PROLOGO

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Hacia el año 1760, la gran mayoría de los europeos eran perseguidos y aniquilados, ya por razones políticas o bien por razones meramente religiosas. Gran parte de esta gente era condenada bajo un juez sumarísimo en numerosos tribunales revolucionarios y sometidas a largas condenas (en casos especiales) o llevadas a la guillotina, en cuyo caso solo se administraba a la población perteneciente o cercana a la realeza.

 

Europa se encontraba frente a unas revoluciones ideológicas que nunca habían existido hasta entonces, pedían sufragios, igualdad de clases, juicios respetables y unas ideas, tal vez revolucionarias para unos y razonables para otros, que empezaron a desatar el furor entre los marginados, unas ideas que hablaban de libertad, legalidad e igualdad. Todo ello hizo que gran parte de la población desalentada ante tanta barbarie decidiera buscar cobijo en otro lugar, este es el caso de la joven y recién nacida, América.

 

Estados Unidos que por aquel entonces no titubeaba a hacer llegar a sus costas gente de toda condición, ya bien prostitutas, ladrones, contrabandistas, convictos a pena de muerte o simplemente gente corriente buscando una nueva forma de vida. El país se encontraba con la necesidad de acoger cualquier tipo de población para poder colonizar aquella extensión de tierra.

 

Europa en sí, tanto en Francia, España, Italia o el Reino Unido, querían resarcirse de toda la calaña que albergaban sus ciudades de una forma absoluta. La solución a sus problemas llegaría con la expulsión de toda esa gente y la consiguiente huida a las colonias americanas. Pero, con el devenir de los años, el exceso de población que la parte Este de Norte América estaba experimentando resultaba un tanto agobiante.

Pero había que ser muy audaz para cruzar la línea.

Era una línea que, desde Virginia hasta los Grandes Lagos marcaba los límites de la tierra explorada y el comienzo de lo desconocido.

La civilización quedaba al Este de los montes Allegheny. Al oeste, las oportunidades de conquista o de muerte.

 

Pero para los habitantes de aquellas llanuras, los indios, todos ellos eran invasores. La lucha por la supervivencia ente el piel roja y el hombre blanco, amenazó con arrasar a los pequeños poblados que se asentaban hacia la parte oeste de la joven nación.

Pero los blancos siguieron yendo hacia el oeste.

Unos para hacer fortuna arriesgándose a guerrear contra los indios, otros para forjar una nación aún a costa de sus propias vidas.

 

Estos fueron los que ensancharon las fronteras de la libertad del hombre.

SEDUCIENDO A MI ENEMIGO #02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora