo, incluido el daño que me hiciste. ─Trago─. Así que no te perdono, Anahí. Cuando lo compenses, sí lo haré.

Dicho esto me doy la vuelta sin esperar su respuesta porque es demasiado doloroso ver su mirada. Ya en el interior de la cabaña, tomo una bolsa negra y empiezo a meter todas las botellas y los vasos desechables que encuentro en ella. Estoy tan concentrada en dejar todo limpio que no me percato del momento en el que Tanner se me une hasta que aparece frente a mí, también con una bolsa y recogiendo.

─Esto es un completo desastre.

Afirma en acuerdo, su expresión seria, pero no molesta como pensé que lo estaría ante la idea de rebajarse a perder su tiempo limpiando el desastre ocasionado por un montón de universitarios que suelen servirlo.

─Sí ─dice─. Pensé que te gustaría estar a solas, así que no le dije a los prospectos que vinieran a limpiar, y después te maldije en el interior de mi cabeza cuando te vi salir con Hans y Anahí por dejarme todo el basurero, pero no te fuiste con ellos, ¿puedo saber por qué?

Alzo la vista hacia él, sorprendida con su pregunta.

Con la urgencia en su voz.

─¿Por qué me quedé o por qué no me fui?

Tanner termina de recoger una botella en el sofá antes de enderezarse. Me mira fijamente con sus ojos negros luciendo como abismos.

Abismos en los que quiero caer.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora